El
bastión, ubicado en la sierra de Badiraguato, estaba bajo control de los
Beltrán Leyva
La
supremacía de los Guzmán se impuso en la guerra que, desde junio de este año,
sostienen contra el Cártel de los Beltrán Leyva, pues pistoleros de Aureliano
Guzmán Loera, el Guano, tomaron por asalto la sindicatura de Huixiopa y, tras
un enfrentamiento de horas, logró apoderarse del pueblo.
Huixiopa
es la tierra donde nació el legendario narcotraficante Juan José Esparragoza
Moreno, el Azul, y fue de ahí que partieron los comandos que en junio pasado
tomaron La Tuna y violentaron la casa de doña Consuelo Loera, madre de Joaquín,
el Chapo Guzmán, hecho que desató una nueva guerra.
De
acuerdo con personas entrevistadas por Ríodoce, no únicamente se tomó el pueblo
que hasta ese momento era considerado el centro de operaciones de los Beltrán
Leyva, también sitiaron la zona y se desconoce a cuántos asciende el número de
asesinados, pues ni el gobierno municipal, ni la Procuraduría General de
Justicia del Estado, han reportado muertos en Badiraguato.
“Debe
haber (muertos) regados por donde quiera”, dijo un residente de La Tuna, quien
desde mediados de junio pasado sacó a su familia de ese poblado, por temor a
ser víctima de los enfrentamientos entre ambos grupos armados.
Una
vez tomado el pueblo, los pistoleros del Guano rayaron con pintura de spray
casas y el letrero de bienvenida en la entrada del pueblo, donde se alcanza a leer “Pura Gente de
Guzmán, #701”.
LOS CAMINOS SOLOS
Para
llegar hasta La Tuna, tierra de Joaquín el Chapo Guzmán, se pasa por la
cabecera municipal de Badiraguato, por Santiago Los Caballeros, Tameapa, hasta
que termina el asfalto, en Bacacoragua. A partir de ahí todo es terracería.
Había
rumores que en el próximo poblado, Huixiopa, seguían los enfrentamientos entre
los Guzmán y gente de los Beltrán Leyva, y la orden era visitar la zona para
corroborar la información que había llegado a la redacción de Ríodoce.
Pero
luego de tres horas de recorrido, y justo llegando a Huixiopa, un grupo de al menos
12 pistoleros armados con fusiles automáticos, cerró el paso a la camioneta en
que viajaban los comunicadores.
Y
mientras unos sicarios apuntaban a la camioneta, según ellos para evitar
cualquier tipo de “sorpresa”, otros dos se acercaron al conductor para
preguntar quiénes viajaban en la camioneta, y hacia donde se dirigían.
“Somos
reporteros de Ríodoce”, dijeron los ocupantes.
Los
pistoleros dudaron unos minutos, pidieron gafetes de prensa que confirmaran que
efectivamente eran periodistas, y luego de observar las fotos unos minutos, uno
de ellos se apartó para pedir instrucciones vía radio.
Quien
se quedó frente a los periodistas preguntó que hasta donde pensábamos llegar;
hasta Huixiopa, se le dijo, y el pistolero sólo mostró una expresión de displicencia.
Al
poco tiempo, el pistolero que se había ido para pedir instrucciones regresó, y
pidió a los periodistas que bajaran de la camioneta, y que esperaran bajo una
pingüica que estaba a lado del camino.
ARMADOS HASTA LOS DIENTES
Traían
rifles AK47, los famosos cuernos de chivo, con cargadores de disco, chalecos
antibalas, granadas, pistolas fajadas a la cintura, cargadores, y portaban
gorras donde se leía #701, el número que distingue a Joaquín Guzmán.
Por
si o por no se le preguntó al pistolero si eran “gente del Chapo o de los
Beltrán Leyva”.
El
pistolero se volvió a la distancia, como evadiendo la pregunta, pero al final
dijo que todos ellos eran gente del señor Guzmán, y que estaban peleando la
plaza. Entonces, quien parecía estar a cargo de los pistoleros dijo:
“Es
muy peligroso que anden por aquí porque esta es zona de guerra, los cohetazos
pueden tronar en cualquier momento y no deben de estar aquí”, dijo a los
periodistas.
