La tarde del pasado viernes, decenas de
sicarios encapuchados arribaron al municipio de Actopan, “se trepaban al techo
de las casas y corrían de un lado a otro”. De acuerdo con el relato de los
pobladores, primero llegaron a El Embarcadero, hurtando los objetos de valor
para después llevarse a tres hombres. La segunda parada, bajo el mismo modus
operandi, fue en El Ojital, donde levantaron a otros tres. Después llegaron a
Alto Lucero, para entonces ya habían dos personas heridas y seis secuestrados.
Los habitantes han asegurado que “fueron Los Zetas, el grupo más fuerte en el
estado de Veracruz […] Acabaron con la felicidad de Alto Lucero. Secuestraron
gente. Llevaban una pinche lista y comenzaron a hacer su desmadre”.
Miguel Ángel León Carmona
Veracruz/Ciudad de México, 21
de agosto (SinEmbargo/BlogExpediente).- “Esos cabrones andaban secuestrando
gente. Llevaban una pinche lista y comenzaron a hacer su desmadre. Yo le puedo
decir, primo, que nomás iban por tres; los otros cinco eran inocentes. Nosotros
en el pueblo somos bragados y quisimos detenerlos; pero contra esa gente no se
puede pelear”.
Voces de tres vaqueros, sobre
la avenida Murilla Vidal, de Xalapa, Dicen sentirse incómodos en las salas
donde ahora velan a cinco de los ocho asesinados el pasado viernes 19 de
agosto, en la llamada masacre de Alto lucero.
Allí adentro, en el parque
memorial Bosques del Recuerdo, sólo abundan los quejidos y el olor a cadáveres
de tres días. Además, los hombres tampoco pueden recordar a los suyos como se
acostumbra en el rancho El Limón; llorando y maldiciendo culpables, aferrados a
una botella de tequila Cien Años.
“Estos canijos acabaron con
la felicidad de nuestro pueblo. Iban buscando billete, porque sí hay, pero las
fortunas se hacen chiquitas cuando se tienen seis o siete hijos. A esa gente le
gusta hacer dinero a la mala. Nosotros tratamos de defendernos; pero eran un
chingo”.
¡Ay, primo nos partieron la
madre!”, dice el más viejo de los vaqueros, mientras se cura la pena con sabor
a agave.
El reportero escucha la
charla mientras busca un encendedor para quemar un cigarrillo. “Venga, mijo,
aquí se lo prendemos. Además se ve que quiere escuchar la historia. Venga, que
se la vamos a contar, pero antes péguele un trago a la botella y no sea
grosero”.
El más sobrio de los tres se
recoge el llanto y se presenta como pariente de cuatro difuntos: Orlando Grajales
Aguilar de 23 años. Tomas Grajales Rodríguez de 46. Francisco Montero Rodríguez
de 40, y Mario Montero Rodríguez de 67. “A Tomás lo mataron por defender a su
chamaco y a Pancho por querer salvar al viejón. Así las cosas”.
Es como la tragedia comienza
a dibujarse, brindando por los caídos, unos de Alto Lucero y otros del
municipio vecino de Actopan, Veracruz. Una barredora fúrica en menos de 12
kilómetros que sembró el pánico en tres comunidades de la costa veracruzana.
En tanto, de los agresores,
los vaqueros reprochan sobre la vía pública: “Qué otro grupo habrá sido que no
sea el más fuerte en Veracruz, primo. Los Zetas”.
Un comando saquea pueblo de Veracruz, se
lleva a varios civiles y ejecuta al menos a ocho
“EN EL EMBARCADERO, PRIMERA
PARADA, SE LLEVARON A TRES”
Eran las 16:00 horas del
viernes 19 de agosto en la comunidad de El Embarcadero, Actopan, Veracruz; las
señoras levantaban los trastes de la comida, los niños jugando con las canicas
y el trompo de madera; los más viejos contemplaban el silencio desde sus
butaques (sillas de madera con forro de piel de borrego). Fue cuando una
tormenta de proyectiles cimbró el cielo.
