sábado, 6 de enero de 2018

'JUSTICIERO' MATA A ASALTANTE DE PASAJEROS EN NAUCALPAN

Los hechos fueron registrados a la altura de la Calzada de las Armas, esquina Eje 3, en el perímetro de la colonia 10 de abril


Foto: Especial

CIUDAD DE MÉXICO.- Esta mañana un presunto asaltante murió a manos de un “justiciero anónimo” durante un asalto a bordo de una unidad del transporte público de la Línea Águilas de Naucalpan.

El vehículo de transporte público con número económico 024, sin placas de circulación, transitaba por calzada de las Armas a la altura de San Isidro, colonia 10 de abril en el Municipio de Naucalpan, estado de México.

El cuerpo sin vida del hombre de aproximadamente 30 años de edad quedó en medio de dos asientos.

Versiones de los pasajeros señalan que el sujeto iba acompañado por otro hombre asaltando al pasaje, al llegar a la parte de atrás, un pasajero forcejeó con el presunto ladrón y en ese momento se escucharon disparos de arma de fuego.

El presunto delincuente resultó gravemente lesionado y murió casi de inmediato, su cómplice bajó de la unidad y logró darse la fuga.

Los demás pasajeros dijeron que no alcanzaron a ver el rostro del “justiciero” que disparó y también se dio a la fuga.


(EXCELSIOR/ MIRNA ANDRADE/  05/01/2018 15:39)

CAPTURAN EN UN 'TABLE DANCE' AL 'MATA GAYS' DE MONTERREY


Las autoridades no especificaron bajo que cargos fue aprehendido el sujeto al que identificaron como Alan D y a quien se le imputan varios homicidios

MONTERREY, Nuevo León.- Alan D., alias el "Mata Gays", fue detenido durante un operativo a un 'table dance' en el centro de Monterrey,  la madrugada de este jueves.

La Procuraduría estatal de justicia informó la aprehensión sin especificar los cargos que enfrenta.

"De las O.A de hoy, El Detenido Alan D. Es el llamado mata gays", informó en un comunicado la autoridad.

Se buscaron más detalles sobre sus antecedentes, pero las autoridades no dieron más información.

Además en el negocio denominado Desextres, se encontró una mancha en color rojiza la cual será investigada por elementos periciales para determinar si es sangre o no.

En un principio se había informado que no se realizaron hallazgos algunos en los cateos; sin embargo, durante la tarde se informó del análisis de la mancha y la detención del sujeto.

Durante las primeras horas de este jueves se realizaron operativos en diferentes bares y table dance de las avenidas Madero y Colón, respectivamente.

Puedes leer la nota original en:

*Este contenido es publicado con autorización de ABC.


(EXCELSIOR/ ABC/29/12/2017 14:22)

MATA A UNA FAMILIA POR 900 PESOS Y UN TELÉFONO CELULAR

Asesinó a cuatro miembros de una familia, entre ellas dos niñas, en el municipio de Río Blanco, en el norte de Nicaragua, por robarles 45 dólares y un teléfono móvil



EFE / FOTOGRAFÍA: EFE, ARCHIVO

MANAGUA, Nicaragua.- Las autoridades nicaragüenses informaron hoy de que detuvieron a un hombre como principal sospechoso de asesinar a cuatro miembros de una familia, entre ellas dos niñas, en el municipio de Río Blanco, en el norte de Nicaragua, por robar 45 dólares y un teléfono móvil.

El presunto autor del crimen es Freddy Cruz García, de 35 años, quien, según la Policía Nacional, privó de la vida a Juan Valerio Escoto (43) y su pareja Adela López Guzmán (40), así como la hija de ambos, Lindsay Escoto (10), y su sobrina Judith Escoto Castillo (10), dijo el subdirector general de la Policía Nacional, Francisco Díaz, en conferencia de prensa.

El móvil del hecho fue el robo de mil 400 córdobas (unos 45 dólares) y un teléfono móvil, precisó.

Los cadáveres fueron encontrados el pasado 29 de diciembre en la casa que habitaba la familia en la comunidad rural El Martillo, en la Reserva Natural Cerro Musún, al norte del municipio de Río Blanco, departamento de Matagalpa (norte), de acuerdo con la información oficial.

De acuerdo con las investigaciones, en horas de la noche del 28 de diciembre, el sospechoso Fredy Cruz García llegó a la casa de la familia asesinada a pedir un préstamo de 1.000 córdobas (unos 32,5 dólares).

Como el hombre de la casa negó prestar dinero, Cruz García agredió con un trozo de madera rolliza a la pareja y luego a las menores, que intentaron huir.

Entre las evidencias ocupadas por la Policía Nacional se encuentra el dinero, el teléfono móvil y prendas de vestir que pertenecen a Cruz García, que contienen manchas de sangre.

El detenido será puesto a la orden del Ministerio Público para que sea acusado por los delitos de asesinato y robo agravado.

Nicaragua es considerado uno de los países más seguros de América Latina con una tasa de homicidios de 6 por cada cien mil habitantes y una tasa de robos de 71,5 por cada 100.000 habitantes, entre las más bajas de la región, según datos oficiales.


(EXCELSIOR/ EFE/ 02/01/2018 06:27)

LA PAJA EN EL OJO


Imagen: Archivo

Entre junio de 1996 y diciembre de 1997, asesinaron a 36 jóvenes mujeres en Ciudad Juárez, la ciudad más importante en el Estado norteño de Chihuahua. Unas eran empleadas de maquiladoras. Otras, prostitutas. La diferencia en su quehacer era unida por tres factores a la hora del crimen: Violación, abandono y primitivo entierro del cuerpo en despoblado. Hasta el momento, nadie sabe quién las mató ni cuál fue o fueron los motivos. Por eso, el primero de diciembre del 97 se inició un expediente de queja en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Así fue como se armó un grupo de investigadores que viajó desde la Ciudad de México y permaneció en la de Juárez durante cinco meses y medio. Vieron al detalle tan delicado y horroroso asunto. Naturalmente, a los comisionados no les corresponde legalmente ni perseguir o capturar. Pero encontraron suficientes razones para determinar que los derechos humanos de las mujeres asesinadas fueron atropellados por la autoridad.

Por eso entre mayo y junio de 1998 el Gobierno del Estado de Chihuahua recibió la recomendación 44/98 de la CNDH: Debía formar un equipo especial para aclarar los crímenes. Luego, investigar a los integrantes de la Procuraduría General de Justicia del Estado, por haber caído en “omisiones y acciones negligentes” durante las averiguaciones. E investigar en particular a los funcionarios que dedicaron calificativos públicos, discriminatorios y francamente racistas a las víctimas. A unas por su condición de empleadas en maquiladoras y a otras por ejercer la prostitución. “Con eso la Procuraduría pretendió justificar su inactividad en los homicidios”, según me dijo un testigo.

Aparte, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos envió otra recomendación al Ayuntamiento de Ciudad Juárez, refiriéndole con hechos cómo, cuándo, dónde y por qué sus funcionarios fallaron estrepitosamente. A pesar de tantos y continuos asesinatos, la policía municipal no estableció la vigilancia preventiva necesaria. De hecho estuvieron como un poste a la orilla de la carretera: Sin moverse ante el paso de los vehículos.

Supe que este par de recomendaciones causaron urticaria a los gobiernos entonces panistas y también a su partido. Después alegarían unos y otro que esas llamadas de atención fueron determinantes para perder las elecciones.

Cuando me informaron de esta situación vinieron a mi memoria otros tres gobernadores panistas y todos de Baja California. Primero, Ernesto Ruffo Appel. Siendo presidente de la CNDH el Doctor Jorge Carpizo envió una recomendación para reabrir el caso del periodista Héctor Félix, asesinado por dos guardaespaldas del ingeniero Jorge Hank Rhon en 1988. Fue preciso comisionar a un visitador para entregar de mano el aviso. Lo recibió el Procurador de Justicia, Licenciado Juan Francisco Franco. Se trataba de investigar la autoría intelectual. Cuando la advertencia de Carpizo se publicó, el profesor Carlos Hank González hizo dos cosas: Promovió un amparo federal para su hijo y le llamó telefónicamente a Ruffo. Supe de primera mano que utilizando el viejo lenguaje político, simplemente le dio las gracias y le colgó. Eso fue suficiente. El Gobernador panista entendió perfectamente el mensaje. Tal vez le temblaron las piernas. Y definitivamente no atendió la recomendación de la Comisión. Por eso pasado algún tiempo le pedí a su Secretario General de Gobierno una copia del documento enviado por el Doctor Carpizo y su respuesta fue: Por más lucha que hizo no lo encontró. Luego cambiaron de Procurador. Hice un nuevo intento antes de terminar el sexenio ruffista y volví a fracasar. Entonces me dijeron que no localizaron la recomendación por ningún lado. Que a lo mejor se traspapeló. Que seguramente fue culpa de alguna secretaria.

