jueves, 13 de julio de 2017

MINISTRO COSSÍO VE “REVERSA” AL NUEVO SISTEMA PENAL ACUSATORIO… PORQUE NO SE HIZO LO QUE SE TENÍA QUE HACER

En el país hay "cárceles llenas" y "todos los problemas". Reconoce en Aristegui en vivo que con el nuevo sistema pueden salir libres varios presos.


Foto: Suprema Corte

El ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, José Ramón Cossío ve posible -aunque no lo quiere así- que se meta “reversa” al nuevo sistema penal acusatorio, creando un “híbrido”, tras las diversas críticas por parte de actores políticos como el jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, quien alertó recientemente por la posible liberación de “más de 4 mil presos” tan sólo en la Ciudad de México, gracias a que todos los beneficios del sistema nuevo son aplicados a las personas procesadas por el sistema anterior.

Pero todas las críticas contra el nuevo sistema fueron provocadas por todo lo que se dejó de hacer y estaba establecido desde una reforma en 2008, sostuvo Cossío en entrevista para Aristegui en vivo.

Detalló que desde antes de junio de 2008, tuvimos un sistema penal en el que la carga mayor correspondía al Ministerio Público.

Cuando una persona era detenida antes, tenía que demostrar que no era responsable de lo que se le acusaba, si quería conservar su libertad.

“En junio de 2008 se llevó a cabo una reforma penal importantísima: se pasó de un sistema inquisitivo a acusatorio”, precisó. “Se hicieron cambios centrales en la forma en que habríamos de ir a estos juicios penales”. Y después vino la reforma de 2011 en materia de derechos humanos, con el fin de que no hubiera violaciones.


Con el nuevo sistema, “todo lo relacionado con culpabilidad tendría que ser acreditado en una sola audiencia”. Entonces, lo que el juez escuche en esa audiencia y sólo en esa audiencia es lo determinante para la acusación de un delito.

Además, “sólo ciertos delitos tendrían prisión”, y el resto podrían seguir un proceso en libertad.

Fueron ocho años los que se contemplaron para estos ajustes. Pero no se hizo mucho.

“Era muy difícil porque el MP tenía un enorme poder en términos de la acusación. En la forma de proceder tú estabas con una carga procesal grave. Ese es el cambio central que estamos viviendo. Si el MP o los abogados de las partes que coadyuvan no son capaces de demostrarme la responsabilidad del sujeto y la realización del hecho, yo por la presunción de inocencia tengo que dejar en libertad a esa persona”, puntualizó el ministro.

“Sólo lo puede hacer con lo que pase en la audiencia, no por lo que pase en los medios… lo que la fiscalía logró demostrarme”, explicó.

En el nuevo sistema, las autoridades debían “llegar a la escena del crimen, resguardar los elementos, establecer la cadena de custodia”.

Pero “a los agentes del MP no les dimos la dimensión completa porque antes iba acumulando cosas en un expediente, si se equivocaba tenía posibilidad de rectificación… tampoco se nos ocurrió como país que se iban a parar (los MP) en una audiencia frente a un abogado para sostener una acusación y aguantar la batalla jurídica“.

Los “servicios periciales en este país son muy modestos”, aceptó. “¿Cómo entonces iban a llegar las fiscalías a sostener acusaciones en audiencias públicas?”, preguntó.

“Si todo eso lo ponemos junto empiezan a aparecer los problemas, como pruebas contaminadas porque no fueron resguardadas adecuadamente”, apuntó.

“¿Cuántas personas están capacitadas para hacer estas tareas?”.

Y es que el nuevo sistema tiene desde una parte burocrática, hasta técnica y “pararse en una audiencia y resistir un interrogatorio de una persona que está en su profesión (de abogado del acusado)”.

“Este es un juego muy complejo, muy técnico, muy sofisticado que no todo mundo está en capacidad de sostenerlo”, reconoció.

Y lo que sucedió es que el MP se para frente al juez y dice yo vengo a acusar al señor tal en agravio de tales personas.

“Este señor tiene muchos expedientes, necesita servicios periciales, bases de información grandes para sostener su acusación”, mientras el abogado del acusado “va a estar cuestionando lo que el fiscal está diciendo”.

El ministro puso un ejemplo revelador: qué hace un juez cuando llegan a acusar a una persona de que trae un AK47. “Y él (el acusado) dice: ¿verdad que puedo enfrentar mi proceso en libertad?”.

“¿Dónde está el delito de portación que permite a los jueces que a esas personas las tengamos en prisión preventiva?”, cuestionó Cossío.

Y es que “por la mera portación de arma, por el solo hecho de portación no puede estar…”; a una persona la puedes detener con una Barrett y puede enfrentar su proceso en libertad porque no está legislado, añadió y recordó que el actuar de los jueces está regido por las leyes.

Cossío mencionó que lo penoso de todo esto es que la reforma tenía una filosofía: tratemos que el menor número de personas vaya a prisión preventiva.

“Esa filosofía no se pudo realizar por acciones humanas”, dijo. “Una buena reforma va a tener reversa porque no se hicieron las acciones humanas”.

En el sistema anterior, la libertad se alcanzaba si la pena era menor a 5 años y entonces se empezaron a subir las penas en prisión y casi nadie alcanzaba a lograr su libertad.

A ello atribuyó que tengamos “las cárceles llenas de personas y todos los problemas: sobrepoblación, escuela de la delincuencia, reos que se están amotinando”.

Lo peligroso ahora es que “la parte que no funciona es que no se hicieron las cosas”.