“La
cosa aquí es que estamos en guerra, y no podemos hacernos responsables de
ustedes”, dijo.
El
motor de una camioneta de pronto se escuchó aproximarse, y los pistoleros
rápido se resguardaron detrás de árboles y arbustos, mientras ordenaban los
periodistas que hicieran lo mismo, pues podía tratarse de grupos enemigos, y la
orden de ellos era atacar.
Pero
luego de unos segundos, apareció una camioneta Ford de cuatro cilindros, con
una pareja a bordo. Fueron detenidos, pero la pareja explicó que eran
residentes de Arroyo Seco, y entonces se les permitió el paso.
“La
guerra no es contra civiles ni contra el gobierno, sino contra gente de los
Beltrán Leyva; a esos sí donde los miremos los vamos a trozar”, dijo el
pistolero.
—¿Cuántos
muertos se han registrado durante los enfrentamientos?, se le preguntó.
—Muchos.
—¿Qué
tantos?
—Cientos.
Es una guerra, y donde hay guerra hay muertos.
—¿De
ellos (los Beltrán Leyva), o de ustedes?
—De
ambos lados.
—¿Quién
va ganando la guerra?
—Nosotros
ya tenemos controlada toda la zona. Ya tomamos el pueblo que ellos controlaban.
Es todo lo que le puedo decir.
—¿Sabían
que veníamos?
—Desde
que pasaron Bacacoragua se nos dijo que venía una camioneta negra con una mujer
y un hombre. Desde allí se nos informaba de ustedes cada cinco minutos.
—¿Hay
más gente en el pueblo?
No.
—¿Porqué?
—Todos
se fueron. La guerra no es con la gente.
Justo
en ese momento llegó una camioneta Toyota Tacoma color blanca, sin placas; uno
de los ocupantes bajó, y ordenó que los periodistas se regresaran por donde
llegaron “porque la zona estaba ardiendo y podían correr peligro. Todavía
quedan gente de los otros por aquí, y es peligroso que estén aquí”.
—Sólo
queremos tomar fotos a las casas que dicen que se quemaron, y nos vamos.
—Nos
va a disculpar pero eso no se va a poder. Por su seguridad, le pedimos que se
vaya —dijo el recién llegado.
Y
fue todo lo que se pudo negociar. Todavía fuimos escoltados por la Tacoma
Blanca hasta afuera del poblado, para asegurar que “la partida” ocurriera sin
incidentes.
LA HISTERIA
Reportes
de residentes que huyeron del lugar desde ya hace varios días, sugieren que los
enfrentamientos han sido casi a diario, y que la guerra se está inclinando a
favor de la familia Guzmán Loera.
“Es
su terreno, y era difícil que los Beltrán Leyva pudieran financiar una guerra
durante tanto tiempo”, dijo un familiar de los Guzmán Loera, quien solicitó no
se revelara su identidad.
Otros
dicen que Ismael el Mayo Zambada intervino y pidió a Alfredito Beltrán, que se
calmara, y que ese habría sido el motivo real por el cual se calmó todo.
Lo
cierto es que residentes de esa zona siguen sin regresar a sus casas por temor
a que los enfrentamientos continúen, aunque según el general Moisés Melo
García, coordinador estatal de seguridad, sería en los próximos días que se
instalaría una base militar en Huixiopa para “seguridad de los residentes”.
“El
problema es que no creemos en el gobierno; pero de algo han de servir”, dijo
Armida Álvarez, quien tiene su domicilio en Huixiopa, pero desde junio huyó a
Culiacán por temor a la violencia.
En
tanto, al menos hasta la semana pasada, la presencia del gobierno fue nula en
esa zona. Durante el recorrido que hizo Ríodoce para llegar a Huxiopa, no se
encontró a ningún elemento que representara al Gobierno. De ningún nivel.
(RIODOCE/
Miguel Ángel Vega /25 septiembre, 2016)