lunes, 30 de mayo de 2016

HABITANTES DE MOTOZINTLA, CHIAPAS, INCENDIAN PATRULLAS EN PROTESTA POR LIBERACIÓN DE PRESUNTO LADRÓN


Los hechos se registraron la noche de este domingo luego de que los habitantes acudieran a la Comandancia municipal para denunciar a un presunto ladrón de autos que había sido previamente detenido. Sin embargo, al enterarse de que este fue puesto en libertad, los pobladores arremetieron contra el inmueble y las unidades de la Policía.


Los habitantes de Motozintla, Chiapas, incendiaron dos patrullas de la Policía Municipal. Foto: Twitter

Ciudad de México, 30 de mayo (SinEmbargo).- Habitantes de Motozintla, Chiapas, hicieron destrozos en la Comandancia municipal e incendiaron dos patrullas en protesta por la liberación de un presunto ladrón de autos.

De acuerdo con los primeros reportes, los hechos se registraron la noche de ayer domingo luego de que habitantes de Motozintla acudieron a la Comandancia para interponer sus denuncias en contra del sujeto que fue sorprendido robando, sin embargo, ahí se enteraron de que el presunto delincuente había sido liberado.

Lo anterior originó el descontento de los habitantes, quienes hicieron destrozos en el inmueble y le prendieron fuego dos unidades de la Policía Municipal. Además, durante la gresca, algunos sujetos que se encontraban detenidos por faltas administrativas lograron escaparse.

Por su parte, el director y el subdirector de la Comandancia huyeron del lugar para resguardarse ante el temor de un posible intento de linchamiento en su contra.


(SIN EMBARGO.MX/ REDACCIÓN / MAYO 30, 2016 - 11:16 AM)

GUERRERO: FORMAN POLICÍA CIVIL Y PAGAN SU “OSADÍA”: EMBOSCAN Y FUSILAN A LA FAMILIA COMPLETA


El martes 24 de mayo, Martín Ramírez y su grupo de vigilancia civil hacían un recorrido por la tarde en la carretera que comunica a su pueblo donde fueron emboscados y asesinados por sujetos desconocidos. Los familiares de las víctimas denunciaron que pese a que el ataque se registró el martes pasado, hasta el momento ninguna autoridad ha acudido a tomar conocimiento de la masacre.

Tras el ataque, comisarios y habitantes de diversos pueblos se reunieron para exigir la creación de policías ciudadanas en poblados de cinco municipios de la sierra de Guerrero, pues acusaron que el Gobierno les niega lo que les corresponde, como proyectos productivos y la reparación de los caminos, pero lo peor, señalaron, les niega el derecho a la seguridad.


Los familiares de las víctimas denunciaron los homicidios el sábado pasado en una reunión en Chicahuales, municipio de Leonardo Bravo, en donde más de 50 comunidades aprobaron su adhesión a la UPOEG. Foto: El Sur

Zacarías Cervantes
Ciudad de México, 30 de mayo (SinEmbargo/El Sur).- Un menor de 14 años, un comandante de la recién creada Policía Ciudadana, su hijo y dos de sus sobrinos, fueron emboscados y fusilados el 24 de mayo en el Crucero del Jilguero, entre las comunidades de Los Bajos y Vuelta del Sur, del municipio de Heliodoro Castillo (Tlacotepec), Guerrero.

Las víctimas eran originarias de Vuelta del Sur y fueron atacadas por hombres con armas y uniformes tipo militar. De acuerdo con testigos, los criminales habían llegado a esa comunidad una noche antes a bordo de una camioneta de redilas.

Los familiares de las víctimas denunciaron los homicidios el sábado pasado en una reunión en Chicahuales, municipio de Leonardo Bravo, en donde más de 50 comunidades aprobaron su adhesión a la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG) y a su sistema de seguridad y justicia para conformar la Policía Ciudadana para que se encargue de la seguridad de los pueblos de la zona.

Las víctimas son Martín Ramírez Gregorio, conocido en la zona como el Comandante 4 de la Policía Ciudadana de Vuelta del Sur; su hijo Luis Alberto Ramírez Marcelo; sus sobrinos Rafael Trujillo Ramírez y Leonardo Guzmán Marcelo, así como un menor de 14 años de edad.

Los familiares denunciaron que ninguna autoridad acudió para tomar conocimiento de la masacre e iniciar la averiguación correspondiente y que mucho menos se está investigando ni haciendo nada para detener a los responsables que, dijeron, se refugian en la comunidad de Tecamazúchitl, del mismo municipio de Heliodoro Castillo.

Martín Ramírez Gregorio era hijo de Tomasa Gregorio Barragán, quien denunció que el 23 de abril del año pasado, al parecer el mismo grupo delictivo ejecutó también a su nieto José Luis Trujillo Ramírez y a su yerno Manuel Guzmán Ramírez.

Los familiares de las víctimas denunciaron que en esa ocasión los delincuentes asesinaron a otras cinco personas, entre ellas una mujer embarazada y a su hijo de aproximadamente 4 años, así como a otro hombre que no fue identificado.

La madre del comandante, su esposa Reyna Marcelo Oláis, y otros familiares de las víctimas, denunciaron que las dos masacres no se han investigado, ni las autoridades buscan a los responsables.


Los representantes comunitarios denunciaron que les han retirados la seguridad estatal y federal a diversos poblados de la sierra de Guerrero. Foto: Cuartoscuro/Archivo

INICIÓ SU PROPIA VIGILANCIA

A raíz de la impunidad de la masacre del año pasado, en la que murió su sobrino y su cuñado, Martín Ramírez, “El Comandante 4”, creó un grupo de la Policía Ciudadana, adherida a la UPOEG, para encargarse de la seguridad de su comunidad.

El martes 24 de mayo Martín Ramírez y su grupo hacían un recorrido aproximadamente a la 01:00 de la tarde en la carretera que comunica a su pueblo, y al llegar al crucero de El Jilguero fueron emboscados y asesinados cinco de los integrantes de su grupo, incluido el menor de 14 años que los acompañaba.

“Ellos andaban trabajando por la seguridad del pueblo, por eso los mataron”, dijo Reyna Marcelo, esposa del Comandante 4 durante la asamblea de la UPOEG en Chicahuales, donde asistieron comisarios y representantes de más de 30 pueblos que aprobaron su adhesión a esa agrupación y a la Policía Ciudadana.

Según testigos, en la emboscada participaron de entre 12 a 15 hombres con armas y uniforme tipo militar, entre ellos reconocieron a Juan Castillo Gómez, conocido en esos pueblos como El Teniente, además de Avelino Márquez Guzmán, Enrique Guzmán García y otra persona al que sólo identifican como El Pica, quienes radican en la comunidad de Tecomazúchitl, municipio de Heliodoro Castillo.

Los familiares contaron que el grupo armado llegó a Vuelta del Sur la noche anterior a bordo de una camioneta particular de redilas, todos vestidos con uniformes tipo militar y portando armas largas, igual que las que usan los militares.

“Yo creo que ya andaban rondando por allí, queriendo matar al Comandante 4”, dijo un familiar de las víctimas.