“Ahora va a resultar que todo estaba mal”, pero fue por lo que se dejó de hacer, aseveró.

Y la parte preocupante, según el ministro, es que “no nos dimos cuenta como país que a lo de 2008 (la reforma) se agregó la reforma de 2011 y eso transformaba completamente el tema”.

Por todo esto ve posible “que lleguemos a un híbrido”.

Y el ministro aclaró que la Corte no “inventó” algo sino que sólo hizo una interpretación.

Aclaró que no es verdad “esta idea” de que saldrán en fila 4 mil personas de la cárcel, pues no es automático.

“No es así de salgan corriendo todos”.

-¿Potencialmente 4 mil personas podrían salir?- le preguntó la periodista Carmen Aristegui.

“Potencialmente sí, no tengo la cifra exacta pero démosla por buena”, respondió.

Pero insistió: “De veras no hubo la previsión para que las personas que están por todos estos delitos tienen la posibilidad de salir. No se hizo la previsión: esto va a pasar”.

“Podemos hacer muchos diagnósticos para que nos digan lo que ya sabemos. Lo que decía es: por qué en lugar de decir es culpa de A o B hacemos un diagnóstico de lo que necesitamos resolver con urgencia para que este sistema funcione”.

E hizo un llamado a no perder el tiempo y seguir “lastimando a las personas”.


(ARISTEGUI NOTICIAS/ REDACCIÓN AN/ JULIO 13, 2017 11:21 AM)

EN LA PGR, HASTA LOS AGENTES ANTISECUESTROS DESAPARECEN


La desaparición de dos agentes antisecuestro, el pasado enero, ha crispado el ambiente en la unidad de la SEIDO encargada de combatir ese delito, pues el jefe de los de­saparecidos, Gualberto Ramírez Gutiérrez, se ha dedicado desde entonces a criminalizar a las víctimas y buscar culpables entre sus compañeros de trabajo. Él mismo, sin embargo, está bajo sospecha de actuar en contubernio con el crimen organizado.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Agentes de la Unidad Especializada en Investigación de Delitos en Materia de Secuestro (UEIDMS) laboran bajo “hostigamiento”, a partir de la desaparición de dos de sus colegas en los límites entre Morelos y la Ciudad de México, en enero pasado.

En una denuncia –de la cual Proceso tiene copia–, presentada en marzo ante la Visitaduría General de la Procuraduría General de la República (PGR), los agentes ministeriales acusan del acoso a Gualberto Ramírez Gutiérrez, jefe de la UEIDMS.

Los problemas se originaron el pasado 24 de enero, cuando desaparecieron los agentes Víctor Andrés Vilchis Retana y Miguel Ángel Rodríguez Cuéllar, adscritos a la UEIDMS, que depende de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO).


Los denunciantes –quienes hablaron con este semanario a condición del anonimato– señalan que ese día, apenas transcurridas un par de horas desde que las esposas de los desaparecidos notificaron del hecho a la PGR, la institución intentó precipitadamente eludir su responsabilidad y aseguró que los agentes estaban fuera de su horario laboral, pese a que muchas veces se les envía en comisión sin que un oficio ampare su trabajo.

Pero después de los hechos, la Comisión Nacional de Seguridad (CNS) reveló que ambos agentes de la UEIDMS –que realizaban una investigación en la demarcación Tlalpan, en los límites entre Morelos y la Ciudad de México–, estaban acompañados por Marco Antonio Álvarez Gómez, suboficial de la Policía Federal quien también desapareció.

Pese a lo revelado por la CNS, la PGR se limitó a señalar que “al parecer” los agentes desaparecidos indagaban a miembros del Cártel del Golfo que operan en la capital y en el estado de Morelos.

REQUERIMIENTOS ILEGALES

Los denunciantes señalan que el jefe de la UEIDMS reunió a los agentes a su cargo para obligarlos a declarar sobre la desaparición de sus compañeros y además intentó despojarlos “ilegalmente” de sus celulares para descargar su contenido. A todos los trató como sospechosos. Sólo algunos accedieron a las peticiones de Ramírez Gutiérrez.

En la denuncia, que también turnaron a la Presidencia de la República y a la Secretaría de Gobernación, señalan sobre sus compañeros:

“Vilchis Retana se encontraba apoyando a víctimas de secuestro en la zona noreste del país (…); tenía fama de honrado y responsable entre compañeros y víctimas. Rodríguez Cuéllar ayudó a capturar a los secuestradores de una maestra en el estado de Hidalgo.

“A pesar de ello, el trato de la institución hacia los familiares, ha consistido en una indignante respuesta como es una atención indiferente, e insinuaciones de que los compañeros pudieron haber desaparecido por andar inmiscuidos en cuestiones ilegales, situación que no debe de pensarse puesto que en primer lugar, ellos son víctimas de desaparición y no delincuentes.

“En la UEIDMS deberían darles trato de víctimas en lugar de establecer juicios a priori. Sin embargo, les dan trato de imputados, ya que en lugar de realizar una búsqueda constante de su paradero, Gualberto Ramírez Gutiérrez le dio vista a la Visitaduría de la PGR (la cual investiga delitos cometidos por los servidores públicos). Tenía un marcado interés por ver primero si cometieron algún delito, en lugar de dar con su paradero”, revelan.

Aclaran: “Esta no es una apreciación subjetiva, se desprendió del extraño comportamiento del titular de la Unidad, cuando se precipitó a señalar que al momento de la desaparición, Vilchis Retana y Ramírez Cuéllar ya no estaban laborando. Para él eso fue lo más importante, a pesar de que exista una investigación no debe de limitar el inicio de la indagatoria para localizarlos”.