Al siguiente Gobernador también panista, Héctor Terán Terán, tampoco le importó la recomendación. Mientras el Procurador dijo que no había elementos para la investigación, el Subprocurador, de mayor edad y experiencia, dijo que el caso no podía cerrarse hasta no aclararlo. Pero Terán murió a la mitad de sexenio.

La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) se interesó especialmente en el caso y con fundamento lo planteó ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Esta organización a su vez hizo otra recomendación ahora al Gobernador Sustituto, Licenciado Alejandro González Alcocer, también panista, que respondió con un acto tan prepotente como violatorio: Ordenó archivar el caso. No me quedó más remedio y pensé que donde manda Hank González no gobierna el PAN.

Pero eso no fue todo. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos recomendó al Gobernador González Alcocer una investigación penal y administrativa al Licenciado José Luis Anaya Bautista, Procurador que fue con su antecesor y un tiempo con él. Según investigación que no promoví, sino que la CNDH hizo por su iniciativa, el fiscal estatal violó mis derechos humanos al retirar la escolta que él mismo dispuso para protegerme. Lo hizo con evidente premeditación dejándome desamparado para que diez sicarios del narcotráfico nos emboscaran, matando a mi compañero Luis Valero Elizaldi e hiriéndome. El Gobernador turnó la recomendación a la Procuraduría y a la Contraloría, ahora rebautizada pomposamente. Pero no ha caminado la indagación. Estoy seguro que una investigación seria sobre el retiro de los agentes estatales, pondría al descubierto la relación de ciertos agentes judiciales con el narcotráfico. Es como la punta de la madeja. Naturalmente, el caso está congelado.

Recuerdo todo esto ahora que me enteré de la insistencia panista en el Senado de la República para retirar a la licenciada Mirella Rocatti de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Preguntando me encontré con un par de versiones.

1.- Todavía le duele al Partido Acción Nacional la recomendación que electoralmente les afectó en Chihuahua.

2.- Curiosamente uno de los candidatos para suplir a Rocatti es Manuel Sarré. Este caballero estuvo antes en la CNDH durante la época del Licenciado Jorge Madrazo Cuéllar. Cuando a este señor lo nombraron Procurador, don Manuel pretendió quedarse en su lugar y no pudo. Ahora es ampliamente sabido que asesora al grupo legislativo panista.

Este intento de los senadores panistas por retirar a la señora Rocatti encuadra perfectamente en la vieja conseja popular, de ver la paja en el ojo ajeno, cuando se tiene una viga en el propio. Por lo menos, así lo demuestran los hechos en los cuatro gobiernos panistas de Chihuahua y Baja California.

Iniciamos estas líneas anotando que de junio del 96 a diciembre del 97 hubo 36 asesinatos de jovencitas en Ciudad Juárez, Chihuahua. Bueno, pues nada más en Tijuana y también con gobiernos panistas, en 309 días de este año, 349 personas fueron ejecutadas. Unas a mediodía en céntricas avenidas. Otras en fraccionamientos distinguidos. Muchos en las orillas de la ciudad. Pero todos, indudablemente por órdenes de la mafia y sus muy variadas ramificaciones. El Gobernador para acabar con el problema, tuvo ese conocido arrebato “del orgullo de mi nepotismo” y nombró a su concuño Procurador de Justicia del Estado. Desde que el pariente asumió el cargo sucedieron 119 ejecuciones. En promedio, más de una diaria. Naturalmente, a veces detienen o giran orden de aprehensión contra los amateurs del narcotráfico. A los ligamayoristas no los tocan. A Rocatti sí.

Escrito tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez el 1 de julio de 2011.

(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA  JESÚS BLANCORNELAS/ LUNES, 1 ENERO, 2018 12:00 PM)


LA PAJA EN EL OJO


Dibujo: Archivo

Entre junio de 1996 y diciembre de 1997, asesinaron a 36 jóvenes mujeres en Ciudad Juárez, la ciudad más importante en el Estado norteño de Chihuahua. Unas eran empleadas de maquiladoras. Otras, prostitutas. La diferencia en su quehacer era unida por tres factores a la hora del crimen: Violación, abandono y primitivo entierro del cuerpo en despoblado. Hasta el momento, nadie sabe quién las mató ni cuál fue o fueron los motivos. Por eso, el primero de diciembre del 97 se inició un expediente de queja en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Así fue como se armó un grupo de investigadores que viajó desde la Ciudad de México y permaneció en la de Juárez durante cinco meses y medio. Vieron al detalle tan delicado y horroroso asunto. Naturalmente, a los comisionados no les corresponde legalmente ni perseguir o capturar. Pero encontraron suficientes razones para determinar que los derechos humanos de las mujeres asesinadas fueron atropellados por la autoridad.

Por eso entre mayo y junio de 1998 el Gobierno del Estado de Chihuahua recibió la recomendación 44/98 de la CNDH: Debía formar un equipo especial para aclarar los crímenes. Luego, investigar a los integrantes de la Procuraduría General de Justicia del Estado, por haber caído en “omisiones y acciones negligentes” durante las averiguaciones. E investigar en particular a los funcionarios que dedicaron calificativos públicos, discriminatorios y francamente racistas a las víctimas. A unas por su condición de empleadas en maquiladoras y a otras por ejercer la prostitución. “Con eso la Procuraduría pretendió justificar su inactividad en los homicidios”, según me dijo un testigo.

Aparte, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos envió otra recomendación al Ayuntamiento de Ciudad Juárez, refiriéndole con hechos cómo, cuándo, dónde y por qué sus funcionarios fallaron estrepitosamente. A pesar de tantos y continuos asesinatos, la policía municipal no estableció la vigilancia preventiva necesaria. De hecho estuvieron como un poste a la orilla de la carretera: Sin moverse ante el paso de los vehículos.

Supe que este par de recomendaciones causaron urticaria a los gobiernos entonces panistas y también a su partido. Después alegarían unos y otro que esas llamadas de atención fueron determinantes para perder las elecciones.

Cuando me informaron de esta situación vinieron a mi memoria otros tres gobernadores panistas y todos de Baja California. Primero, Ernesto Ruffo Appel. Siendo presidente de la CNDH el Doctor Jorge Carpizo envió una recomendación para reabrir el caso del periodista Héctor Félix, asesinado por dos guardaespaldas del ingeniero Jorge Hank Rhon en 1988. Fue preciso comisionar a un visitador para entregar de mano el aviso. Lo recibió el Procurador de Justicia, Licenciado Juan Francisco Franco. Se trataba de investigar la autoría intelectual. Cuando la advertencia de Carpizo se publicó, el profesor Carlos Hank González hizo dos cosas: Promovió un amparo federal para su hijo y le llamó telefónicamente a Ruffo. Supe de primera mano que utilizando el viejo lenguaje político, simplemente le dio las gracias y le colgó. Eso fue suficiente. El Gobernador panista entendió perfectamente el mensaje. Tal vez le temblaron las piernas. Y definitivamente no atendió la recomendación de la Comisión. Por eso pasado algún tiempo le pedí a su Secretario General de Gobierno una copia del documento enviado por el Doctor Carpizo y su respuesta fue: Por más lucha que hizo no lo encontró. Luego cambiaron de Procurador. Hice un nuevo intento antes de terminar el sexenio ruffista y volví a fracasar. Entonces me dijeron que no localizaron la recomendación por ningún lado. Que a lo mejor se traspapeló. Que seguramente fue culpa de alguna secretaria.

Al siguiente Gobernador también panista, Héctor Terán Terán, tampoco le importó la recomendación. Mientras el Procurador dijo que no había elementos para la investigación, el Subprocurador, de mayor edad y experiencia, dijo que el caso no podía cerrarse hasta no aclararlo. Pero Terán murió a la mitad de sexenio.

La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) se interesó especialmente en el caso y con fundamento lo planteó ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Esta organización a su vez hizo otra recomendación ahora al Gobernador Sustituto, Licenciado Alejandro González Alcocer, también panista, que respondió con un acto tan prepotente como violatorio: Ordenó archivar el caso. No me quedó más remedio y pensé que donde manda Hank González no gobierna el PAN.

Pero eso no fue todo. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos recomendó al Gobernador González Alcocer una investigación penal y administrativa al Licenciado José Luis Anaya Bautista, Procurador que fue con su antecesor y un tiempo con él. Según investigación que no promoví, sino que la CNDH hizo por su iniciativa, el fiscal estatal violó mis derechos humanos al retirar la escolta que él mismo dispuso para protegerme. Lo hizo con evidente premeditación dejándome desamparado para que diez sicarios del narcotráfico nos emboscaran, matando a mi compañero Luis Valero Elizaldi e hiriéndome. El Gobernador turnó la recomendación a la Procuraduría y a la Contraloría, ahora rebautizada pomposamente. Pero no ha caminado la indagación. Estoy seguro que una investigación seria sobre el retiro de los agentes estatales, pondría al descubierto la relación de ciertos agentes judiciales con el narcotráfico. Es como la punta de la madeja. Naturalmente, el caso está congelado.