Consultadas al término de la asamblea, Tomasa Gregorio y Reyna Marcelo exigieron justicia y denunciaron que las autoridades no subieron a tomar conocimiento del caso para integrar la averiguación previa y que ninguna corporación policiaca ha subido para investigar el caso.

Tomasa, de unos 75 años, dijo que se siente desamparada totalmente, y que los últimos hombres con los que contaba dentro de su familia eran su hijo y sus dos nietos que le mataron el martes pasado. “Yo contaba en la casa con mi hijo y con mis dos nietos, pero ya me los mataron, y ahora no sé qué voy a hacer”, dijo a punto de desfallecer.

Contó que hace medio año falleció su esposo y que su yerno asesinado el año pasado le dejó a su hija muy enferma de diabetes.

“Ahora no sé de que o como voy a vivir, si con mis hijos y mis nietos eran con los únicos que contaba. Eran los que me ayudaban. El día que me los mataron yo sentía que me iba a morir, que ya no iba a aguantar tanto dolor”.

Dijo que del gobierno es el único responsable de la violencia que se vive en esos pueblos y que no ha recibido nada, “por el contrario, yo creo que se vende (el gobierno) o no sé por que respaldan a esa gente, no es posible que les permitan cargar armas y uniformes que usa el Ejército”, se quejó.

“Nosotros ya no sabemos que pensar, no sabemos que está pasando, no entendemos por que los dejan hacer estas cosas sin que nadie les haga nada. Eso es lo que quisiéramos saber. Queremos el apoyo para que esa gente cuando menos se largue de por aquí” exigió.

Por su parte, Reyna Marcelo contó que su esposo trabajaba por la seguridad del pueblo desde finales del año pasado cuando constituyó el grupo de la Policía Ciudadana junto con otras comunidades de los municipios de Heliodoro Castillo, Leonardo Bravo, Chilpancingo y Eduardo Neri.

Incluso informó que acudiría junto a su grupo de policías ciudadanos a la reunión que se hizo este sábado para continuar con la organización de los pueblos para la conformación de su grupo de policías ciudadanos, porque el gobierno no les ha ayudado con la seguridad a los pueblos que siguen siendo atacados por los delincuentes, sin que nadie los detenga.

“Estamos confundidos. No sabemos en quien confiar, llegan (los delincuentes) a las comunidades con armas y uniforme militar, y uno dice pues son militares, y onde que no son, y en vez de cuidarnos nos atacan”.

“Por eso queremos que el gobierno no se preste para esas cosas, porque como ellos (los delincuentes) consiguen esas armas de los militares, como permite el gobierno eso”.


Representantes de comunidades de la sierra de Guerrero denunciaron que al menos 100 poblados se quedaron sin seguridad federal y estatal luego del bloqueo del 28 de abril en Chilpancingo, donde exigieron seguridad. Foto: Cuartoscuro

Representantes de comunidades de la sierra de Guerrero denunciaron que al menos 100 poblados se quedaron sin seguridad federal y estatal luego del bloqueo del 28 de abril en Chilpancingo, donde exigieron seguridad. Foto: Cuartoscuro

100 POBLADOS BUSCAN POLICÍA CIVIL

Por otra parte, comisarios de comunidades de la sierra de Guerrero denunciaron que los gobiernos federal y estatal retiraron la seguridad a más de 100 pueblos ubicados en los municipios de Heliodoro Castillo, Leonado Bravo, Chilpancingo, San Miguel Totolapan y Eduardo Neri.

El Ejército, que realizaba recorridos e instalaba retenes en las carreteras, y la Policía Estatal que tenía bases en algunos pueblos, se retiraron después del 28 de abril, cuando habitantes de las localidades bajaron a marchar y bloquearon la Autopista del Sol en el tramo del bulevar Vicente Guerrero en la capital y que terminó con un desalojo violento por policías federales y estatales, así como 71 detenidos.

Comisarios y habitantes de varias localidades, denunciaron que desde entonces se retiraron los militares y policías del estado y que gran parte del territorio de la sierra se quedó sin seguridad, a pesar de que es considerada como un foco rojo ante la violencia que provocan las bandas del crimen organizado que se disputan la producción de amapola y mariguana.

El sábado, en una reunión a la que asistió el promotor estatal de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), Bruno Plácido Valerio, comisarios y representantes de más de 30 localidades pidieron el respaldo de la agrupación para organizarse y constituir su policía ciudadana ante el abandono en materia de seguridad en que los tienen los tres órdenes de gobierno.

El dirigente estatal de la UPOEG informó que 50 localidades de esos cinco municipios están solicitando su adhesión a la organización y conformar la Policía Ciudadana. Mientras que en otras 50 comunidades la Policía Ciudadana ya venía operando discretamente a petición de los pobladores.

A la reunión asistieron los comisarios Heriberto Romero Adame, de la comunidad de Izotepec; Eduardo González Dimas, de La Guitarra; Reyna Marcelo Oláis, de Vuelta del Sur; Felipe Solano Cruz, representante del comisario de Los Bajos; José Rodríguez Nieto, representante de la comunidad de Balsamar; Fermina Guzmán Dimas, comisaria de Pueblo Viejo; Saturnino Castro Leyva, de Tierra Colorada; José Natividad Sacristán Millán, representante del comisario de Chautipan, y José Nieto Romero, comisario de de Jaleaca de Catalán.

Asimismo, Guillermo Sandoval, representante de Toro Muerto; Crescencio Pacheco González, de Campo de Aviación; Manuel Valdez González, representantes de Tepozonalco, Adrián Vélez Maldonado, representante de El Naranjo; Juan Esteban Barragán, representante de La Felicidad; Pablo León Martínez, comisario de Camotla La Torre; Irineo Castro Silverio, comisario de La Laguna; Antonio Zúñiga Maldonado, comisario de Tres Cruces; Guillermo Vázquez Nava, comisario de Acahuizotla, quien a su vez es coordinador en Chilpancingo de la UPOEG. El anfitrión fue el comisario de Nuevo Chicahuales, Manuel Catalán Moreno.


Los representantes comunitarios denunciaron que las autoridades siempre ha marginado a los pueblos de la sierra a los que les niega lo que les corresponde, como proyectos productivos y la reparación de los caminos, pero lo peor, dijo, que les niega el derecho a la seguridad. Foto: Cuartoscuro/Archivo

Los representantes comunitarios denunciaron que las autoridades siempre ha marginado a los pueblos de la sierra a los que les niega lo que les corresponde, como proyectos productivos y la reparación de los caminos, pero lo peor, dijo, que les niega el derecho a la seguridad. Foto: Cuartoscuro/Archivo

EL GOBIERNO NIEGA EL DERECHO A LA SEGURIDAD

La reunión fue originada ante la emboscada que sufrieron los cinco habitantes de la comunidad Vuelta del Sur, municipio de Heliodoro Castillo el pasado martes.

“No nos queda más que unirnos, incluso en contra de la banda más poderosa, que es el Gobierno”, dijo uno de los asistentes, quien se identificó como el señor Moreno.
Denunció que el Gobierno siempre ha marginado a los pueblos de la sierra a los que les niega lo que les corresponde, como proyectos productivos y la reparación de los caminos, pero lo peor, dijo, que les niega el derecho a la seguridad.