Señalan que el 7 de marzo, la periodista Denise Maerker dio a conocer que personal de la PGR le hizo saber que antes de la desaparición de los agentes había una investigación en su contra por supuestas actividades ilícitas y que incluso la Procuraduría aún no define la naturaleza de la desaparición: no sabe si se trata de un delito en materia de delincuencia organizada en su modalidad de secuestro, o bien delitos cometidos por servidores públicos.

“Tal situación es digna de análisis, ya que, si previo a su desaparición estaban siendo investigados, la PGR debe aclarar si se trataba de una queja por alguna inconformidad de una víctima o negligencias en el actuar, pero no precisamente por actos de corrupción”, dicen a Proceso los denunciantes.

“Tenemos el temor fundado de que a Víctor Andrés Vilchis Retana y a Miguel Ángel Rodríguez Cuéllar les hayan inventado una supuesta investigación por corrupción para darles trato de inculpados con el fin de desviar la atención de otra posible línea de investigación que involucre al mismo jefe de la unidad”, señalan.

Temen una cacería. Afirman que Ramírez Gutiérrez pretende enfocar las líneas de investigación contra los compañeros de la Unidad, ya que ha buscado responsables entre muchos agentes del Ministerio Público.

“En marzo, el licenciado Jorge García Valentín, quien funge como uno de los coordinadores de la UEIDMS, convocó a varios compañeros a su oficina, a la cual acudieron los licenciados Eder Reyes García, Juan Francisco Quezada López, Jorge Enrique Aldana Cervantes, Ana Gabriela Rocío Rosas Sandoval, con excepción de la encargada de la investigación (a pesar de que era amiga de uno de los desaparecidos).

“El coordinador asumió un trato amable y político –sin embargo, eso no le quita lo ilegal a la reunión–, solicitó que, en aras de la investigación de Vilchis y Rodríguez, le proporcionáramos nuestros aparatos telefónicos particulares. Luego llegó Gualberto Gutiérrez Ramírez y asumiendo una posición más autoritaria y prepotente (…) nos amenazó diciendo que si no lo hacíamos nos aventaría a la ‘visita’ (la Visitaduría General de la PGR).”

Lo cuestionaron: “El simple hecho de que fuéramos sus compañeros no nos convierte en sospechosos. Mencionaron que supuestamente a todos los de la Unidad se les haría lo mismo. Varios de nosotros no les creímos. Nos indicaron que nos pasarían con nuestros propios compañeros Ministerios Públicos para que nos entrevistaran (declararan)”.

Prosigue uno de los agentes que accedió a ser entrevistado: “Nos preguntaron si era nuestra voluntad proporcionar nuestro aparato telefónico para que le extrajeran la información contenida; ante esta situación, algunos accedimos, presionados y por temor a las represalias”.

Otros se negaron tanto a la entrevista como a entregar sus celulares, por considerarlo ilegal. Además pensaron que el contenido de sus teléfonos no era relevante en la investigación sobre la desaparición de sus compañeros. Afirman que las entrevistas obran en la carpeta de investigación de los dos desaparecidos.

Dicen en la denuncia: “Reflexionando, los agentes convocados a dicha reunión, casualmente son personas que se percatan de actividades irregulares que se realizan al interior de la Unidad, por lo que definitivamente esto permite pensar que dicha información no le serviría al titular para generar alguna línea de investigación interesante en la búsqueda de los compañeros, sino para tener acceso a la información de la gente no grata para él. Por eso, hay temor de que diera la orden de que las entrevistas que no le eran convenientes no fueran anexadas al expediente”.

De acuerdo con la denuncia, una muestra de la represión y hostigamiento se registró en la tercera semana de marzo, cuando el agente Juan Manuel Grimaldo Cruz, pese a que explicó las razones de su renuencia, fue amenazado por personal del órgano revisor por negarse a proporcionar su celular. Durante la visita del personal del órgano revisor, René de los Santos Torres, su jefe inmediato, fue quien “indebidamente” condujo la visita técnica.

Grimaldo presentó una denuncia ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), por los abusos e irregularidades registrados.

“Varios agentes ministeriales consideramos que estas situaciones en contra del personal de la Unidad sólo son cortinas de humo que se utilizan para desviar la atención de la opinión pública, para hacer creer que ellos estaban siendo investigados por realizar actividades ilícitas; por eso tenemos el temor de que les hayan fabricado alguna investigación”, agregan.

Y se preguntan: “¿Por qué desviar la atención? Porque una línea de investigación podría ser que el titular de la UEIDMS sea quien los haya mandado investigar de manera extraoficial. Tenemos conocimiento de que un elemento de policía (distinto al desaparecido de la Policía Federal) le reportó a Miguel Ángel Rodríguez Cuéllar la existencia de un narcolaboratorio por el rumbo en que desaparecieron los compañeros y que él lo reportó directamente al titular de la Unidad”.

En entrevista, los agentes ministeriales confirman lo señalado en su denuncia: “Extraoficialmente, tienen conocimiento de que los cuerpos de sus compañeros ya fueron encontrados. También, que los dos salieron a trabajar en una investigación oficial, como lo demuestra el que el policía federal que los acompañaba sí contaba con oficio de comisión”.

Desconocen por qué a los agentes de la PGR se les mandó sin oficio: “En muchas ocasiones se manda a los ministerios públicos a trabajar fuera de su lugar de base sin oficio de comisión; así, en una situación como ésta, que se sale de control, las autoridades asumen una posición cómoda e intentan deslindarse”.