Recuerdo todo esto ahora que me enteré de la insistencia panista en el Senado de la República para retirar a la licenciada Mirella Rocatti de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Preguntando me encontré con un par de versiones.

1.- Todavía le duele al Partido Acción Nacional la recomendación que electoralmente les afectó en Chihuahua.

2.- Curiosamente uno de los candidatos para suplir a Rocatti es Manuel Sarré. Este caballero estuvo antes en la CNDH durante la época del Licenciado Jorge Madrazo Cuéllar. Cuando a este señor lo nombraron Procurador, don Manuel pretendió quedarse en su lugar y no pudo. Ahora es ampliamente sabido que asesora al grupo legislativo panista.

Este intento de los senadores panistas por retirar a la señora Rocatti encuadra perfectamente en la vieja conseja popular, de ver la paja en el ojo ajeno, cuando se tiene una viga en el propio. Por lo menos, así lo demuestran los hechos en los cuatro gobiernos panistas de Chihuahua y Baja California.

Iniciamos estas líneas anotando que de junio del 96 a diciembre del 97 hubo 36 asesinatos de jovencitas en Ciudad Juárez, Chihuahua. Bueno, pues nada más en Tijuana y también con gobiernos panistas, en 309 días de este año, 349 personas fueron ejecutadas. Unas a mediodía en céntricas avenidas. Otras en fraccionamientos distinguidos. Muchos en las orillas de la ciudad. Pero todos, indudablemente por órdenes de la mafia y sus muy variadas ramificaciones. El Gobernador para acabar con el problema, tuvo ese conocido arrebato “del orgullo de mi nepotismo” y nombró a su concuño Procurador de Justicia del Estado. Desde que el pariente asumió el cargo sucedieron 119 ejecuciones. En promedio, más de una diaria. Naturalmente, a veces detienen o giran orden de aprehensión contra los amateurs del narcotráfico. A los ligamayoristas no los tocan. A Rocatti sí.

Escrito tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez el 1 de julio de 2011.



(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA  JESÚS BLANCORNELAS /LUNES, 25 DICIEMBRE, 2017 11:14 AM)

EL MALETÍN


Dibujo: Archivo

Le decían El Águila y se llamaba Fernando Arias Navarro. Pero físicamente no era remedo del plumífero para justificar el apodo. Más bien me figuro que se lo endilgaron con doble sentido. Primero porque no tenía tan buena vista como esos animalitos. Bueno, en los pasillos de hotel a media luz, nunca atinaba donde terminaban. Se pegaba cada frentazo, pero le sobraba astucia. Nunca podían agarrarlo en sus maromas. Y si alguien las pegaba, nadie se le escapaba. Lueguito luego se veía: No tuvo muchos estudios. Pero sabía tanto como quien fue a las mejores escuelas. Por eso de la nada llegó a tener tanto dinero como pudo y quiso. Le entró al acarreo de materiales y construcción. Tal vez por tener tantos billetes buscó el poder y desde allí trepó velozmente a la influencia. Lo demás fue fácil. Seguramente transó para llegar a una regiduría tijuanense en 1965. A su lado había puros gallones de la política, pero no águilas como él para los negocios.

“A mí mis nicles” (cinco centavos de dólar). Así, con tan sencilla frase, ilustraba la importancia del dinero. Por eso fue y hasta el momento, único regidor que hizo negocio con las Fiestas Patrias. Propuso al Cabildo y logró la aprobación: Cobrar un dólar por cráneo a quienes asistieran a la ceremonia de El Grito y los festejos patrios. Construyó a punta de tablones jacales enormes. Improvisados cabarets. Música en vivo, cheve y trago. Había uno especial. Ni modo de ponerle El Águila, pero sí El Zorro, que por a’i andan. Los de afuera hacían cola para entrar y los de adentro no querían salir. Faltaba espacio y sobraban cervezas.

Luego a El Águila se le metió lo terco. Quiso ser diputado. Sabía bien. No ganaría la candidatura por su cara bonita, sino con dinero. Untándoselo al dedazo. Viajó a México. Se hospedó muy cerquita del Monumento a la Revolución. En el Palace. Aprovechó el viaje de la tropa política tijuanense para asistir a la convención nacional del PRI. Ese 1968 tomó posesión Don Alfonso Martínez Domínguez. Fue cuando lo conocí. Me lo presentó El Gordo Alfonso Guerrero González. Buen amigo. Navegaba en la política y el periodismo con harta habilidad. A veces no sabía en cuál de las dos albercas nadaba.

Luego de tomar posesión en el Teatro Ferrocarrilero, los colaboradores de Don Alfonso ocuparon las oficinas correspondientes. Entonces todos sabían. El hombre fuerte era Renaldo Guzmán Orozco. Doctor. Líder de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP). Este caballero hacía las veces de cernidor para candidaturas. Quien quisiera serlo, primero debía tratárselo al médico. Luego a Gobernación y punto. Así se arreglaban las cosas. Lo demás era ritual.

El Águila era cetemista pero cometió un pecado. En lugar de ir con Don Fidel, se le hizo más fácil caerle al doctor. Por eso fue a verlo en su despacho de la calle defeña Lucerna. Me pidió acompañarlo. Cuando salimos del hotel traía un maletín. Pensé: Seguro lleva allí un curriculum, fotos de actos políticos, recortes de periódicos, oficios de centrales obreras apoyándolo. Y naturalmente, alguna atenta carta solicitándole su venia para ser candidato.

Cuando llegamos al despacho de Don Renaldo sucedió la obligada antesala. Aquello era un fumadero. No había más ruido que el de los periódicos al doblarlos para seguirlos leyendo. Media hora después una secretaria guapérrima apareció: Peinado alto y morena. Blusa blanca de largos cuellos. Un collar enorme de perlas seguramente imitación. Cintura de abeja. Falda de tafeta roja, entalladita. Medias con su costura atrás. Y zapatos de tacón alto. “Señor Fernando Arias Navarro… favor de pasar, por favor”. Mi amigo se levantó. “Espérame aquí… no me tardo”. Por fortuna pudo ver la entrada. Estoy seguro que jamás a la belleza. Y como dice Luis Miguel: La puerta se cerró detrás de ti.

Pasaron 20 minutos, media hora. Cuando salió, ni siquiera me vio. Solamente dijo un apurado “vámonos”. Caminó rápidamente hacia la salida. Seguramente por su cortedad de vista debió parecerle la de un túnel. Lo alcancé tomándolo del brazo para decirle: “Oye, no la riegues, se te olvidó el maletín. Tu portafolio”. Su respuesta fue un “vamonossshhh” entre dientes. Insistí: “Lo dejaste allá adentro. El bonito. Ve por él o le digo a la secretaria que nos lo traiga”. Entonces los papeles se invirtieron. Pescó mi brazo para sacarme del edificio como policía a malandrín. Casi arrastrándome. La verdad. Me sorprendí.

Nos subimos al auto alquilado en el hotel. El chofer lo conocía y sabía: Era necesario abrirle la portezuela más por necesidad, no tanto cortesía. Los dos ocupamos el asiento trasero. No llevábamos ni media cuadra recorrida cuando me dijo en voz alta: “Pero qué güey eres. A quién se le ocurre”. Todavía le dije: “Es que dejaste el maletín”. Rápido me aclaró: “Pos ni modo que entrara con los billetes en las manos para que todos me vieran y se les pusiera en su escritorio”. Como quien dice, allí terminé por perder mi inocencia sobre los tratos políticos. Todavía le dije: “¿Así es que eran puros dólares?”. Rapidito reviró: “… y con unas lociones, pendejo”. Me pidió “nada más no le vayas a decir a nadie”. Luego se fue calmando. “Ojalá y la haga con este señor”. Hasta dijo que iría a la Basílica para pedírselo a la Virgencita.

Regresamos a Tijuana. Pasaron los días. Vinieron los destapes. El Águila no fue candidato. Un día lo vi preguntándole: “¿Qué pasó? ¿No tuvo efecto el maletín?”. Y haciendo gala de su apodo, simplemente respondió: “Y ni modo de reclamar, güey ¡no me dio recibo!”. Lo recuerdo ahora con las famosas videograbaciones a perredistas. Maniobras de parvulitos comparadas con las del PRI antiguo. Y nada más como simple aclaración, tal episodio es verídico. Lo publiqué en la página 72 de mi libro Pasaste a mi Lado (1996), editado por CONACULTA/Centro Cultural Tijuana. Solamente le hice algunas modificaciones.

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornerlas, publicado por última vez el 7 de julio de 2006.