Los entrevistados hablan de
al menos quince vehículos de distintos modelos, con al menos 50 gatilleros
abordo. La Fiscalía General cita 12 que fueron decomisados, con placas del
Estado de México y de Veracruz. “Había unos bien chamacos, otras ya señores;
unos se dejaron ver las caras, otros iban de pasamontañas”.
El presunto mando del convoy
sacó una lista de papel y leyó el nombre de Claudia Montero Zavaleta. No fue
difícil localizarla, aseguran, pues en el camino de terracería apenas se asoman
cuatros viviendas. La orden fue levantarla.
Los sujetos armados
irrumpieron en las viviendas del Embarcadero hurtando los objetos de valor:
pantallas, electrodomésticos, dinero en efectivo. Dejando un destrozo en los
interiores.
Sin embargo, dos hombres de
oficio queseros trataron de impedir el secuestro de Claudia Montero. No hubo
respuestas de los encapuchados; se los llevaron también. Los subieron a las
bateas, vistiendo sus mandiles y botas de hule blancas; el uniforme de su eterno
oficio.
“No sabemos si la difunta
tenía dinero, pero estos queseros eran bien pobres. Su error fue querer
rescatar a la muchacha; murieron haciendo lo que nos enseñan los viejos en el
pueblo, defender a las mujeres”, comparten los vaqueros, ya con la botella de
tequila anunciando el fondo.
A ninguno mataron en ese
momento, aseguran los testigos. El plan seguía en pie, secuestrar a todos.
“Mejor para los malos, pues ya se les estaba haciendo costumbre secuestrar por
esos rumbos. Dijeron si vengo por uno pues me llevo a tres, qué chinga”.
“SEGUNDA PARADA, EL OJITAL, LEVANTARON A OTROS TRES”
¿Quién es Mario López?,
preguntó un encapuchado, palomeando su lista de papel. “El viejo ya colmilludo,
contestó que no estaba. Pero, Mario, su hijo, al ver a tantos hombres armados
bajo corriendo desde la azotea y dijo que era él… Pero a quien buscaban era al
Pancho. A esos canijos les valió madre y se llevaron a los dos” comparte el
vaquero a las afueras de Bosques del Recuerdo, esta vez con un trago profundo a
su bebida de tequila, por tratarse de sus familiares.
Del primer poblado, El
Embarcadero al Ojital, hay unos cinco kilómetros de distancia. La gente no tuvo
tiempo ni señal telefónica para prevenir a los vecinos. Además, cuentan los
testigos que los gatilleros esta vez bloquearon las estradas del pueblo con sus
vehículos. Nadie debía escapar, fue la orden.
De la comunidad El Ojital,
también perteneciente al municipio de Actopan, secuestraron en total a tres
personas. La última víctima, cuentan los entrevistados, responde al apodo de
“El Pelón”, a quien no hallaron los pistoleros y en su lugar plagiaron a su
hermano. “Fue la misma chingadera, primo. Nadie quiere que le quiten a un
hermano”.
La técnica para penetrar el
temor entre los lugareños fue la misma; lluvia de balas, palabras altisonantes
y carcajadas de los encapuchados. “Allí se robaron hasta una camioneta; ropa,
tenis, todo se llevaron. Tengo una prima que tenía unos loros, pues hasta los
loros se chingaron”, precisa el hombre, que si bien rebasa los niveles del
alcoholímetro, advierte que su nombre no debe salir en el escrito.
Civiles huyen de Alto Lucero tras
matanza; eran más de 50 asesinos, y siguen por ahí, dice el Alcalde
“LA TERCERA PARADA ERA EL LIMÓN, PERO NO LOS DEJAMOS”
Los personeros arrancaron los
automotores y pusieron la mira en el tercer poblado, ya en el municipio de Alto
Lucero, en el rancho El Limón, a escasos siete kilómetros de distancia. Habían
transcurrido al menos 20 minutos y la presencia policial de José Nabor Nava
Holguín, Secretario de Seguridad Pública del Estado.