NEGRO HISTORIAL

En su denuncia señalan que las irregularidades cometidas por Ramírez Gutiérrez en la investigación de la desaparición no son las únicas: “En internet hay una nota periodística titulada ‘Denuncian robo masivo de animales en rancho, en Iguala’, en la que se señalan actos delictivos cometidos por Francisco Mauriño Cubas y Francisco Ornelas Delgado, dos agentes de confianza del jefe de la Unidad.

Se refieren a una nota publicada el 11 de noviembre de 2014 en Diario 21, de Iguala, en la cual una mujer presentó una queja ante la CNDH por el hostigamiento a que la sometieron Francisco Cuauhtémoc Murillo (sic) Cubas, Ernesto Ornelas Salgado y un grupo de policías presuntamente de la SEIDO, quienes sin órdenes de cateo entraron a sus propiedades.

“No encontraron nada ilícito, pero sí nos robaron diversos bienes y todo el ganado. Los animales los vendieron sin papeles en la misma ciudad”, publicó el periódico igualteco.

“De esta situación tuvo conocimiento Gualberto Ramírez Gutiérrez; sin embargo, dio la orden de que se desaparecieran indicios con tal de quedarse dinero y bienes de lujo que fueron encontrados”, afirman los agentes en la denuncia.

Señalan otro caso: la detención del presunto narcotraficante Alberto Martínez Gutiérrez, El Güero Cleofas: “Es un caso conocido al interior de la Unidad, el cual fue asignado por Ramírez Gutiérrez a un agente del Ministerio Público quien a su vez era supervisado por un elemento de su entera confianza. Al momento de consignar, de manera casual e inocente se les olvido anexar los acuerdos de retención y duplicidad de la misma, lo que significó su libertad”.

En el documento mencionan que otro caso emblemático en que el titular de la UEIDMS “cometió irregularidades” es el de Ayotzinapa: “En un documento fechado el pasado 18 de agosto, la Dirección General de Asuntos Internos de la Visitaduría General de la PGR señala que Gualberto Ramírez Gutiérrez incurrió en irregularidades dentro de la investigación para dar con el paradero de los 43 normalistas desaparecidos el 26 de septiembre de 2014”.

Según el expediente DGAI/510/CDMX/2016, de la investigación realizada por el entonces visitador general de la PGR, César Alejandro Chávez, Ramírez Gutiérrez es probable responsable de entregar un imputado al extitular de la Agencia de Investigación Criminal, Tomás Zerón, sin orden o mandamiento judicial que justificara dicha acción.

“Cabe destacar que el mismo Ramírez Gutiérrez ha dirigido todas y cada una de las diligencias que obran en la investigación; no ha pasado una sola que no lleve su visto bueno, e incluso es sabido en toda la PGR que ha creado pruebas en tal investigación, tan es así que el ex visitador instruyó que se iniciara una indagatoria en su contra…”, apunta el documento.

El fin de presentar la denuncia es que la autoridad conozca el “temor” e “incertidumbre” con que laboran los agentes ministeriales de la SEIDO, sobre todo, desde la desaparición de Vilchis Retana y Rodríguez Cuéllar.

Revelan en su denuncia: “Se respira temor por la manera en la que desaparecen los compañeros y por la falta de claridad en la investigación. Se ha llegado a pensar que existe un alto funcionario al interior de la SIEDO (sic), que como se dice coloquialmente ‘haya puesto’ a Vilchis Retana y a Rodríguez Cuéllar, a un grupo de la delincuencia organizada”.

Concluyen: “Esta situación impactó en el ánimo de nuestra actividad. No sabemos si la comisión a donde se nos mande, estemos yendo al matadero”.

Este reportaje se publicó en la edición 2123 de la revista Proceso del 9 de julio de 2017.


(PROCESO/ PATRICIA DÁVILA/13 JULIO, 2017)

PATTY Y CHUY: LA PAREJA QUE HA RESCATADO DE LA CALLE A 800 PERROS EN SALTILLO

La pareja Torres López tiene 12 años salvando perros vagabundos que se encuentran heridos, enfermos y abandonados en las colonias de Saltillo. Día a día, se enfrentan a historias de maltrato y crueldad, pero continúan su labor de encontrarles un hogar


SEMANARIO'FUNDACIÓN LOUIGY



Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

“En esta vida venimos para algo, Dios te pone aquí para algo. A nosotros nos tocó estar en este mundo por los animales”.

Patty López, rescatista

Por Jesús Peña
Fotos: Luis Castrejón
Edición: Nazul Aramayo
Diseño en edición impresa: Édgar de la Garza


SALTILLO.- Patty López jura que se sabe, al derecho y al revés, los nombres y las historias de los 58 perros y 5 gatos que viven con ella, en su casa.
Es más, Patty jura que se sabe las historias y los nombres de los casi 800 perros que ha rescatado de las calles y les ha conseguido hogar, durante casi 12 años.

Y Patty jura que se sabe los nombres y las historias de los más de 100 perros que ha levantado casi muertos de las calles, atropellados, con moquillo, parvovirus, desnutridos, ya sin posibilidades de vida, nomás para llevarlos a dormir con el veterinario.

Darles una muerte digna, dice.

Patty se sabe las historias y los nombres de todos.

“De todos”, repite Patty y se carcajea con esas carcajadas suyas que sonarán muchas veces en los días que estaré con ella, su esposo Chuy Torres y sus perros, en su domicilio –refugio para canes vagabundos– de la colonia Zaragoza.