Dijo que por la falta de caminos y por la violencia, los centros de salud y las escuelas están cerradas, y que cuando alguien se enferma o resulta herido lo más recurrente es que se muere antes de llegar al hospital o centro de salud más cercano por la falta de transporte o por lo lejano que se encuentran.

Agregó que en el caso de que los pacientes llegan con vida, de todos modos se mueren porque o no hay médicos o no hay medicinas.

El hombre de avanzada edad, era escuchado por unas 300 personas que se concentraron bajo lonas colocadas en la falda de un cerro, a unos 500 metros de Nuevo Chicahuales, municipio de Chilpancingo.

Por su parte, una mujer que se identificó como Rosa, denunció que en la sierra “la delincuencia ya rebasó todo y lo que nos queda ante el abandono del Gobierno es organizarnos para cuidar nosotros mismos a nuestros pueblos”.

Denunció que las comunidades son acechadas desde atrás de los árboles y los cerros por los criminales”, y pidió a la UPOEG que a través de su Policía Ciudadana, les enseñe a usar las armas “para cuidarnos nosotros mismos”.

Siguió: “Aquí lo que necesitamos primero es gente con armas para combatir a los delincuentes, porque lo que sentimos es impotencia y coraje cuando pasan cosas como la emboscada de Vuelta del Sur en donde murió alguien como el comandante 4 que se dedicó a cuidar los pueblos para lograr la paz”.

Manifestó que el Gobierno no da la cara en la sierra, “entonces no nos queda otra que defendernos nosotros mismos, y lo primero que necesitamos, incluso las mujeres, es aprender a usar un arma, después, usarla no sería un gusto, sino una necesidad”, argumentó.

Además, la mujer añadió que ya no confían ni creen en las autoridades, y destacó: “vean como nos trató en la marcha (del 28 de abril), dijeron que éramos de la delincuencia organizada, que llevábamos armas, como si fuéramos ingenuos para llevar armas a una marcha a la capital del estado”.

La mayoría de los pueblos que acudieron a la reunión son de los que marcharon el 28 de abril, con la demanda de que el Ejército ya no fumigue desde el aire los cultivos ilícitos porque dañan sus huertos de aguacate, durazno y peras, también demandaron fertilizante y proyectos productivos.

Una de las agrupaciones que marcharon el 28 de abril fue la Unión de Comisarios por la Paz y la Seguridad, que después de la marcha se manifestó por la legalización de la siembra de la amapola. Sin embargo durante la reunión de este sábado ya no se hizo ningún pronunciamiento en ese sentido.

Por su parte, un dirigente de la UPOEG les había dicho a todos en la reunión que “la droga es un asunto que tiene que resolver el gobierno, no los pueblos”. Dijo que como se trata de un negocio del gobierno los pueblos no deben caer en su juego porque por eso se dividen.

Incluso agregó que el objetivo de la Policía Ciudadana no es combatir el cultivo de la droga, sino evitar que haya violencia en los pueblos e impedir las extorsiones, el secuestro y los asesinatos que comete la delincuencia organizada en los pueblos, “nuestro papel como Policía Ciudadana es cuidar que los delincuentes no se metan en los pueblos”, dijo ya cuando los asistentes había aprobado por unanimidad crear su Policía Ciudadana.



(SIN EMBARGO.MX/ Redacción / mayo 30, 2016 - 11:49 am)

EL TRAGO MÁS AMARGO; CICATRICES DE LA DEVASTACIÓN NATURAL


Segundos bastaron para que la vida de cientos de acuñenses cambiaran radicalmente. El miedo ahora es un vecino habitual…

Jesús Castro | Saltillo, Coah.- Es viernes. Mediodía. El viento que choca contra las casas emite silbidos intermitentes que recorren las calles de la periferia en Ciudad Acuña, en la frontera de Coahuila. El cielo se tapiza de nubes. Las plazas se vacían. Un relámpago eriza la piel del taxista. “¿Viene otro tornado?”, pregunta. En sus ojos no hay curiosidad, sino miedo. Lleva un año así, esperando al verdugo que un 25 de mayo les robó la paz.

La temperatura comienza a descender. Algunas gotas de agua. Las nubes tornan gris el día y el viento parece arreciar. La gente cierra las puertas o entra a sus casas, y vuelven a preguntar. “¿Viene otro tornado?”.

Es Lourdes Hernández Perales la que contesta. Dicen que no, que no es un tornado, que cuando vuelva el asesino que le arrebató a su esposo, a su hijo y a su nieto, lo va a reconocer.



Está de pie. Se detiene en la cerca de su casa en la calle San Juan Bosco, de la colonia Altos de Santa Teresa. Ésta es de dos pisos, reconstruida, dicen que reforzada. La original, esa de un solo piso, la que compraron hace 12 años con el crédito de Infonavit de su marido, ya no existe.

“Ahora oímos los truenos y todo, y unos dicen que tienen miedo, yo no, porque los oigo y digo ‘no son igual a los de ese día’”, platica la mujer.

Pero aquella vez todavía no lo conocía. Por eso, por más que bufaba, no le tuvo miedo. Eran como las 6:10 de la mañana del lunes 25 de mayo de 2015 cuando despidió a su esposo Abel Contreras Márquez. Besó la frente de su hijo Abel Contreras Hernández y los vio subir al auto familiar. Iban al Conalep, del que dos meses después el joven de 18 años se graduaría.

Les dijo adiós por la ventana porque llovía, tronaba fuerte y el viento no dejaba de golpetear el vidrio. Allí se quedó esperando a su hija Zaida, la casada, la que todos los días le llevaba al pequeño Oswaldo Govea, de 11 meses, para que se lo cuidara y ella pudiera ir a trabajar a la maquiladora, una costumbre recurrente en la ciudad fronteriza.

Vio el coche llegar y detenerse frente a la casa. Corrió por una colcha para salir por el niño y entonces tronó como si todo el peso del cielo se hubiera dejado caer sobre el techo. Fueron segundos de un rugido que arañaba paredes y agrietaba el suelo. El viento entró hasta la cocina revolviendo todo a su paso, partiendo la casa en dos.

Cuando la razón volvió, Lourdes corrió sin saber qué había pasado. La calle estaba vacía. Aún no reaccionaba. Pensó que su hija había arrancado, que se había ido a toda velocidad. Levantó la vista y vio el desastre. Autos sobre las casas, techos caídos, gente sangrando. Alguien que la vio impávida se lo dijo. Había pasado un tornado. Corrió a buscar a su hija y a su nieto.

Intentaba reconocer el auto entre el montón de escombro y fierros retorcidos a media cuadra de su casa, y fue ahí donde vio a Zaida, tirada en la calle, golpeada, llorando. Volteaban a todos lados buscando el coche, al niño. “¡Dónde está el niño!”, gritaron desesperadas.

Y con ese grito siguieron recorriendo las calles. Pensó entonces en su marido y en su hijo, quienes no se comunicaban, no contestaban el celular. Nadie sabía de ellos.