(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA  JESÚS BLANCORNELAS/ LUNES, 18 DICIEMBRE, 2017 12:00 PM)


DON ADOLFO


Dibujo: Archivo

A cada rato pegaban carteles en las paredes callejeras esquineras de San Luis Potosí. Grandotes. Por poquito llegaban a la azotea. Casi siempre en la noche se aparecía un amigo. Bonche de papel enrollado. Tina con engrudo y lo que fue una escoba pero con mango corto. Con esa como brocha embadurnaba y estampaba. Siempre carteles con letras enormes. Anunciando funciones de box o lucha libre. Cuando eran sobre corridas de toros entonces sí traían adornos. Una manola. El trincherazo de Silverio Pérez o hermoso astado saliendo impresionante de toriles. La lucha era los lunes. Box, sábados y toros domingo. Así de pronto ni llamaba la atención. Las mismas letrotas y estampas. Por eso me sorprendió una mañana cuando vi otro cartel diferente. No era grande. Casi como una plana de periódico normal. Y muy colorido. Todo dibujo. Se veía luego-luego a un hombre bien trajeado. Corbata de moñito. Canoso. En media reverencia. Brazo izquierdo extendido como ofreciendo el pase. En la playa. Cerca un bote con soldados norteamericanos. La verdad no recuerdo exactamente cuánto explicaba, pero sí: Era don Adolfo Ruiz Cortines. En su tierra Veracruz. Dándoles la bienvenida a oficiales de Estados Unidos. El cartel decía más o menos “…este es el candidato del PRI a la Presidencia de la República”. Y se le acusaba de permitir la invasión de territorio mexicano. Me sorprendió ver al día siguiente: Todos los carteles en cada esquina fueron arrancados o rayoneados.

Después aparecieron otros más grandes: “San Luis Potosí con Ruiz Cortines”. Y hasta letreros en las paredes bien pintaditos. Pero entre ver y saber de su próxima visita no faltó quien me dijera lo de todos sabido: “Parece momia”. “Está muy viejo”. “Siempre trae su corbatita de moño”. Entonces ni televisión. Tampoco leía periódico. Pero de boca en boca se hablaba mucho del candidato. Hasta anunciar su visita.

Un domingo por la mañana. Estaría en el balcón del “Cine Azteca”. Era 1952.Yo tenía 16 años. No estaba interesado en la política. Pero sí me llamó la atención ir al mitin. Ver si era cierto su empolvada cara de momia y corbatita de moño. Llegué y los agentes de tránsito tenían cerrado el paso a los automóviles. No me dijeron nada por ir en bicicleta de carreras. La recargué sobre tan enorme acanterada pared de Palacio. Subí a una ventana enrejada. Y desde allí pude ver bien a don Adolfo. Muy tieso. Poco sonriente. El rostro sí parecía empolvado y se le notaban las negras ojeras. Se me figuró personaje de las películas misteriosas.

Pero ya estando allí le oí hablar. Y muy bien. Yo sin saber ni entender la política me llamó la atención. Nada de gritar. Se le entendía todo. Y explicaba al detalle cómo y cuándo haría lo pedido por los potosinos. Lo decía con mucha decencia. Fue entonces cuando me quedé pegado al ventanal. Embebido. Oyéndolo. Sentí alegría al escucharle cómo construiría carreteras. A mí me gustaba eso. Andaba en el deporte del ciclismo y la promesa de hacerse realidad se traducía en más terreno donde pedalear.

Total. Estuve allí hasta cuando terminó el mitin de campaña. Don Adolfo bajó del balcón. Sin apretujamientos caminó entre partidarios. Subió a un automóvil. Las matracas de los ferrocarrileros jalaban a todo cuanto daban. Los maestros ni se diga. La gritería apoyando a Ruiz Cortines era enorme. El gentío se fue desbalagando. Yo bajé de la ventana. Sin quererlo ni pensarlo “me eché” todo el mitin. Por eso me interesó su vida. Quedé sorprendido de cuantos puestos ocupó. Del más humilde hasta Secretario de Gobernación como antesala a ser el principal firmante en Palacio Nacional. Bueno hasta se dio de alta un tiempo en el Ejército.

Estoy seguro: Si hubiera estado en edad de votar en aquel 1952 lo haría por don Adolfo. Me cautivó. No le hizo falta mi boleta. Ganó de calle. Eran los tiempos gloriosos para el PRI. Gobernó sin muchos problemas. Al terminar estuvo despachando como Consultor de Nacional Financiera (NAFINSA). Discreto. En 1973 cuando estaba trabajando en Mexicali me llegó la noticia y fue para primera plana: Murió don Adolfo.

Han pasado 54 años de aquel episodio de campaña en San Luis Potosí con Ruiz Cortines. Ahora a mis casi 70 estoy aburrido con los candidatos a la Presidencia. Harto. No le llegan en clase, presencia, impacto ni lenguaje a don Adolfo. Nunca vi una campaña tan corriente. “El Noticiero” de Joaquín López Dóriga nos muestra de lunes a viernes las reseñas. Son una calcomanía de ayer, anteayer y desde hace un mes. Madrazo (PRI) se la pasa retando a López Obrador (PRD). Nada más falta decirle “gallina”, “zacatón” o “…te hace cuscús”. Y así como sus publicistas sacaron aquello de “dale un madrazo al dedazo” ahora estrenaron un “…vamos hablando de frente” para Andrés Manuel. Y este señor cuando no les llama “chachalacos” a sus competidores incluyendo “al innombrable”, entonces se lanza contra Fox echándole por andar metiéndose en la campaña. O si no contra “la mafia de cuello blanco” apoyadora de sus rivales. Calificativo significativo: Mafia son delincuentes y cuello blanco empresarios. Pero no tiene el valor de dar nombres.

Y Felipe Calderón Hinojosa (PAN) ha ido de más a menos. Su discurso al inaugurarse como candidato fue excelente. Pero ahora parece pensar nada más en López Obrador. Retándolo al debate “…donde quiera y a la hora que quiera”. Aun cuando él mismo lo dice: “Como se acostumbraba en la escuela”, de todos modos parece chamaco con tales expresiones. A ninguno les he oído un programa concreto. Y si lo tienen no lo divulgan por andar con sus niñerías y bobadas indignas de candidatos presidenciales.

En tratándose de narcotráfico no saben ni dónde están parados. Ignoran cómo y estoy seguro se les va a colar la mafia en campaña. A lo mejor ya. Luego por alguna puerta de Palacio Nacional o Los Pinos.  Madrazo promete una policía nacional pero no sabemos si las demás seguirán robando y amafiándose. Calderón dice “voy a ser la pesadilla del narcomenudeo”. No. Yo quisiera oírle “voy a ser el verdugo del narcotráfico”. Y Andrés Manuel pavonea con reforzar el Ejército. Aunque hoy curiosamente desconfía de los militares. Pero de paso nos deja en signo de interrogación ¿Y la PGR?. Aparte serán incapaces de capturar a los asesinos de tanto periodista.

Y como en eso están en lo demás. No salen de su cantaleta: “Ahora sí va a gobernar el pueblo, no unos cuantos”. Me dan tristeza y comparo: Si don Adolfo me cautivó a los 16 años, ahora a con casi 70 estos tres señores me aterran por si alguno de ellos llega a la Presidencia.

Escrito tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas y publicado por última vez el 29 de junio de 2012


(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA  JESÚS BLANCORNELAS/ LUNES, 11 DICIEMBRE, 2017 12:00 PM)

AQUELLOS TIEMPOS


Fotos: Internet

“Aquellos Tiempos” se llama el salón con ventanales desde donde se ve, como si fuera pantalla de televisión, parte del enorme sur tijuanense. Algunas tienen hermosas persianas con gruesas hojas de madera. Está en el segundo piso del monumental hotel “Camino Real”. Su alfombra gris perla y las paredes de color pastel lo reciben a uno como si la tranquilidad lo abrazara suavemente. Elegancia sin extravagancia. Las lámparas en forma de concha a media pared, como en los años cuarenta, iluminan suavemente el ambiente. Allí quedé petrificado por unos instantes. Fue el año pasado cuando no mas de veinte tijuanenses fuimos invitados a cenar por nuestra Secretaria de Relaciones Exteriores, Doña Rosario Green. Nada de funcionarios salvo sus inmediatos colaboradores. Y escribo lo de petrificado, porque me asignaron sentarme precisamente al lado derecho de la anfitriona.

Negro era su vestido. De cuello en “v”. Un fino cinturoncillo de charol y el infaltable tacón alto que acentuaba su espigada figura. Su bolsa no nada más era el complemento sino el sinónimo del buen vestir y el conducir tan de dama como diplomática. Una fina cadena colgaba de su cuello con un topacio exquisitamente montado. Discretos aretes hacían juego. Me llamó muchísimo la atención, teniéndola tan cerca, el anillo en su meñique derecho: Una diminuta cabeza de borrego cimarrón excelentemente labrada. El brioso animal, sinónimo de intrepidez. Ágil, normalmente tiende a remontar alturas. A valerse por sí solo. Es un bello ejemplar donde quiera que y como se le vea. Son muy pocos los que hay y esos pocos están en las sierras bajacalifornianas.