58 perros y 5 gatos, “yo no puedo con dos”, pensé el día que la escuché hablar por primera vez de su multitud de mascotas en un noticiario matutino de radio.

La verdad es que Patty ha llegado a tener en su casa de la calle de Cedro 1371, en la Zaragoza, que por cierto no es ninguna mansión, a 62 canes y 8 mininos.

62 canes y 8 mininos conviviendo en una casa de 10 metros por 20 metros y dos plantas.

PARA VOLVERSE LOCOS

Conforme pasen los días y aumente la confianza, Patty me contará que a lo largo de su matrimonio ha tenido siete abortos y por eso Dios, que nomás le dio un hijo, la recompensó con muchos perros.

Cuando vinieron a vivir aquí hace 15 años, la morada de Patty, Chuy su marido y Jorge, el hijo de ambos, no era ni siquiera eso, una vivienda en forma, sino un pie de casa con una recámara pekinés, una sala-comedor chiquitita, un baño minitoy y una cocina miniatura.

Patty, dice miniatura, chiquitito, pequeño.




Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

Cada que veíamos a un perro en la calle decíamos ‘no es posible que exista gente tan irresponsable. Los volteas a ver, cuando nunca los habías volteado a ver, empiezas a ver tanto sufrimiento",

PATTY LÓPEZ, RESCATISTA.


TANTO ANDAR ENTRE PERROS...

La suya no era esta casa de dos niveles, con garaje y mirador.

Poco a poco, Patty y Chuy la fueron ampliando. Todo para sus perros: un patio trasero para sus perros, una terraza para sus perros, en fin.

Sobra decir que la casa de Patty y Chuy huele a perro.

“Pues sí, hay perros. Tiene que oler a perros”, revira ella con el gesto fruncido.

Ni Chuy ni Patty saben bien a bien cómo empezó todo.

Sólo que una vez iban en su carro, vieron a un perro maltratado caminando por la calle y lo recogieron.

Al rato su casa, de talla pequeña, se llenó de chuchos.

“Cada que veíamos a un perro en la calle decíamos ‘no es posible que exista gente tan irresponsable’. Los volteas a ver, cuando nunca los habías volteado a ver, empiezas a ver tanto sufrimiento. La gente ni siquiera voltea a verlos, para muchos todavía son invisibles”, dice Patty.

Estamos en su oficina, que antes era su recámara, pero que ahora ni es oficina ni es recámara, es un lugar, un espacio más de la casa para sus perros.

Por toda la casa, hasta en la ducha  y la cocina, hay y ha habido perros, camadas completas de perros callejeros.

Hace 12 años que la sala de la familia Torres López ya no es sala, ni el lecho conyugal es lecho conyugal, sino un albergue para canes sin dueño, ladridos saliendo de todas partes, un concierto de ladridos, muchos ladridos, 58 a la vez, una sinfonía de ladridos, una salva de ladridos guáu, guáu, guáu.

Ahora mismo en la oficina de Patty nos acompaña “Mía”, la papillón blanca con manchas negras que Patty y Chuy rescataron en la colonia Guerrero, hace ya dos años.

Alguien subió al Feis el video de una perrita pinta arrastrándose por la calle.

Patty y Chuy, que iban de camino a la veterinaria a ver a otro cachorro que estaba internado, decidieron ir a buscarla.

Y sí, la encontraron arrastrándose en el pavimento, la levantaron y enrumbaron para el doctor.

Resultó que “Mía” tenía la columna fracturada y sus piernas y patas completamente quemadas por el arrastre.

Llevaba ya tres meses de estarse arrastrando por las calles de la Guerrero, les dijo la gente a Chuy y a Patty cuando llegaron a rescatarla.

Probablemente le habían dado una patada, un golpe con un palo, una pedrada en la columna y se la quebraron.

Hoy, gracias a Patty y a Chuy,  “Mía” está viva y puede caminar con ayuda de un carrito, una como silla de ruedas, pero para perros.

Patty y Chuy no se explican cómo es que “Mía” vino a terminar en la calle.

El papillón es una raza muy fina y cara, alrededor de 50 mil pesos.

“De quién sería, quién sabe”, dice Chuy.

En la oficina de Patty hay escritorio, un sofá, unas cuantas sillas, perros de peluche, fotografías de los chuchos más queridos de la familia y una repisa con nueve urnas que guardan las cenizas de canes inolvidables, por especiales.

Una de esas urnas es la de “Regalo”, el maltés talla grande  que Patty y Chuy encontraron vagando por el puente Morelos, en medio del tráfico, con un catéter conectado a los testículos.

Estaba desnutrido y llevaba la rasta colgando.

Tenía las carnes negras y la cabeza pelada.

“Fue un animal de laboratorio, le estuvieron administrando, ¿qué?, no sabemos. Lo llevamos al veterinario, lo sacó adelante, pero a los cuatro meses falleció de cáncer. También tenía diabetes e insuficiencia renal”, dice Patty.



Labor. Durante casi 12 años, la pareja ha rescatado de las calles a casi 800 perros. Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

Otro día, de visita en la recámara de Patty y Chuy, donde además duermen sus cinco gatos, Patty me platicará de una minina a la que sus dueños metieron en una bolsa de plástico y  aventaron al agua del arroyo que cruza por la colonia Mirasierra, mientras llovía.

Tenía un mes y medio de nacida.

Chuy, que iba pasando, cosas del destino, la vio flotar entre la corriente y la salvó.