“Yo pensé que por ahí estaban escondidos o que habían alcanzado a salir o a ir a donde ellos iban. Pero pues no llegaban y nunca llegaron, hasta que me dijeron que estaban muertos”. Cuando dice esto, la mujer se quiebra. El dolor que inunda de tristeza aquel recuerdo le comienza a brotar por los ojos.

Se le viene a la mente que fue ella a quien llevaron a la plaza principal de la colonia para que reconociera los cuerpos, y ya no aguantó más. Se desplomó. Del llanto vino la crisis nerviosa, y se puso mal, muy mal. La trasladaron al hospital deshecha, muerta por dentro. Estuvo internada varias horas. Pronto arreciaría la tormenta afuera y las malas noticias adentro.

Al siguiente día, rescatistas encontraron debajo de los escombros el cuerpo sin vida del pequeño que fue arrebatado de los brazos de su madre, cuando intentó salvarlo del coche que el tornado elevó por los aires. Oswaldo fue el último en ser agregado a la lista de 14 fallecidos en las colonias Santa Teresa, Altos de Santa Teresa, Santa Rosa y Las Aves.

De aquello ya pasó un año. Todavía el dolor inflama el pecho de doña Lourdes, quien ha sobrevivido porque aún le quedan tres de sus hijas casadas –entre ellas Zaida– y otro varón, aún soltero. Vive de la pensión que le dejó su marido y del apoyo de sus hijos.

Ha pasado un año de oraciones, apoyo familiar, pláticas, psicólogos, y todo tipo de distracciones, pero el dolor no desaparece. Hay veces que se acentúa. El 10 de mayo, por ejemplo, o este 25 de mayo, cuando al despertar recordaron que a esa hora un tornado les cambió la vida.

Aunque con todo su dolor, dice que si vuelve a suceder ya no los toma desprevenidos. Que aquel día 25 fue ella la que permitió que su esposo y su hijo salieran, pudiendo decirles “no se vayan, está muy feo”. Ahora ya sabe, lo conoce. Cuando vuelva, estará preparada para defender a su familia.

“Yo digo que yo la reconocería, porque yo miro que vienen las tormentas y suenan las alarmas y platico con los vecinos, y les digo ‘no son iguales, no va a pasar nada’, porque no es lo mismo que esa vez”.

CON SUS ‘PICHURRITOS’

Ese día 25 comenzó la pesadilla. Lo dice Cristina Morales Santos. Está sentada en una banca del parquecito memorial a los fallecidos por el tornado, a unos metros de la placa con los nombres de Alejandra Almaraz García, junto a los de Melany y Jonathan Morales. Eran su cuñada y sus sobrinos.

Todos los días acudía Alejandra a dejarle a los niños –sus “pichurritos”, les decía ella– para ir a trabajar a la maquiladora.

Melany, de 4 años, iba al kínder. Alegre y juguetona, a la niña le gustaban las princesas y decía de sí misma que era “Frozen”.

A Jonathan, de 2 años, lo llevaba a la guardería, lo recogía a las 5 de la tarde y después no dejaba la pelota de futbol en toda la tarde.

Prácticamente vivían en su casa, a dos cuadras de la de su cuñada Alejandra, en la colonia Santa Rosa. Por eso también le decían “mami Cristi”.

Un viernes antes del tornado, Alejandra le dijo que el lunes no se los llevaría por la mañana. Que le habían cambiado el horario para las 5 de la tarde y que ese día iría a almorzar con su mamá. Se despidió de ellos con un beso enorme, como siempre.




El lunes despertó con el estruendo de lo que pensó. Era una tormenta, de esas que comenzaban a ser una novedad en Acuña. Se asomó por la ventana y vio el desastre. Una vecina le dijo que fueran a ayudar, porque del otro lado del libramiento había mucha gente herida.

Corrieron asustadas. Vieron camiones volteados, casas destruidas y gente llorando por todas partes. Que había sido un tornado, les dijo un hombre que se acercó a pedir ayuda porque tenía los brazos fracturados, y su esposa una herida en la cabeza.

Para ese momento su marido la había alcanzado. Les pidieron ayudar para sacar a un hombre atrapado debajo de un camión, cuando a ella se le vinieron a la mente sus sobrinos. Corrió a la casa de su cuñada. Al llegar comenzó a gritar “¡Melany, Jonathan, Ale, ¿dónde están?, vámonos!”, les decía. “¡Ya vámonos, ya nos tenemos que ir!”. Nadie contestaba.

Un vecino le dijo que no había nadie, pero Cristina insistió, pues en su corazón sabía que ahí estaban. Fue entonces cuando vio parte del techo caído. Ingresó por la orilla de la vivienda, se asomó por un boquete y los vio. Eran los pies colgantes de sus sobrinos.

“Salí y empecé a correr, a gritar que me ayudaran a sacarlos. Llegué con mi esposo y le digo ‘ayúdame a sacarlos, los niños están abajo del techo y Ale también’”. Cristina lo cuenta con la voz temblante y la mirada perdida, como si lo estuviera viviendo de nuevo.

Ella ya no se acercó. Desde lejos vio cómo su esposo y otros vecinos hacían maniobras. Y comenzaron a sacarlos. Ella esperaba verlos salir, golpeados, asustados, pero no. Fueron saliendo cubiertos con una manta. “¿Por qué los tapan?”, decía ella, “¿por qué están tapados?”.

Se negaba a asimilarlo. En minutos llegaron sus papás y le dijeron que por qué lloraba. Sólo alcanzó a decir entre sollozos que corrieran a la “troca”, que fueran a ver a la “troca”, que ahí estaban los niños, que ahí estaba Alejandra.

“Mi papá va y los mira que ya no estaban respirando, que ya estaban muertos”, dice la mujer, y el llanto la consume. Respira un poco. Llora en silencio. Y luego cuenta que lo mismo pasó con su hermano, el papá de los niños, a quien llamó por teléfono sin tener el valor de contarle lo que había pasado.

El hombre que también iba rumbo a su trabajo se bajó del transporte y tomó un taxi. Cuando llegó, le preguntó lo que había pasado. Que fuera a la “troca”, que estaban en la “troca”, insistía ella llorando. Y el hombre fue. Recuerda la escena con el grito desconsolado de su hermano aferrándose al cuerpo de sus niños.

Desde entonces nadie en la familia lo asimila. A veces piensa “al rato vienen, al rato van a llegar”, pero no es cierto, se dice a sí misma, y luego llora. Y entre más pasa el tiempo, más duele la ausencia.

“¿Qué piensa del tornado?”, se le pregunta. “Fue lo peor que nos pudo haber pasado, la peor pesadilla, porque fue una pesadilla lo que vivimos, no nomás para mí, sino para mucha gente que perdió a su familia, a sus seres queridos”, contesta.

Con todo y su dolor, le queda un consuelo: que Alejandra cumplió su promesa, aquella que hizo después de que un día llegó y le dijo jugando a su suegra que ya le iba a regalar a los niños, que se portaban muy mal. La señora le tomó la palabra, pero que se los dejara con todo y papeles.