Aquella noche Doña Rosario dejó impresionados a banqueros, empresarios e industriales. Primero abrió la puerta para que la cena se convirtiera en diálogo, no sin antes romper el hielo con dos que tres bromas sanas o anécdotas políticas picantes. Y sin periodistas al atisbo la señora Green puso una mano en mi hombro diciendo más o menos, “confiamos en la ética de nuestro amigo para que nada de lo que aquí hablemos se publique porque es una cena de amigos”. Y así tuvo referencias increíbles a su oficina, a otros miembros del gabinete y, en fin, expresiones que lejos de escandalizar por lo desusado, ilustraron y orientaron. Luego hubo muchas preguntas y cuando menos esperábamos la Embajadora tenía en sus manos la batuta conduciéndonos en “Aquellos Tiempos”. Recuerdo que me pidió opinar sobre el narcotráfico, sus consecuencias en la frontera y el rol que jugaba Estados Unidos.

Correspondí a la franqueza de Doña Rosario igual que los demás invitados.

No veo la posibilidad que la señora Green regrese a Tijuana y se repita aquella cena. Pero si se diera el caso y me volvieran a sentar a su lado, consciente de su amabilidad, le comentaría algo que a los miembros de la Sociedad de Periodistas A.C. nos tiene preocupados:

El 18 de enero reciente publiqué en este mismo espacio: Jaime, Gabriel e Ismael Gutiérrez González son los autores intelectuales en el asesinato de un periodista: Benjamín Flores, Director de La Prensa en San Luis Río Colorado, Sonora. Un inexperto sicario y seguramente vicioso le disparó por la espalda. Bajaba de su camioneta para entrar a las oficinas del diario. De 38 disparos con ametralladora le asestó ocho. Cuando la víctima agonizaba, el matón se dio el lujo de cruzar la calle ni siquiera corriendo, regresó al auto que lo transportó. Dejó el arma, pidió y le dieron dos pistolas. Volvió hasta donde estaba sangrando Benjamín. Apuntó a su cabeza y lo remató sin misericordia.

El mismo 18 de enero informé que Jaime González estaba en la prisión cuando asesinaron a Benjamín. Purgaba sentencia por matar a un policía y distribuir cocaína. Lo capturó el Ejército transportando 300 kilos de mariguana en 1997. Textualmente escribí que “con todo y eso quedó en libertad. Aunque no lo crea el Licenciado Miguel Ángel Cortes Ibarra, Procurador General de Justicia del Estado de Sonora. Aunque no lo crea el Licenciado Jorge Madrazo Cuéllar, Procurador General de la República. Aunque no lo crea el Licenciado Genaro Góngora Pimentel, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación”.

También escribí: “Hay constancias oficiales que cuando estaba en la prisión ‘El Jaimillo’ utilizó a sus abogados para ofrecer un soborno a Benjamín. Y que el periodista ni siquiera lo supo porque el mensajero temió decírselo. Sigue la hipótesis de que el narcotraficante sintió el silencio por respuesta y eso encendió su corajina”.

Luego hice esta referencia: “El reportero Humberto Melgoza, Jefe de Información del periódico que dirigió Flores, comentó que Jaime, Gabriel e Ismael tienen casas en Arizona y en la ciudad fronteriza sonorense. “Van y vienen. Nosotros los denunciamos cada vez que nos enteramos pero la policía no hace nada”. Los compañeros periodistas están dolidos. Dicen y es cierto que desde hace dos años, el Procurador de Justicia de Sonora prometió capturarlos y ha fallado. Que no le han visto pizca de interés en el asunto. Todo mundo sabe que el trío de hermanos, muy campantes, un día están en San Luis Río Colorado, Sonora y otro en Yuma, Arizona. “Pero a la policía les están picando los ojos con un billete y la Procuraduría sonorense se ha visto muy sospechosa en dejar las cosas como están”.

Pues bien. Un mes y seis días después de esa publicación la oficina anti-drogas norteamericana, DEA, capturó a Gabriel e Ismael en Yuma y Fresno. Al momento de su detención tenían tres mil libras de mariguana y 500 de cocaína. Ocupaban lujosas residencias. Pudieron haberlos apresado fácilmente en territorio mexicano donde también vivían en hermosos chalets, pero a las procuraduría sonorense y General de la República, como dijo el periodista Melgoza, “les estaban picando los ojos con un billete”.

Todo eso le contaría a Doña Rosario Green y amablemente le pediría que en su oficina estudiara el caso. Existe una orden de aprehensión en Sonora contra estos hombres detenidos en Estados Unidos. Y si la señora Secretaria de Relaciones Exteriores lo considera dentro del marco legal, nos hiciera el favor a los periodistas, de solicitar la extradición de estos señalados como asesinos intelectuales del compañero Benjamín Flores.

Aparte, ojalá y le informen al señor Licenciado Góngora de tan inexplicable liberación del asesino-narcotraficante confeso. Y el señor Procurador General de la República podría reclamar porque si los mafiosos se pasean en San Luis Río Colorado y no los detienen. Un dato final: Gabriel e Ismael pertenecen al Cártel de Juárez y tienen relación triangulada con el ex-Gobernador Quintana Roo, Mario Villanueva. De eso no hay duda. Como prueba está la amenaza directa a mi compañero periodista Jesús Barraza que los descubrió en la frontera sonorense. Las procuradurías tienen constancia por escrito sobre la intimidación.

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas publicado  por última vez el 21 de marzo de 2000


(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA  JESÚS BLANCORNELAS/ LUNES, 4 DICIEMBRE, 2017 12:00 PM)

20 AÑOS


Foto: Archivo

Nunca lo olvidaré. Trajeado y de corbata. Bigote bien recortado. Labios gruesos. Nariz achatada. Moreno. Lentes café obscuro con arillo plateado, tipo mosca. Peinado como yupie. No más de 35 años. Sentado en la parte trasera del auto verde obscuro y nuevo. Bajó el cristal de control eléctrico. Pistola en mano sacó su brazo. Tieso. Lo vi cuando nos apuntó y empezó a disparar. Los estallidos me aturdieron. La sorpresa no le dio tiempo a mi susto. A mi pavor. Diez minutos antes, al salir de casa, el acostumbrado “nos vemos” a mi esposa. Subí a la camioneta Explorer. “Buenos días”, dije a Valero, cuando luego de abrir la puerta me trepé al vehículo. “Buenos días” me contestó Luis. Tenía las manos en el volante. Lancé atrás mi maletín y la cangurera anidando una pistola Beretta. Debía llevarla a la mano, pero no esperaba que precisamente ese día nos atacaran. Valero se ofreció amablemente como escolta desde seis meses atrás de aquel noviembre 27 del 97. Cuando entonces publiqué en abril sentirme bajo peligro, dejó su modesto pero tranquilo negocio de grúas para protegerme. Esa mañana, como siempre, tenía su pistola bajo el muslo derecho, a la mano y con cartucho cortado. Días antes vi cómo disparaba. Fuimos al campo de tiro. Me enseñó a tomar el arma. Cómo sostenerla. Estirar el brazo e indicándome cuándo apretar el gatillo. “Hágalo hasta que se sienta Usted mejor”.

Entonces le dimos gusto al dedo y nos despachamos varias cajas de cartuchos. Pero en la emboscada, nuestra Explorer terminó con 183 impactos de entrada y otros tantos de salida. Cuando el joven aquel bien vestido empezó a tirotearnos, apuntó primero a Luis que en lugar de sacar su arma frenó y metió reversa rápidamente. Me aventó al piso de la camioneta cuando yo estaba tieso viendo al asesino. “¡Agáchese!” gritó y su mano salvadora me lanzó al hueco bajo la guantera, donde el motor me protegía como escudo.

Hincado, puse mi cabeza de lado izquierdo sobre el asiento. Entonces vi a Valero soltar el volante y doblarse hacia mí. Alcancé el radio conectado a la central de ZETA y de mi casa. Pedí auxilio. “Nos están disparando cerca de la casa del Meñín”, un gran amigo de mi hijo René y estimado por nuestra familia. Vi cuatro, seis y no se me olvida, hasta ocho hoyos sangrantes en el pecho de Luis. Doblándose, todavía me dijo trabajosamente “cuidado señor, cuidado”. Un par de balas alcanzaron de rozón mi mano derecha. La tenía a centímetros de mi cara. La sangre salpicó mis lentes. Y entonces, doblándose, la cabeza de Luis quedó junto a la mía. De repente sentí como si me hubieran pegado con un garrote en la espalda. Me sofocó. La respiración se me dificultó. Creí que en cualquier momento dejaría de hacerlo. Murmuré: “Dios mío, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Pensé en mi familia. En la familia de Luis. En el periódico. En mis compañeros. Todavía le pude decir a Valero: “Aguante Luis, aguante, ahorita vienen por nosotros”.