Me gustaría saber cómo hace Patty para lidiar emocionalmente con tantas historias de crueldad. Yo no podría.

Ella dice que ya necesita una terapia psicológica por tanto maltrato que ha visto.

“Hemos llorado mucho, mucho”, dice.

Luego me cuenta la historia con final feliz de “Gema”, otra perrita invadida de sarna a la que rescató de la colonia Mirasierra.

A “Gema” se le caían los pedazos de piel cuando se rascaba y en las llagas de la cabeza traía pulgas y garrapatas incrustadas.

Estaba tan deforme y fea que no se sabía si era perro, zombi o extraterrestre.

La gente que la miraba caminando o echada en la calle le tenía miedo.

Al cabo de cinco meses de tratamiento, “Gema” recobró su apariencia: era una cocker spaniel negra de aproximadamente 10 años.

Luego que se recuperó la adoptó una familia de Torreón y ahora vive dichosa.

“Me mandan fotos desde allá y estoy llore y llore, ‘mira Gema’”, dice Patty.

Patty dice que a diario llegan a la oficina entre 20 y 30 reportes de perros que son abandonados por sus dueños en las calles.

“Y siento una impotencia muy fuerte porque no puedo con todos”.

De vez en vez los ladridos ensordecedores, desquiciantes, de la marabunta canina interrumpen y opacan la conversación.

No es para menos:

28 perros de razas pequeñas en lo que fue, ya no es, la sala-comedor de la casa; 13 de talla grande en el patio trasero de la planta baja; 10 en el traspatio de la planta alta, 5 en la terraza y 2 en la cochera, dan un total de 58 chuchos.



Digno adiós. En la oficina de Patty hay una repisa con nueve urnas que guardan las cenizas de canes inolvidables, por especiales. Foto: Vanguardia/Luis Castrejón


PARA VOLVERSE LOCOS, LOCOS

A esta casa, la casa de Patty y Chuy, nadie viene, solamente sus amigos rescatistas, algún reportero, gente que tiene interés en adoptar, personas que a veces donan alimento y animalistas que tienen perros y aman a los perros igual que Patty y Chuy.

Y en la casa de Patty y Chuy hace mucho que se acabaron las reuniones, las fiestas de cumpleaños, las navidades, los años nuevos.
Con 58 canes y 5 mininos, ya no hay lugar ni tiempo para nada.

“Aquí no hay Navidad de adornos, no hay Navidad de regalos, no hay Navidad de nada ni hay árbol de Navidad, no hay nada, Hace cinco años que fue la última vez que puse un pino de Navidad y arreglé con esferas, porque cada que  llegábamos del trabajo encontrábamos las esferas tiradas, los monitos todos llenos de pipi, dije ‘no, ¿para qué, para qué?’”, dice Patty.

Ya ni los familiares de Patty ni los Chuy se paran por aquí, dicen que están chalados.

“Me dicen ‘es que estás loco, cómo vas a andar en la calle’, ‘lo siento –les digo–, pero me gustan (los perros) y no voy a dejar de Salir’”, dice Chuy, una de esas mañanas que platicamos en su casa-refugio para perros callejeros.

Chuy rescata perros de la calle hasta cuándo va por las tortillas, el pan, la leche, “De repente llega y dice ‘mira, lo encontré tirado”, cuenta Patty.

Y me cuenta de cuando ella y Chuy iban a la colonia Loma Linda para alimentar, desparasitar y bañar a los perros con sarna o infestados de garrapatas que se encontraban vagando por las calles.



'Nosotros ya no tenemos casa'. Con 58 perros y 5 gatos, ya no hay lugar ni tiempo para nada. En la recámara, además de Patty y Chuy, duermen los mininos. Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

No es una labor que se planee, nos fue atrapando. Empezamos a ver perritos en la calle ‘mira, vamos a darles de comer, vamos a darles agua’”.

CHUY TORRES, RESCATISTA.

Los vecinos pesaban que estaban locos.

De eso hace ya dos años y Loma Linda sigue siendo uno de los sectores de Saltillo que hierben de chuchos callejeros.

“Duramos tres meses yendo, poniendo de nuestra bolsa, hasta que dijimos ‘no, ya no se puede, no vamos a terminar nunca’. Es ilógico que te vayas a traer 50 perros diarios, ¿dónde los metes? La gente es muy irresponsable y por eso tenemos infinidad de perros en la calle”, dice Patty.

De chica, Patty había soñado con ser oficinista y Chuy bombero, pero a ninguno le pasó por la cabeza que sería rescatista de perros callejeros y menos que su casa de muñecas, su pie de casa, se convertiría en un refugio para canes sin dueño.

De chica, Patty había tenido un perro cruza de collie amarillo, pelo largo, talla grande, noble, cariñoso, que su padre llevó de cachorro a casa cuando ella nació.

Le duró 19 años.

Murió de viejito.

Y para Patty fue como si se le hubiera muerto un familiar.

De chico, su marido había tenido un pinscher mediano, negro con café,  que un día llegó a solo a la casa (“Solovino”) y se quedó.

Vivió 14 años.

Manos anónimas lo envenenaron.

En ese tiempo no se acostumbraba alimentar a los perros con croquetas, llevarlos con el veterinario, desparasitarlos, hacerles corte de pelo, limarles las uñas, y si acaso, confiesa Patty, su mascota tuvo una vacuna, probablemente de rabia, en toda su vida.

Pero la gente cuidaba sus perros, eran perros de casa.