“Y ella le contestó ‘no, los ‘pichurritos’ son míos y a donde yo vaya ellos se van conmigo, en donde yo esté, ellos siempre estarán conmigo’”, recordó Cristina, y agregó “y mire, Dios le concedió el deseo, se los llevó junto con ella, ya están los tres juntos en un lugar mejor, aunque uno todavía no lo acepte y se pregunte por qué”.

DOS LÁGRIMAS, NOMÁS

Brayan no llora. Sí, se llama Brayan, y no Bryan, como lo escriben los gringos. Lo deja muy claro el jovencito de 15 años que parece todavía no asimilar lo que le quitó el tornado.

Está sentado a unas cuadras de la calle por donde su papá, Ricardo García Cruz, pasaba todos los días para iniciar la ruta del transporte público. Ahí, en los Altos de Santa Teresa, junto a la plaza por donde estaba un arco rojo que daba la bienvenida a la colonia y que el viento hizo pedazos.

Un día antes Ricardo llegó a casa como a las 9 de la noche. Pasaba casi todo el día afuera, trabajando como chofer. Se había separado de su esposa, por eso era él quien se hacía cargo de los dos hijos mayores. Les pagaba la secundaria y les procuraba techo y alimento.

Esa noche, como casi todos los días, se dio tiempo para platicar un rato mientras les preparaba tortas para cenar. Dicen que era regañón, pero esa noche se dio tiempo para bromear un poco. Después los mandó a acostar, cuando la mujer con quien se había juntado llegó.

“Yo fui el último que lo vio en la noche porque nos dejaba dinero para comprar tortillas en la mañana, fue lo último que dijo, que ahí nos había dejado dinero para las tortillas y para la escuela”, recuerda Brayan.

Vivían en la colonia Evaristo Pérez. Su padre había salido de ahí desde las 5 de la mañana a trabajar, para dar la primera ronda. Pero para las 8 no se reportaba. Fue su mujer quien despertó a Brayan y a su hermano.

Que había un tornado. Que su papá estaba perdido. Que desde hace dos horas que no contestaba el teléfono. Salieron a buscarlo. Preguntaron en la ruta. Los mandaron a los hospitales. Un familiar los llevó al IMSS. Ahí una tía que es enfermera se los dijo. Que le había tocado reconocerlo, porque tenía la cara desfigurada. Que estaba muerto.

“Sentí dolor, tristeza. Me salieron dos lágrimas, algo así”, dice de ese momento Brayan, cuando estaba entre si creerlo o no. Lo creyó hasta que fueron a recoger el cuerpo para el funeral y luego a enterrarlo al municipio de San Pedro de las Colonias, de donde era originario.

  
Los choferes le contaron que su papá no estaba en el camión cuando inició el tornado. Esperaba pasaje afuera del vehículo cuando inició todo, por eso lo elevó y azotó contra el suelo en la plaza de la colonia, mientras que a otros compañeros no les pasó nada.

“Nos dijeron después, un taxista que había pasado por aquí, que lo había visto, que estaba tirado por unas canchitas que había, que ahí estaba tirado, dicen que estaba vivo”, platica el jovencito, con voz entrecortada por sonrisas nerviosas y esquivando miradas.

Cuando pasó el funeral se fueron a vivir con su mamá, a la colonia 5 de Mayo, aunque en realidad habitan en casa de su tía, en una segunda planta. Desde entonces no estudia. Dejó inconcluso el segundo año de secundaria porque no hay dinero para eso. Además, tampoco cuenta con documentos, porque la pareja de su papá se los llevó y no saben dónde encontrarla.

A veces extraña a su papá, sobre todo por las noches, cuando llegaba cansado y él le preparaba pepino con chile para que se refrescara, y porque era cuando podían platicar. Se pone triste, baja la mirada, pero nomás unos segundos. Luego se repone y sonríe nervioso.

El tornado le quitó a su padre y también la posibilidad de seguir estudiando. Todavía no lo asimila ni le tiene miedo ni coraje al fenómeno natural. Ahora sólo piensa en seguir dando el rol con sus amigos y a ver si el próximo año entra a la secundaria. De ese tamaño son los huecos que dejó el tornado.

SIN TRANQUILIDAD

En la esquina de la calle Granada, número 200, todavía vive Édgar Manuel Morales. El padre de familia que hace un año vio de frente el tornado segundos después de que inició en la entrada de los Altos de Santa Teresa, tomó a sus hijos y esposa en brazos, los metió debajo de la cama y esperó a que el viento terminara de ensañarse destruyendo todo dentro de su casa.

Su esposa Leticia no quiso salir. Todavía se altera cuando le recuerdan el tema. Los niños no, son más inocentes, pero tampoco hablan de eso con frecuencia. Édgar lo entiende, todavía él mismo se asusta cada vez que llega una tormenta. Siente que en cualquier momento volverá.

El tornado los marcó, como a la mayor parte de los habitantes de las cuatro colonias afectadas. No hubo quien no se asustara cuando vieron volar un drone por el libramiento, ahí donde hace un año se apiñaron miles de toneladas de fierros viejos, escombros y desechos de las 960 casas o 200 autos que el tornado fue deglutiendo. “¿Viene otro tornado, verdad? Si no, ¿por qué andan otra vez los reporteros por acá”, dijeron la semana pasada.

Y es que esa y la siguiente semana las tormentas arreciaban. Frentes fríos y tormentas cálidas como las que se sintieron aquel día y que según las autoridades, provocaron el fenómeno. Incluso el martes y miércoles hubo alertas de tornado en Coahuila, según el Sistema Meteorológico Nacional, y los acuñenses volvieron a temblar de miedo.


Se necesitarán cientos de horas con el psicólogo para sacar de sus vidas el temor que les infundió presenciar la furia de un tornado, dice el Alcalde de la ciudad, Evaristo Lenin Pérez. Por eso en las colonias también se han implementado clases de zumba, baile, manualidades y otras actividades recreativas para amas de casa y niños, para que se ocupen, para que dejen de pensar, para que dejen de tener tanto miedo.

Pero no todos han tenido la oportunidad o el tiempo de ir al psicólogo o asistir a las actividades ocupacionales. La mayoría se ha comido su temor y lo ha ido exudando como puede. Édgar Morales, por ejemplo, dice que tardó más de seis meses en dejar de asustarse por todo.

“De perdido como medio año, porque de primero sí nos afectó, porque pues pensábamos es otro tornado que va a pasar, y para dónde vamos. Si comienzas otra vez, te da como mala memoria de lo que pasó, se te viene lo mismo y tratas de escapar de eso, porque pues fue un tornado, y una vez que lo vives ya tu cuerpo responde a eso”, platica el mexicano naturalizado estadunidense.

Ha tardado en sacar de su memoria haber salido aquella mañana a la calle y ver muertos. Imágenes que se quedaron en sus pesadillas cada que lograba cerrar los ojos durante los meses en que dejaron su casa para que fuera reconstruida.

“Es algo que se te queda en la mente, ver a alguien que no se mueve, que no responde, es algo que te cambia la vida. Vimos muchas cosas, familias buscando familiares, pues es algo que no te tratas de acordar mucho, porque sí duele”, recuerda el padre de familia.