El traca-traca terminó. Un silencio sentí como jamás. Oí un rechinar de llantas. Supuse que los pistoleros huían. Escuché una sirena a lo lejos y cada vez más cerca hasta aturdirme. Alguien abrió la portezuela y me gritó: “¡Manos arriba! ¡Arriba las manos!”. Era un paramédico. Nada más alcé la izquierda. Me jalaron y tendieron en una camilla. Vi un rostro. “Te vamos a llevar a la Cruz Roja. Todo está bien”. Como pude le dije que al Hospital del Prado por estar más cerca. No recuerdo cuando fui subido a la ambulancia. Mi compañera Adela Navarro iba en el asiento delantero. No escuché cuando insistió, bajo su responsabilidad, al Hospital del Prado. Ni sentí cuando me bajaron. Solamente me caló muy fuerte en los ojos una lámpara. Hombres de bata blanca me dijeron “estese tranquilo” al momento que ordenaban rasgar mi ropa. De pronto todo se volvió negro. Oía voces a lo lejos. No sentía dolor. Ya respiraba bien. Pero no podía moverme. Entré a una negrura insonora. Ni de dónde agarrarme, ni viendo el fondo. Como flotando. Después me perdí. Así debe ser tal vez el momento de la muerte.

Sentí otra vez eso. Creía que era lo mismo pero no. Habían pasado dos días y ahora me anestesiaban para una segunda operación. El doctor Luis Pizano y su padre me explicaron que tenía una bala alojada cerca de la columna y el corazón. “Todo saldrá bien. No vamos a tardar mucho”. Vi cuando se persignaron. Tomé la mano de la doctora María Bernarda Lara para que me diera su bendición. Empecé otra vez a ver negro pero no perdí tan pronto. Veía rayas apareciendo velozmente. Pensé en mi padre, en qué día era, recordaba la cara del asesino. Buscaba a Luis. Sentí que pasaron unos cinco, diez minutos, cuando desperté. Luego supe: Fue una operación de cinco horas. Deliraba, vomitaba y estuve –me dijeron después– a punto de morir. Pero gracias al doctor Villegas, a la doctora Lara, al pendiente de los doctores Juan Medrano y Miguel Ángel Robles, como dijo un médico, “lo sacaron cuando ya iba bajando a la sepultura”. De la primera operación ni cuenta me di. Me abrieron del ombligo al esternón y luego para abajo, como si fuera rasgo de triángulo hasta el costado derecho. Restañaron los destrozos en mis adentros con efectividad y seguridad.

Cuando volví a tener uso de razón pregunté por Luis. Decían que estaba en otro cuarto o dormido. Que no podían moverlo, ni a mí tampoco. Pedí hablar por teléfono con él y me contestaron que sí pero no cuándo. Los veinte días hospitalizado ni vi periódicos o televisión. Una noche antes de salir del hospital mi esposa me dijo a solas: “Luis murió. Por órdenes de los médicos no te lo podíamos decir antes”. Lloré de coraje, de tristeza, de impotencia. Al ver en aquellos días el sufrimiento de mi familia, supuse que era mayor el de la suya. Recé por él. Lo sigo haciendo. Agradecido toda lo que de vida me queda.

En todos esos días y meses después, mis compañeros editores y reporteros trabajaron tan bien que identificaron y me sorprendí, a diez pistoleros que nos emboscaron. La Comisión Nacional de Derechos Humanos realizó un excelente investigación y análisis. Envió en marzo del 98 una recomendación al Gobernador Sustituto del Estado, Licenciado Alejandro González Alcocer. El documento indicaba indagar al ex Procurador Licenciado José Luis Anaya y sus agentes. Se pidió actuar civil y penalmente. La Contraloría del Estado me solicitó datos. La PGR tiene el caso. Todavía es hora que no aclaran nada. En mayo les solicité información. Ninguna respuesta. Todo mundo sabe cuántos y cómo se llaman los que dispararon. No es un secreto quién ordenó hacerlo. No creo que sean incapaces para capturarlos. Ni que tengan miedo. Son de los mismos.

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez el 24 de noviembre de 2000.


(SEMANARIO ZETA/ DESTACADOS  JESÚS BLANCORNELAS/ LUNES, 27 NOVIEMBRE, 2017 03:40 PM)

JUECES Y PERIODISTAS


Dibujo: Archivo

Los narcotraficantes amenazan solamente para asustar.  Es como la costumbre teatral: “…primera llamada, primera llamada”. Una advertencia. Con eso le entra la temblorina a cualquiera. Pero cuando se les antoja matar no avisan. Nada más ordenan. De tarugos agarran el teléfono para enterar al futuro difunto. Menos lo encaran. Eso sí: Traman muy bien la ejecución. Las formas son tan conocidas hasta la costumbre: Rociada con ametralladora al vehículo de la víctima. O se le arriman para descerrajarle uno o varios tiros. De preferencia en el cráneo. Otros directos al pecho. Escogen: Saliendo de su casa u oficina o yendo de una a otra. Siempre hora y lugar inesperados. Todo eso cambia cuando se trata de enemigos o traidores. Primero secuestro. Luego gran tortura. Para saber cuanto quieren. O nada más para que sus camaradas vean cómo lo dejaron. No pueden perdonarle la vida. Ya los vio. Por eso expiran ahorcados o a punta de golpes. También el tiro de gracia. Y como remate tiran el cadáver en despoblado, alguna calle poco frecuentada o hasta basureros.

Ejecutan policías, funcionarios, jueces o particulares cuando el narco se siente despreciado o traicionado. Más si rechazaron dinero ofrecido por protección-disimulo. O si lo reciben y no corresponden. Antes los desasosiegan. Mandan a cualquier mafiosillo para espantar. Siempre agazapados en la cobardía anónima. Acostumbraban telefonear. Se identificaban con otro nombre. Así el buscado contestaba. Entonces le soltaban un “te vas a morir”. Infaltable rayamadreada y a colgar. Ya casi no lo hacen. Les estorba el identificador de llamadas. Y las cartas aun con letra garabateada a propósito son como anzuelo para pez. Por huellas, fecha, sello y lugar de envío. Ahora sueltan el rumor. Utilizan policías que pasan la advertencia. El mensaje llega a su destino: “Supe por allí que Fulano está muy enojado con Usted. Cuídese”.

Leí y oí: Ocho jueces están amenazados. Lo dijo la Magistrado y Consejera de la Judicatura, Licenciada Elvia Díaz de León. Identificó el origen: Crimen organizado. Utilizan abogados “y otras personas cercanas a los delincuentes”. Así lo publicó El Universal. Página 13. Viernes 26 de agosto. Con todo eso me imagino: Amedrentan porque quieren sentencias favorables. Así presionan. Pero si los señores jueces lo están haciendo público es porque alguien les llamó y lo conocen. De ser así tienen los instrumentos en la mano: Deben emprenderla legalmente contra los abogados y “otras personas cercanas a los delincuentes”. También El Universal refirió: Los cárteles Arellano Félix y del Golfo financian a los licenciados para amenazar jueces y magistrados. Pues más fácil. Benjamín y Francisco Rafael Arellano Félix tienen docenas de abogados registrados en los tribunales y penales. También Osiel Cárdenas Guillén. Son conocidos de cada juzgador. Entonces no hay mucho por batallar. A localizarlos y procesarlos. Si los jueces tienen razón el narco no matará aunque haya amenazado. Pero si le dieron esperanza a uno o varios abogados, malo. Aunque no hayan recibido dinero. También hay la maldad de los licenciados. Dicen a sus clientes tener arreglo con el juez y por eso amenazan. Y entonces sea cual sea la sentencia, después vendrá la tragedia.

Muchos mafiosos se emberrinchan con los periodistas. No les gusta ver publicada la verdad. A unos los amenazan para asustarlos y lo consiguen. Y otros, si no hacen caso les ponen “en contrato”. Es cuando ofrecen una cantidad para matar. No importa quien lo haga. Así provocan que cualquiera busque la recompensa. En Hermosillo al reportero Alfredo Jiménez de El Imparcial no le amenazaron. Primero se dio cuenta: Un par de perversos andaban cerca y les sacó la vuelta. Pero luego fue traicionado. Atendió el llamado de un informante. Fue una trampa. Supongo que al llegar no lo mataron. Debieron secuestrarlo. “Levantón” como se conoce esta acción mafiosa. Tal vez siguieron la costumbre. Llevarlo a cierto lugar para torturarlo. “Casas de seguridad” les dicen. Allí lo medio mataron o terminaron con su vida. Me extraña mucho que la policía no haya localizado al famoso informante que lo engañó. Tampoco su número telefónico. Debe estar en los registros de la compañía. Con los confidentes sucede normalmente. Buscan al reportero. Se comunican telefónicamente. Y si es policía entonces pide cita. Eso sucede cuando los agentes andan sirviéndole a mafiosos y utilizando al reportero.