El saldo para entonces ya era
de seis personas plagiadas y otras dos heridas por proyectiles; gente que ante
el estruendo de los armamentos salieron a asomarse desde la azoteas. “A uno le
impactaron en el pecho y está hospitalizado de gravedad. A otro le rozaron la
oreja”, detalla Manuel Domínguez, Alcalde de Alto Lucero.
El mensaje, en el poblado
rural había llegado más pronto al Limón que la asistencia policial. Acto
seguido, la comunidad, no mayor a los 200 habitantes, decidieron repeler el
convoy de presuntos secuestradores con una hilera de camionetas y carros de
remolque.
“Nosotros esperábamos un
carro o dos, pero eran un chingo. La primera vez que hubo un secuestro nada más
entraron dos camionetas. La verdad, primo, al ver tanta gente mejor decidimos
escondernos en nuestras casas. Tenemos más huevos que ellos, pero con tanta
pistola no se puede”, se lamentan los vaqueros, advirtiendo que la bebida de
litro está por terminarse.
“ALGUIEN LES DIO EL PITAZO A LOS MALOS Y SE FUERON”
“A lo mejor les dieron el
pitazo de que iban los soldados y ya no entraron al Limón. Desafortunadamente
ya le habíamos dicho a mi pariente Tomás que se jalara para el pueblo a
auxiliarnos. ¡Ay, primo, a ellos no les tocaba, pero por querer venir a
apoyarnos se lo chingaron junto a su hijo también”.
El convoy se desvió del Limón
con rumbo a la comunidad de El veinticuatro, Alto Lucero. Tomás y Orlando
regresaban de su jornada en el campo, abordo de una camioneta Pointer color
gris… Fue en un camino sin salida donde padre e hijo se toparon con el arsenal
de los encapuchados.
“Donde acorralaron a mis
parientes está un puente; se quedaron a cinco segundos de haber llegado a la
cima. Me imagino que de haber visto el desmadre se pudieron haber desviado o
escondido. Pero los malos vieron que la camioneta venía recio y comenzaron a
dispararles”.
“Pensamos que Tomás murió al
instante, porque recibió varios impactos en el cuerpo. Aun así lo subieron a la
camioneta con los otros seis que iban secuestrados. A Orlando le pegaron con
los rifles en el rostro. A lo último lo mataron con el tiro de gracia”, cuentan
los hombres de sombrero.
Siete presuntos involucrados en la
masacre de Alto Lucero, en Veracruz, son detenidos: Duarte
“SI NOS VA A CARGAR LA MADRE, A USTEDES TAMBIÉN”
El Alcalde de Alto Lucero
asegura que apenas recibió la noticia del altercado en la zona de su municipio
solicitó apoyo a la Secretaria de la Defensa Nacional (Sedena) y de la
Seguridad Pública (SSP). Los lugareños dicen que a los gatilleros les dio
tiempo suficiente para decidir.
“Esos canijos dijeron: si me
va a cargar la madre, pues les va a cargar la madre a ustedes también. Entonces
asesinaron a las ocho personas, una por una, abandonaron los carros y se dieron
a la fuga con rumbo a la sierra de Laguna Verde. Cuando la policía llegó nomás
vieron el regadero de gente”.
“Aquí las cosas están raras,
cómo es que los soldados se encuentran de frente a los malos, ya con los
helicópteros sobre volando y no matan a nadie y además se les pelan. Ya no
sabemos si les dieron chance”, comenta el vaquero, que para el final de la
botella de tequila y se ha puesto a tono del llanto de sus compañeros.
“Lo que nos da más muina,
primo, es que mataron a personas que trabajaron como animales y ni siquiera
pudieron disfrutar. Semos hermanos y nos queremos como hermanos. Por eso me
duele esta pérdida. Por la pinche maldad de estos cabrones”.
Así termina la entrevista
sobre la masacre de Alto Lucero; una historia más en el libro de Javier Duarte
de Ochoa.
Una botella de tequila Cien
Años que permitió a los más valientes de la familia llorar por los suyos y
hasta dictar el grupo de los presuntos asesinos.
ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR
SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE Blog Expediente
(SIN EMBARGO.MX/ REDACCION / agosto 21,
2016 - 6:34 pm)