Confiesa que sí, que aún viven con el temor, sobre todo cada vez que escuchan la alerta, aunque sólo sea una prueba. O durante una lluvia o la llegada de vientos fuertes, pero que no pueden dejarse conquistar por el miedo para siempre, que hay que prepararse por si vuelve el tornado.

Édgar ya lo hizo. A pesar de que la constructora les aseguró que reforzaron el baño de las pequeñas casas que les rehicieron para que se refugiaran ahí en caso de un nuevo torbellino, él creó su propio refugio en el último cuarto, en el que duerme uno de sus hijos.

Lo que hizo fue tapiar las ventanas. Sellar la habitación por completo para refugiarse allí, a donde las ráfagas de aire no penetren o hagan flujo. Dio indicaciones a sus hijos de meterse ahí en caso de contingencia y les prohibió salir de la casa cuando haya alerta de tornado, vientos fuertes o tormenta.

No confían tanto en las casas que les reconstruyeron. La mayoría siguen siendo muy pequeñas y del mismo material. En la de Édgar desde hace meses se trasmina el agua por las paredes, a veces inundando la sala. La constructora, esa cuyo lema es “casas para toda la vida”, ya lo sabe, pero no ha hecho nada para remediarlo.

Con todo y eso, no se compara con lo mal que la pasaron ese 25 de mayo. Aprendieron la lección. Tiene miedo, pero están preparados. La generosidad de la gente los dotó de muebles y una camioneta, porque la suya se las destrozó el tornado. Aún no le dan vuelta a la página, dicen, pero en eso están.


AÚN NO VEN LA LUZ

Aquella mañana el viento entró sin piedad a la sastrería de Valentina Jiménez Torres. Se llevó cientos de metros de tela negra que había comprado para confeccionar un pedido de más de 100 togas que le encargaron en una secundaria de Piedras Negras.

Las máquinas industriales de coser que había comprado con mucho sacrificio se estrellaron contra el techo, quedando inservibles. El hilo, las medidas, los patrones, el resto de los uniformes que ya había hecho, todo se perdió. También el pedido. Les quedó la deuda.

A un año de aquello, Valentina todavía llora cuando lo recuerda, porque aún no terminan de pagar aquella deuda. Son 19 mil pesos restantes que siguen pesando en el bolsillo, en un negocio que no se pudo recuperar, al que ya no llegan pedidos grandes como antes. Dice que cuando se pierde un contrato como ese, ya no eres recomendado, simplemente quedas mal y no te contratan.

En aquel entonces, cuando fue víctima, se hizo responsable. Que les iba a pagar, les dijo. Le dieron plazo, no le condonaron la deuda, a pesar de saber su condición, y ha cumplido. Pero levantarse de la nada, generar dinero para comer y vivir, pagando poco a poco esa deuda, la tiene exhausta.

“Sí fue una cosa muy fea de hace un año. Ya va a ser un año y las cosas siguen igual, tal vez hasta peor, pero estamos vivos. Yo creo que ya es ganancia”, comenta Valentina, mientras nos muestra el tallercito con dos máquinas de coser, una regalada por un comerciante local, otra prestada, y una hiladora rentada, porque no hay para comprar una propia.

Fue ese tallercito el que se volvió su casa temporalmente cuando en la que vivían tuvo que ser demolida y reedificada. Apretujados y todo, salieron adelante ella, su marido y tres hijas, la luz de sus ojos. Una de ellas, Tatiana, la que le cambia las lágrimas de pena por las de felicidad.

“Ahorita una cosa nos devuelve la sonrisa al rostro. La niña chiquita, la que está en sexto de primaria, pasó a la siguiente etapa de la Olimpiada del Conocimiento, va a Saltillo a la etapa estatal”, comparte la mujer mientras se limpia las lágrimas del rostro.

Se llama Tatiana Monserrat Martínez. Una casi adolescente morenita y carismática que aquel día del tornado nos habíamos encontrado por las calles llenas de casas derrumbadas, intentando ayudar a quien lo necesitara.

Dice que no le agrada la idea del aniversario del primer año del tornado, que le da miedo acordarse. Regresar a su mente las casas caídas, los autos sobre los techos, el camión en el patio de la casa de su amiga con el chofer muerto adentro. Le atemoriza recordarlo, pero más que se vuelva a repetir.

En aquel entonces dijo que le gustaría llegar a ser alcaldesa de Acuña para hacer algo en esos casos de contingencia y ayudar a la gente con casas mejor construidas. Ahora lo cambió. Dice que sueña con ser presidenta de México. Ya dio el primer paso para llegar a Los Pinos, aunque sea de visita. El 19 de mayo presentó en Saltillo la última etapa de la Olimpiada del Conocimiento.

Lo está logrando a pesar de la desgracia, del tornado, de la pobreza, de cuatro salones derrumbados de su primaria aquel 25 de mayo, de recibir clases en aulas móviles o hacer la tarea en el piso, la mesa o donde fuera.

“Estoy muy contenta de ir hasta allá, y aunque fue muy difícil, lo pude lograr”, expresó Tatiana con el rostro sonriente, ese al que su madre tiene que mirar todos los días para intentar olvidar lo que les arrebató un tornado hace 12 meses. Y con eso tiene para devolverle la fe en que un día todo cambiará.


LO QUE SIGUE

El rostro de José del Carmen Ayala fue conocido porque, al salvarse de ser tragado por el tornado, se levantó del suelo directo a rescatar niños atrapados bajo los escombros de la calle Ignacio de Mayela.

Moreno, de grueso bigote y amplia frente, a José se le vuelve a poner la piel de gallina cuando recuerda aquel día en que salió de su casa a las 6:15 de la mañana. Lo sabe porque todos los días, incluso ahora, antes de salir, observa el reloj junto a su cama para calcular el tiempo que hará hasta la parada del transporte que lo lleva al trabajo.

El hombre quiso recrear aquel momento. Su salida por la puerta que da al patio. El recorrido hacia la calle. Caminar media cuadra a contraviento y ubicarse bajo el transformador del otro lado de la acera, donde esperaría la ruta. Pero ya no pudo esperar nada. El viento lo envolvió.

Fueron fracciones de segundo en que alcanzó a ver de reojo el enorme embudo que se aproximaba sin misericordia. Intentó correr hacia su casa mientras el aire lo zarandeaba cubriéndolo de tierra, de lodo. Sintió dos golpes fuertes en la cabeza y en el último intento por salvarse se tiró de bruces hacia donde estaba la pared poniente de su casa.

“Mi idea era meterme y cubrirme ahí en la casa y lo que hice fue tirarme de ese lado al suelo y fui a caer hasta aquel lado. Cuando me levanté de ahí, ya no estaba la casa. ¿Qué quiere decir esto?, que si yo me quedo unos dos minutos adentro, o si hago por meterme ahí, me lleva con todo y casa”, expresa.

Cuando se levantó, aturdido y desorientado, se dedicó a correr de un lado para otro auxiliando a sus vecinos. Primero sacó a una niña que su padre cubrió con el cuerpo cuando el techo de la casa se desplomó. Después siguió sacando menores de entre los escombros en otras calles.