Consulté casi todos los últimos días a un alto funcionario de la Procuraduría General de la República. El viernes me confirmó: Alfredo Jiménez está muerto. A mi pregunta de cómo y quién fue me respondió con “hay pendientes varias investigaciones”. Él quería tener un anuncio oficial para este martes. Sabedor que periodistas firman la “Declaración de Hermosillo”. También le pregunté por las tres hipótesis sobre el fin de Alfredo: Enterrado al sur de Sonora por Álamos. Quemado en la norteña Agua Prieta. O deshecho en acido allí mismo o cerca. Su respuesta fue clara: “No lo tengo contundente”. Insistí: ¿Enterrado? “No”. ¿Deshecho en ácido? “No”. ¿Quemado? “Tal vez. Tal vez. Pero nada contundente todavía”.

El de Alfredo no es el único crimen sin aclarar. Hay más. Para mí lo triste son dos realidades: Primero, la falta de solidaridad entre nosotros. Importa más el logotipo del periódico o el sentir de los dueños que la vida de un periodista. Hemos llegado al punto de interesarnos mucho por la noticia del asesinato. Y menos por unirnos, investigar y aclarar. O desentendernos porque la víctima era competidor. Hace tiempo descubrimos en ZETA que un fulano no era el asesino de mi compañero Francisco J. Ortiz Franco. Lo publicamos después de otros periódicos y televisoras asegurar lo contrario. Terminamos en sordo enfrentamiento. Por eso la SIP, Reporteros sin Fronteras de Francia o Comité de Protección a los Periodistas de Nueva York tienen tanta autoridad moral en México como se las da su seria solidaridad. Y segundo: Tomando como pretexto los asesinatos de periodistas la burocracia crece y disminuye su efectividad. Ahora a la PGR le dio por nombrar fiscales especiales en cada Estado. Nada más “…para atender las denuncias contra la libertad de expresión”. Pura enredadera. Al contrario. Ataques y crímenes deben tipificarse definitivamente como delito federal. No andar a medias con “fiscales especiales”. Ni siquiera están reglamentados. Hay casos pendientes donde el móvil es sospechosamente no periodístico. Los compañeros que fueron del victimado dicen que lo mataron por escribir. Y en otras redacciones sostienen lo contrario. Igual sucede cuando un personaje o gobernante está mezclado en los asesinatos. Por más reclamo periodístico, las procuradurías locales no les tocan. Hacen cuanto pueden para evitar la atracción federal. Por eso muchos casos fueron zambullidos en el olvido. Están pendientes desde hace 50 años. De seguir así, lo mismo pasará con jueces amenazados y periodistas asesinados. Pura bulla.


Escrito tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en marzo de 2008.


(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA  JESÚS BLANCORNELAS/ LUNES, 20 NOVIEMBRE, 2017 12:00 PM)

TOM


El viernes por la noche vi cómo mataron a un hombre. No podía moverse. Estaba adolorido, muy adolorido de todo el cuerpo. Apenas podía hablar. Cuando lo hacía se le dificultaba mucho. Pálido el rostro dejaba ver con claridad los huesos. Resaltaba porque traía la barba crecida, negra y desordenada. También el pelo. Enchinado le caía hasta media frente. El bigote sin recortar, le tapaba completamente el labio superior. Sus ojos hundidos sobre el obscuro de sus párpados. Traía lentes redondos y blancos. De armazón tipo estudiante. Me los imagino precisamente adecuados a su cara cuando era normal. Ahora se le veían grandes, desproporcionados. La mirada me pareció cansada, desilusionada y sin brillo.

Traía pantalones de mezclilla y una camisa a cuadros azul y negro en diversos tonos. Estaba en una silla de ruedas. La cámara de video, no profesional, fu colocada fija frente a él y también grababa el sonido. De pronto se oyó una voz: “¿Estás listo?”. Y el hombre, con mucho trabajo y no inmediatamente, pronunció un “sí”. Otra vez, fuera de cuadro alguien le recordó que firmó un documento para aprobar su muerte sin culpar a nadie. Se ve entonces la videograbación pasada, el momento cuando el hombre con harto entorpecimiento estampa su nombre al final de una hoja. Se escucha otra pregunta: “¿Puedes levantar la mano izquierda”? Y apenas dobló la muñeca hacia arriba. No pudo despegar los dedos ni el resto del brazo recargados en la silla. Le preguntaron si no estaba arrepentido para morir. Que todavía había tiempo para cancelar todo. “¿Quieres que nos esperemos dos semanas?… ¿una?”. El hombre dice sí. Pero sin la cámara despegar de su figura, se oye otra voz narrando: El mismo día que dijo eso, en la noche, le pidió a su familia que ya, que lo mataran. Una semana de espera no. Se nota cuando apagan y vuelven a prender la videograbación. Le preguntan si está listo escuchándose un “sí” arrastrado y angustioso. El dramático monosílabo me conmovió y estremeció. Entonces se escucha la voz de siempre, anunciando “vamos a proceder”.

Apareció de espaldas un hombre. Por lo que vi de su nunca y lo canoso de su pelo ya es grande. Tomó el brazo izquierdo del enfermo. Buscó la vena. Metió la aguja. Ni siquiera reaccionó el ensillado al dolor del piquete. Se oyó una voz diciendo que primero le inyectarán Seconal para dormirlo. Rápidamente surte efectos. Lentamente dobló su cabeza primero al lado izquierdo y luego hacia abajo, casi hasta tocar la barbilla con el pecho. Inmediatamente le aplicaron un relajante muscular. “Ya no se puede mover”. Y por último una dosis de cloridio de potasio. Esto le paralizará el corazón. Creo que en esos momentos sintió cómo se le iba la vida. Pero ni podía moverse ni tampoco gritar. Debió ser terrible esa impotencia. Ni poder quejarse. Tragarse el dolor, todo y hasta lo último. Hundirse en la obscuridad que anuncia la muerte. Empezó a levantar lentamente su cabeza. Sus ojos cerrados. La boca abierta en forma de un cero. No vi dolor en su cara que finalmente se fue hacia atrás, hasta el respaldo de su silla. Parecía dormir. De pronto, un movimiento pequeño de pecho y cara. Como que quiso jalar aire. Me dio la impresión de que algo invisible tapó lo abierto de la boca a pesar de sus labios separados del todo. Creo que, en ese momento, cuando las palpitaciones se alejaban de su corazón, el mío se aceleró. Estaba asombrado. Sentado en mi sofá, me paré rápidamente. Solté libreta y lápiz. Vi cómo el hombre aquel tuvo un pequeño estremecimiento. Enseguida se oyó la voz del hombre que lo inyectó: “Ya está muerto”.

Cuando niño vi cómo un hombre mató a otro en un pleito. Estaba cerca de ellos. Los dos andaban borrachos. Pero aquella vez me impresionó más el regadero de sangre que ni siquiera tuve tiempo para fijarme en la cara de la víctima. He visto muchas veces cómo se dramatizan muertes en las películas o en teatro. Tan bien, que a veces son impresionantes y hasta grotescas. Pero ninguna como ésta. Me atolondró. Seguramente al ser prevenido en el programa que se trataba de un hecho real y así lo aseguró el legendario reportero Mike Wallace.

El hombre que fue muerto por inyecciones ante la cámara de video se llamaba Tom Yauk. Él mismo pidió la muerte y sus hermanos, todos mayores de edad, estuvieron de acuerdo. Inclusive cuando lo inyectaron, se les pidió salir de la casa para no caer en alguna responsabilidad. Tom era una hombre saludable y feliz. Transmitieron fotos cuando todo iba bien para él. Fuerte y sonriente. Pero de repente fue atacado por el “Mal de Lour Gherigh”. Así se llamaba un beisbolista famoso por su agresividad e inmensa riqueza por sus acciones de Coca-Cola. Esa enfermedad es progresiva. Va dañando lenta pero certeramente todo el cuerpo hasta impedir movimientos. Afecta los huesos. Atrofia. No tiene cura ni para detener su avance ni para disminuir su dolor.

El Servicio Médico Forense determinó la causa: suicidio. Pero el doctor Jack Kevorkian que lo inyectó dictaminó eutanasia. Con esta palabra se identifica la teoría para defender la legalidad de poner fin a los sufrimientos físicos de un enfermo incurable. Este médico fue llamado por los hermanos de Tom. Sabían de su fama para lo que él llama “atender y ayudar a un suicidio” para llegar a la eutanasia. La parentela, todos entre cuarenta y cincuenta años, fueron entrevistados por el periodista Mike Wallace. Declararon su agradecimiento al doctor. Dijeron que fue muy humano para su hermano. Calificaron de útil para todo mundo, haber exhibido el video. Pero el doctor Mark Ziegler, Director de Ética de la Universidad de Chicago, lo calificó “un acto espeluznante”. Y lo resaltó contrario a la profesión. Los médicos, dijo, estudian para proteger la vida, no para acabarla.