Le digo a Patty que no entiendo cómo es que ella y Chuy lograron congeniar en eso de los perros.

No siempre los matrimonios tienen los mismos gustos.

Patty dice que cuando eran novios jamás tocaron el tema. No es que hayan hablado de si les gustaban o no los animales. Ya casados llegaron a tener dos o tres chuchos que fallecieron a causa de le edad, pero nada más.

Hasta que hace 14 años vino “Louigy”, el chihuahua pelo de alambre que un amigo de Patty y Chuy les regaló chiquitito, de dos meses y medio.

Con él, dice Patty, se enamoraron de todos los perros.

Tal vez por eso “Louigy” es el can más consentido y respetado de todo el albergue, aun entre sus congéneres de talla grande.

Y la fundación en favor de los perros sin hogar, que hace un año y medio formaron Patty y Chuy, debe su nombre a “Louigy”: Fundación “Louigy”.

“Ven, ‘Louigy’, venga, mijo, venga, mi niño, ven, córrele, papá, venga, mi niño”, lo mima Patty cuando lo trae para presentármelo: “Él es Louigy”, dice.

Chuy está tratando de recordar cómo fue que él y Patty se hicieron rescatistas:



Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

“No es una labor que se planee, nos fue atrapando. Empezamos a ver perritos en la calle ‘mira, vamos a darles de comer, vamos a darles agua, cómo hay gente inconsciente, irresponsable que los deja salir’, y empezamos a acarrear agua y croquetas en el carro. Todavía les damos de comer porque es imposible cargar con todos los animales de la calle. Lo que hacemos es darles de comer y que sigan su camino”.

A “Louigy” le siguió “Camila”, una weimaraner gris a la que Patty y Chuy sacaron de un domicilio en la colonia Provivienda, porque su familia tenía muchos perros y no la podía mantener.

Hace unos meses que “Camila” falleció, de viejita.

Dice Patty y enseguida me cuenta una anécdota de “Camila”, realmente maternal.

“Fue una perra muy noble. Cada que rescatábamos algún cachorro que fuera para amamantar, ella, aunque no le saliera leche, se lo pegaba”.

Después llegó otro y otro y otro y otro y otro chucho, hasta que la casa de Patty y Chuy reventó de perros callejeros y aquello fue la locura.

Se les salió de las manos.

“Empezamos a ampliar la casa, no para nosotros, la empezamos a ampliar para los perros”, dice Patty.

Se amplió, reafirma Patty, para darles hogar a los perros que están abandonados, maltratados, en la calle.

“Prácticamente es la casa de ellos, nosotros ya no tenemos casa”

Mañana calurosa en lo que fue, ya no es, la sala-comedor de los Torres López, donde antes Patty atendía a los invitados a sus fiestas, cuando había fiestas.

Aquí no hay sofás, juegos de entrenamiento, mesas de centro, lámparas ni floreros, apenas un modular, una pantalla, una computadora y muchos, pero muchos perros, 28, la mayoría chihuahua, como pelotitas alteradas.

Patty, hablándoles por su nombre: ésta se llama “Jenni”, porque el día que llegó al refugio murió Jenni Rivera; aquél es “Grinch”, el perro más enojón de la casa; la otra es “Denisse”, por “La Mapacha” de Big Brother, es que cuando nació tenía los ojos negros como los mapaches; y éste es “Mercado”, porque lo rescataron en un mercado.



Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

Sus historias, las de los 58 que viven aquí, son muy parecidas:

Perros con sarna, esqueléticos, llenos de pulgas, de garrapatas, enfermos de moquillo, con la cadera hecha pedazos, invadidos de cáncer, algunos mutilados, otros que andaban penando en las calles y fueron rescatados.

Un domingo a mediodía que vi a Chuy en la Ruta Recreativa ofreciendo sus perros en adopción, le pregunté si en los 12 años que lleva rescatando chuchos de la calle ha pescado alguna infección o se ha contagiado de alguna enfermedad, dijo que no, a pesar de las 20 mordidas de perros que ha recibido y los otros tantos piquetes de garrapata que tenido que aguantar.

Otra mañana en la cochera de la casa conozco a “Lana”, una pitbull que llegó al alberge en los puros huesos.

La rescataron una tarde que llovía muy fuerte y “Lana” estaba en medio de calle, mojándose.

Ahora, dice Patty, es una perra sana y pesa 20 kilos.

Nadie se ha interesado en adoptarla, con todo y que “Lana” es una pitbull noble, que le gustan los niños y convive con otros perros.

A la perra, cruza de bóxer, que vive en la terraza, la recogieron a las afueras de un centro comercial. Estaba preñada.

Sus ocho cachorros se fueron en adopción y ella se quedó en el refugio a la espera de un hogar.

El que quiera saber cómo es vivir con 58 perros y cinco gatos en el albergue de la Fundación “Louigy”, que le pregunte a Patty López.


"Mía" tenía la columna rota y las patas quemadas por arrastrarse. Ahora puede caminar con ayuda de un carrito, una silla de ruedas para perros. Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

Ella responderá que aquí el día comienza a las 5:00 de la mañana y lo primero que hay que hacer, después de levantarse, es limpiar con bastante agua, cloro y jabón los orines y las eses de los perros, regados por todas partes. Entrada la mañana, dar de comer a los perros más pequeños; a mediodía, limpiar otra vez con bastante agua, cloro y jabón los desechos de los canes; almorzar, si es que se puede, si no esperar hasta la hora de la comida. Ya por la tarde, alimentar a los perros grandes; luego limpiar, otra vez, con bastante agua, cloro y jabón las excrecencias los chuchos. En la noche cenar, si es que hay tiempo; y antes de irse a dormir, volver a limpiar con bastante agua, cloro y jabón toda la casa y, si todo sale bien y no hay imprevistos, acostarse a la 1:00 ó  2:00 de la mañana.