Aquella tarde lo perdió todo, pero volvió a vivir. Los siguientes días fueron de recuerdos intermitentes cada vez que volteaba hacia el cielo y una nube gruesa o un viento fuerte, los rayos o la lluvia le devolvían el miedo a otro tornado.

Fueron meses de recuperar la confianza, de respirar profundo, de intentar aprender de lo vivido. Volver a su casa cuando se la reconstruyeron y recibir regalados todos los muebles en sustitución de los que perdió en el tornado. Dice que lloró de alegría cuando se los entregaron.

Y de aquella experiencia obtuvo algo más: confianza en sí mismo.

Cuenta que antes de ese día era muy serio. Difícilmente reía o convivía con la demás gente. Vivía sumido en la rutina de su trabajo sin pensar en los demás ni en el mañana, en que ese mañana podría no llegar.

A partir de entonces le sonríe a la vida, aprende de lo bueno y también de lo malo, sea un tornado o una tormenta, o cualquier otra cosa que se pueda llevar nuevamente su casa, sus muebles o su vida. Prefiere decir que mientras pudo vivió al máximo y amó a quienes estaban a su alrededor.

“Cambió mi vida, sí cambió mi vida al ser más consciente. Ahora lo que puedo hacer es pensar que todas las cosas son positivas para todos, no estar pensando en el pasado, sino en el presente, olvidarnos del pasado”.

Lo dice con una sonrisa, pero sabe que la cicatriz de quienes perdieron familiares es grande y no será fácil recuperarse. Tiene esperanza en que aprendan a vivir con ello y de que en 10 o 20 años ya no duela tanto.

Se cumplió un año del día más triste en la vida de cientos de acuñenses. Tañeron las campanas en señal de duelo y recordaron que el 25 de mayo de 2015 un fenómeno natural categoría F3 marcó sus vidas para siempre. El viento, sus vidas, los muertos y las colonias reconstruidas son los ecos del tornado.




(ZOCALO/ RUTA LIBRE/ 30/05/2016 - 10:49 AM)

ALAN PULIDO LE QUITÓ LA PISTOLA A PLAGIARIO Y LE DISPARÓ


Ciudad Victoria, Tamps.- El procurador de Justicia de Tamaulipas, Ismael Quintanilla Acosta, ofreció una conferencia de prensa para dar a conocer los pormenores del secuestro del jugador del Olympiacos de Grecia.

Entre los nuevos datos que se dieron a conocer, se rectificó la primera versión y aclaró que el jugador Alan Pulido logró escapar de sus captores, que lo mantenían en una casa de seguridad.

El propio jugador contó a las autoridades que en un descuido de sus captores, golpeó al que lo vigilaba, lo desarmó y le disparó. Posteriormente, rompió una ventana, lo que provocó que el otro secuestrador huyera del lugar.

El futbolista fue atendido de los golpes que recibió durante su amarga aventura.



(ZOCALO/ REDACCIÓN/ 30/05/2016 - 10:54 AM)

ALAN PULIDO ESCAPÓ, NO FUE RESCATADO POR LAS AUTORIDADES


Ciudad Victoria, Tamps.- Autoridades de Tamaulipas reconocieron hoy que no rescataron al jugador internacional de futbol Alan Pulido Izaguirre, sino que el propio deportista hizo “una llamada telefónica al 066 para ubicarlo”.

“Poco antes de la medianoche del domingo 29 de mayo se logró rescatar sano y salvo al futbolista profesional Alan Pulido”, precisó un comunicado del Grupo de Coordinación Tamaulipas la noche del domingo.

Sin embargo, la mañana de hoy lunes el Procurador Ismael Quintanilla Acosta ofreció una rueda de prensa para confirmar que el jugador escapó de sus captores, que lo mantenían en una casa de seguridad.

Horas antes, el propio jugador contó a los policías que en un descuido golpeó a uno de los pistoleros que lo vigilaba en una habitación. Acto seguido le quitó la pistola y le disparó. Luego quebró los vidrios de una ventana, lo que provocó que el segundo pistolero escapara. Posteriormente llamó a las autoridades.

Al llegar las fuerzas federales y estatales para “rescatarlo”, Pulido Izaguirre fue llevado a las instalaciones de Seguridad Pública donde fue atendido de los golpes que le propinaron sus captores.

El semblante del jugador del Olympiacos emanaba tristeza y miedo. Su estancia en el lugar fue aprovechada por el gobernador Egidio Torre Cantú para tomarse la foto con él y felicitar a las fuerzas federales y estatales por el “exitoso operativo”.

Alan Pulido dijo en un breve comentario a los medios que se encontraba “bien gracias a Dios”. Las autoridades anunciaron que hoy ofrecerán más detalles del rescate.

Horas antes, el grupo criminal autodenominado “Zetas Vieja Escuelas” colgó al menos una manta y difundió un comunicado a través de redes sociales que señalaba que efectivos de la Policía Estatal protegieron a los miembros del Cartel del Noreste (CDN) que secuestraron al futbolista.

“Ustedes putos Estatales que sepan todos que ayer en el secuestro del futbolista le cubrieron la retirada al Tiki Tiki”, precisó un texto.

El “Tiki Tiki” es uno de los líderes del CDN en Ciudad Victoria. El principal capo de ese grupo es identificado por las autoridades militares como Juan Francisco Treviño, alias “Kiko Treviño”.

La versión que difunden los Zetas Vieja Escuela y su aliado Grupo Bravo coincide con la manera como han operado los grupos criminales cuando realizan eventos de alto impacto, en los cuales involucran a los policías que tienen en su nómina para que protejan su retirada.

El secuestro del futbolista internacional ocurrió al filo de las 23:30 horas del sábado cuando él y su novia Iliana Salas abandonaron la fiesta que se realizaba en la zona de palapas del Parque Ecológico Los Troncones, según las autoridades.

En una zona aledaña al parque fueron interceptados por al menos dos vehículos con hombres armados que se cubrían el rostro. Los pistoleros se llevaron al delantero del equipo griego Olympiacos y su auto BMW. Bajaron a la mujer, quien minutos después alertó a las autoridades del plagio llamando a un número de emergencia.

La zona donde fue secuestrado el jugador internacional de fútbol Alan Pulido es una “madriguera de Zetas, donde se han localizado narco fosas y casas de seguridad”, según una fuente de la Procuraduría estatal.

Durante todo el domingo cientos de efectivos de la policía estatales, miembros del Ejército mexicano y de la policía federal mantuvieron un gran operativo en la zona, mientras un helicóptero sobrevoló Ciudad Victoria y la Carretera Interejidal.

A lo largo del operativo, efectivos policiales comenzaron a “reventar” casas de seguridad en distintos puntos de la capital de Tamaulipas para intentar localizar al jugador.