En Estados Unidos le dicen “El Doctor Muerte” a Kevorkian. Confesó que “asistió” a 138 personas antes que a Tom. Según él, defiende un derecho fundamental humano: “La libertad para decidir cuándo morir”. Tiene más de 70 años. Justificó la muerte de Tom. Vivía diariamente con los dolores e incomodidades, pero más con el terror de ahogarse con su propia saliva al no poder controlar más su cuerpo. Kevorkian acaparó muchos espacios en la prensa y nunca hubo una acción jurídica en su contra. Pero finalmente fue procesado y sentenciado a diez años de prisión. Sus abogados han logrado una próxima audiencia para demostrar nuevas teorías que le permitan la libertad. No quiere estar en prisión. Desea la asistencia de un médico para ayudarlo a morir cuando se le llegue la hora. Ni siquiera piensa en un ataque al corazón o un accidente. Tiene metido en la cabeza que una enfermedad le hará sufrir y entonces, así como él inyectó y mató a muchas personas, también quiere lo mismo.

Es increíble: Desde fin de mayo y principio de junio, millones de estadounidenses deseaban ver en vivo la ejecución de Timothy Veigh, el hombre que colocó un carro-bomba frente a un edificio público y mató a 168 personas. No se autorizó a pesar de que a través de sus abogados lo pidió a las cadenas de televisión. Lo mataron con el mismo sistema que a Tom. Dos diferencias. Veigh sobre una camilla reclinable especial y en la parte superior dos sostenes para colocar los brazos. Amarrado. Según las crónicas murió con los ojos abiertos. Pero la muerte de Tom la vimos. No se prohibió. Veigh mató a 168 personas intencionalmente y lo condenaron a la pena de muerte. Kevorkian acabó con la vida de 138, también intencionalmente, y lo sentenciaron a diez años de prisión. Es un desatino. No he sabido de algún médico en México como “El Doctor Muerte”.

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas,  publicado por última vez el 29 de Octubre de 2002.


(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA  JESÚS BLANCORNELAS /LUNES, 13 NOVIEMBRE, 2017 12:00 PM)

NO ME VAYAS A FALLAR; AI TE ENCARGO A LA DEMOCRACIA



Dibujo: Archivo

Luis Donaldo iba en la fila 18, pegado a la ventanilla-salida de emergencia de aquel Mexicana de Aviación. Vuelo México-Oaxaca. Martes 15 de febrero de 1994. El jet despegó a las 8:30 de la mañana. A su lado, asiento de en medio, Alfredo Harp Helú; en el del pasillo, Jesús Blancornelas. Ni el banquero ni el periodista sabían, antes de trepar al jet, que los acomodarían junto al candidato para viajar como sus invitados especiales en aquella gira de un día.

Harp le presentó un documento engargolado, muy pocas hojas, sobre un proyecto para el mantenimiento de las zonas arqueológicas oaxaqueñas; naturalmente, con billete de su Banamex. También hablaron de beisbol. Y como en aquel febrero todavía no seleccionaban candidatos a diputados y senadores, Colosio habló con Blancornelas de los posibles.

En eso, el candidato, con un caballeroso “perdón señores”, llamó a Domiro: “Dile a Federico Arriola que venga”. Rápido llegó. Le ordenó que acompañara al arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, que estaba dos o tres filas adelante, solo.

El general regresó; entregó una tarjeta a su jefe, y éste lueguito comentó a sus invitados: “Prepárense, vamos a tener baile en el aeropuerto”. El “baile”, explicó Luis Donaldo, sería una protesta de maestros. Luego pidió al periodista “no se me separe al bajar”; y advirtió al banquero: “Tú baja hasta que hayan salido todos”. Y sin más detalles siguió la plática, que interrumpieron las aeromozas que le pidieron salvar a Mexicana de Aviación cuando fuera presidente.

Chamarra de caqui, regresó Domiro llevándole otra tarjeta, y con un “siempre no habrá baile” Colosio se dirigió a sus invitados rematando que “ya está todo arreglado”, y lo justificó como “tironeo de la campaña”.

Blancornelas le preguntó: –¿Acaso de Camacho? –No, Manuel no anda con esas cosas. Ya hablamos. Él tiene su misión y yo la mía. Además, Camacho es mi amigo –respondió Colosio.

De todas formas, la recepción en el aeropuerto fue un desenfreno; la organización se desbocó, luego de un cansado ir y venir a Guelatao y otro desordenado mitin frente a la espléndida iglesia de Nuestra Señora de la Soledad. Con dificultad, entre el gentío, Colosio abandonó el lugar bajando los grandes escalones de piedra y se trepó a su blazer para conducir.

A media cuadra de su arrancada se encontró caminando al senador oaxaqueño José Murat y a Blancornelas, que iban rumbo al autobús de los invitados. Colosio les pidió que se subieran. –No, gracias licenciado, gracias, ya vamos llegando. Y a pesar de eso, Luis Donaldo ordenó “bájese” al general Domiro y a Ramiro Pineda. Los invitados se treparon y el candidato –¡increíble!– se quedó sin vigilancia; sin escolta.

El sonorense arrancó la blazer. En el asiento delantero le acompañaba Ildefonso Zorrilla Cuevas, presidente del PRI oaxaqueño; atrás, el delegado del partido, Luis Domiro, para alcanzar a un pequeño carro gris bajo el mando del mayor Castillo, ya de por sí atiborrado. Domiro, desde ese momento, perdió de vista al candidato. Sabía que Colosio iba atrás; pero no tenía control para protegerlo.

Luis Donaldo, manejando, inició una alegre plática con sus invitados, comentando el exitoso y concurrido mitin. Pero en el primer semáforo que se topó, el rojo obligó a Colosio a parar. Tenía el brazo izquierdo recargado en el marco de la portezuela. Así el candidato platicaba con sus acompañantes, cuando sin más un hombre en bicicleta se paró junto al sonorense; iba medio tomado.

Tomó el brazo de Luis Donaldo sin que nadie lo impidiera, y le empezó a decir que no le fuera a fallar, que iba a votar por él, que creía en él. Y le insistió tuteándolo: “No me vayas a fallar”. El candidato sonriendo simplemente le dijo que sí. El borrachín insistió: “Pero de veras, no me vayas a fallar –le palmeó el brazo y se lo apretó–, ai te encargo a la democracia”. El candidato le correspondió con una sonrisa. Y todavía le tendió inocentemente la mano.

El verde del semáforo prendió. Colosio arrancó. Si el de la bicicleta hubiera sido un Aburto….

Luego, una escala en la casa de gobierno. Domiro se acercó a Murat. Hablaron entre susurros. El político oaxaqueño le dijo al periodista que el general quería que se fueran en otro vehículo para él volver a subirse con el candidato; y como Domiro no conocía al periodista, no se atrevía a decirle nada. Pero Murat, con más horas de vuelo que toda la flota de Aeroméxico, le replicó al militar: Colosio los invitó y sólo Colosio los podía bajar.

Terminada su plática con el gobernador Diódoro Carrasco, el candidato salió, subió a la blazer y Domiro no le dijo nada. El general dejó otra vez sin escolta a su protegido.

Ya había oscurecido y Colosio manejó rumbo al aeropuerto. A mitad del camino, le salió al paso una camioneta que estuvo a punto de chocarlo. Blancornelas le comentó que no debía manejar; que era peligroso. –El que no debe manejar es el de esa pick-up –dijo Colosio, y todos soltaron la risa.

–Bueno, licenciado, pues de recuerdo déjeme tomarle una foto manejando –y desde el asiento de atrás salió el flashazo.

Ya en el aeropuerto, como todos, hizo fila para documentar y subir. Una mujer se acercó a Murat y le comentó que ojalá y cuando fuera presidente así se portara Colosio de sencillo. –Dígaselo usted, señora, dígaselo –respondió el oaxaqueño, y la mujer advirtió que no; que no la dejarían acercarse.

El político le insistió. Y no nada más le insistió, sino que la llevó: “Señor candidato –dijo Murat–, esta señora quiere hablar con usted”. Colosio la tomó de la mano; la vio de frente con una sonrisa acompañada del clásico “a sus órdenes”.

Así, la mujer aquella, sin que nadie se lo impidiera –quién sabe dónde andaría Domiro–, se plantó frente a Colosio. Y platicó entusiasmada con él.

Si hubiera sido un Aburto…

Tomado de la colección “Dobleplana” de Jesús Blancornelas y publicado por última vez el 25 de marzo de 2011.


(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA  JESÚS BLANCORNELAS/ LUNES, 6 NOVIEMBRE, 2017 12:00 PM)