“Aquí todo el día es lo mismo y es bien cansado, desgastante. Ya no tenemos tiempo para nosotros, pero es la vida que escogimos vivir”, dice Patty.

Hay gente a la que no le gustan los perros por simple hecho de que cagan.



Refugio. Patty y Chuy empezaron a ampliar su casa no para ellos, sino para los perros que iban rescatando. Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

Y gente que dura días y hasta semanas para recoger la mierda de sus mascotas.

Me pregunto si Patty no está asqueada de tanta caca.

“No, yo digo que el asco y todo eso se va. Me da más asco la reacción de muchas personas que me dicen ‘es que cómo puedes estar limpiando todo el día la suciedad de los perros’. En realidad ellos comen pura croqueta”.

Pero parece que sus vecinos de la calle Cedro, en la colonia Zaragoza, no están muy de acuerdo con ella.

Varias veces la han denunciado ya a Ecología por los malos olores y los ladridos que provienen de la casa.

“Agradecidos deberían de estar con cada uno de los rescatistas.

Estamos colaborando para que baje este problema de salud pública, le estamos quitando trabajo al Municipio, rescatando los perros de la calle.

Ellos los recogen para sacrificio y nosotros para darles hogar”, dice Patty.

Otro día en su oficina de la fundación, que es a la vez estancia para perros callejeros, Patty se pone a hacer números:

20 litros de cloro por semana y una docena de trapeadores industriales, cada tres meses, para la limpieza de este hogar. De trapeadores industriales, eh, porque los de la tiendita no sirven para las rudas faenas de esta casa.



Un día en el albergue consiste en levantarse temprano para limpiar, dar de comer, limpiar otra vez. Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

Se calcula que los perros de Patty devoran unas cinco toneladas de croquetas al año, que si las convertimos a moneda nacional equivalen a más de 100 mil pesos.

Cuando Haydeé Otero y Édgar Córdoba, los chicos que le ayudan voluntariamente con la logística de la fundación, se lo dijeron, ella se quedó con la boca abierta.

“Lo único que se me ocurrió decir fue ‘ay, cuánta popo sale de ahí’”, dice Patty, se carcajea y sola se contesta: más de 30 kilos de excremento, cada tercer día.

A esos gastos faltaría sumarle lo de las vacunas, medicamentos,  desparasitaciones, consultas al veterinario, cirugías y esterilizaciones.

Todos los perros de la Fundación “Louigy” están esterilizados y listos para irse en adopción en cualquier momento.

Para sacar dinero, Patty hace estéticas caninas (baños, cortes, desparasitaciones) y Chuy vende casas para perro, comederos y rascaderos para gato, que fabrica con las tablas que le dona alguna maderería.



Actualmente hay 28 canes de razas pequeñas en lo que fue, ya no es, la sala-comedor; 13 de talla grande en el patio trasero de la planta baja; 10 en el traspatio de la planta alta, 5 en la terraza y 2 en la cochera. Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

Con frecuencia organizan rifas y subastas.

De vez en cuando llega algún animalista a la puerta de la fundación para donar un poco de alimento o artículos de limpieza.

Antes, Patty y Chuy vendieron  gorditas y después elotes asados a la entrada de la colonia Mirasierra, para mantener el albergue y mantenerse ellos.

Es difícil conseguir recursos para una causa como ésta.

“A veces no completamos, por eso nos quedamos ya sin muebles, todo se ha vendido. Ya no tenemos comedor, ya no tenemos sala”, dice Patty.
Chuy me cuenta que hace algunos días alguien que se dice rescatista los acusó, en redes sociales, de vender perros y explotar la imagen de la fundación para su provecho.

“No cierto y yo a esa persona espero verla para que lo diga en mi cara. Da mucho coraje que te tachen de que estás haciendo negocio, de que estás lucrando con los animales”, advierte Chuy.

Una mañana más en uno de los patios del refugio donde conviven 13 canes de talla grande que fueron rescatados de las calles.

Chuy señala a un perro que encontraron con el ojo reventado, colgándole.

Supone que alguien le dio un golpe y lo dejó sin ojo.

Ahora señala a otro cachorro con tres patas, al que encontraron atropellado.

Ellos, junto con “Mía”, le papillón blanca con negro que anda en silla de ruedas, son los canes más conocidos del albergue.

Patty y Chuy acostumbran llevarlos cuando los invitan a dar pláticas en las escuelas. No para exhibirlos como rarezas de circo, sino para despertar la conciencia en los nenes sobre el respeto y el cuidado a los animales.

Si hay algo que me apasiona en la vida es mi trabajo de reportero urbano, pero yo tengo un sueldo, a mí me pagan por escribir, le digo a Patty y le pregunto qué carajos gana ella de andar levantando perros callejeros.



Foto: Vanguardia/Luis Castrejón

5 toneladas de croquetas al año, lo que equivale a más de 100 mil pesos.
 
20 litros de cloro por semana y una docena de trapeadores industriales, cada tres meses.

30 kilos de excremento cada tercer día.

AYUDA



¿Deseas apoyar la causa  de Fundación “Louigy”? Llama al 8447644841

(VANGUARDIA / JESUS PEÑA/ SÁBADO, JULIO 8, 2017 - 22:09)