(ZOCALO/ Proceso/ 30/05/2016 - 10:26 AM)ALAN PULIDO ESCAPÓ, NO FUE RESCATADO POR LAS AUTORIDADES

Ciudad Victoria, Tamps.- Autoridades de Tamaulipas reconocieron hoy que no rescataron al jugador internacional de futbol Alan Pulido Izaguirre, sino que el propio deportista hizo “una llamada telefónica al 066 para ubicarlo”.

“Poco antes de la medianoche del domingo 29 de mayo se logró rescatar sano y salvo al futbolista profesional Alan Pulido”, precisó un comunicado del Grupo de Coordinación Tamaulipas la noche del domingo.

Sin embargo, la mañana de hoy lunes el Procurador Ismael Quintanilla Acosta ofreció una rueda de prensa para confirmar que el jugador escapó de sus captores, que lo mantenían en una casa de seguridad.

Horas antes, el propio jugador contó a los policías que en un descuido golpeó a uno de los pistoleros que lo vigilaba en una habitación. Acto seguido le quitó la pistola y le disparó. Luego quebró los vidrios de una ventana, lo que provocó que el segundo pistolero escapara. Posteriormente llamó a las autoridades.

Al llegar las fuerzas federales y estatales para “rescatarlo”, Pulido Izaguirre fue llevado a las instalaciones de Seguridad Pública donde fue atendido de los golpes que le propinaron sus captores.

El semblante del jugador del Olympiacos emanaba tristeza y miedo. Su estancia en el lugar fue aprovechada por el gobernador Egidio Torre Cantú para tomarse la foto con él y felicitar a las fuerzas federales y estatales por el “exitoso operativo”.

Alan Pulido dijo en un breve comentario a los medios que se encontraba “bien gracias a Dios”. Las autoridades anunciaron que hoy ofrecerán más detalles del rescate.

Horas antes, el grupo criminal autodenominado “Zetas Vieja Escuelas” colgó al menos una manta y difundió un comunicado a través de redes sociales que señalaba que efectivos de la Policía Estatal protegieron a los miembros del Cartel del Noreste (CDN) que secuestraron al futbolista.

“Ustedes putos Estatales que sepan todos que ayer en el secuestro del futbolista le cubrieron la retirada al Tiki Tiki”, precisó un texto.

El “Tiki Tiki” es uno de los líderes del CDN en Ciudad Victoria. El principal capo de ese grupo es identificado por las autoridades militares como Juan Francisco Treviño, alias “Kiko Treviño”.

La versión que difunden los Zetas Vieja Escuela y su aliado Grupo Bravo coincide con la manera como han operado los grupos criminales cuando realizan eventos de alto impacto, en los cuales involucran a los policías que tienen en su nómina para que protejan su retirada.

El secuestro del futbolista internacional ocurrió al filo de las 23:30 horas del sábado cuando él y su novia Iliana Salas abandonaron la fiesta que se realizaba en la zona de palapas del Parque Ecológico Los Troncones, según las autoridades.

En una zona aledaña al parque fueron interceptados por al menos dos vehículos con hombres armados que se cubrían el rostro. Los pistoleros se llevaron al delantero del equipo griego Olympiacos y su auto BMW. Bajaron a la mujer, quien minutos después alertó a las autoridades del plagio llamando a un número de emergencia.

La zona donde fue secuestrado el jugador internacional de fútbol Alan Pulido es una “madriguera de Zetas, donde se han localizado narco fosas y casas de seguridad”, según una fuente de la Procuraduría estatal.

Durante todo el domingo cientos de efectivos de la policía estatales, miembros del Ejército mexicano y de la policía federal mantuvieron un gran operativo en la zona, mientras un helicóptero sobrevoló Ciudad Victoria y la Carretera Interejidal.

A lo largo del operativo, efectivos policiales comenzaron a “reventar” casas de seguridad en distintos puntos de la capital de Tamaulipas para intentar localizar al jugador.

(ZOCALO/ Proceso/ 30/05/2016 - 10:26 AM)

TRIÁNGULO DE TERROR Y MUERTE


Esta semana en Guasave, Sinaloa y El Fuerte: torturas, asesinados, desaparecidos, tiroteos en las calles…

La población civil de los municipios de Guasave, Sinaloa y El Fuerte, en el norte de Sinaloa, entró en pánico debido a la serie de tiroteos en las calles transitadas y a plena luz del día, de los asesinatos a sangre fría y de las privaciones de la libertad que se incrementaron en la víspera de las elecciones locales.

El horror se incrementó cuando las fuerzas policiales se pasmaron ante los cruentos hechos, y peor aún, cuando éstas fueron involucradas en el ataque, por omisión y complicidad. Se llegó al clímax del espanto cuando los gobiernos de los tres municipios minimizaron los hechos y aseguraron que la situación de inseguridad pública “es normal”.

La escalada de violencia tuvo su auge en Estación Naranjo, una zona marginal de la confluencia de los municipios de El Fuerte, Sinaloa y Guasave, y que es cuna del gobernador Mario López Valdez.

Siendo una zona netamente agrícola, pero puerta obligada para arribar a la zona productora de mariguana y amapola de la serranía del municipio de Sinaloa, las calles del centro de Estación Naranjo se convirtieron en zona de guerra durante al menos 10 minutos, cuando un grupo de gatilleros, que presuntamente defendía la plaza, emboscó a otro que aparentemente recién la acababa de invadir, resultando tres muertos a balazos.

Tras el tiroteo y en presencia de impávidos policías municipales y estatales, uno de los grupos armados retornó al lugar, estudió la fisionomía de los muertos, arrastró los cadáveres y se los robó, evitando que la autoridad ministerial diera fe del fallecimiento

De acuerdo con testigos, el tiroteo sucedió alrededor de las 12:00 horas del pasado jueves, en el cruce de Morelos y Bruno B. García, intersección que inicia la carretera hacia el poblado Ocoroni.

En el lugar quedaron abandonadas y con las portezuelas abiertas dos unidades de color blanco, y ambas de modelo 2016. Se trata de una Jeep línea Cherokee, que según informe policial fue robada con lujo de violencia en Guasave, y una Volkswagen tipo Amarok, despojada a mano armada en Los Mochis.

Tras el tiroteo, la población se sumió en un nervioso mutismo.

Hasta ahora, la información oficial del caso es confusa, pues indica el hallazgo de las unidades, rastros de sangre, residuos de masa encefálica, chalecos tácticos, un fusil, y más de cien cascajos percutidos.

“Solo encontramos dos camionetas impactadas por proyectiles de armas de fuego y rastros de sangre. En estos momentos las investigaciones se realizan en la zona, y hay grupos de ministeriales en busca de los autores y en el rastreo de probables víctimas. Las unidades coinciden con las características de otras que participaron en algunos hechos violentos”, informó Arnoldo Serrano, subprocurador regional de justicia.

El tiroteo fue la conclusión de una semana de horror para esta zona, pues el 17 de mayo había comenzado en la vecina sindicatura de San Blas, El Fuerte, con el secuestro de José Miguel Ruiz, hijo del coordinador del sistema Enlace Magisterial y regidor en el Ayuntamiento de El Fuerte, Mario Ruiz. Este es el segundo plagio que sufre la familia del político.

Al día siguiente, el miércoles 18 de mayo, se montó un operativo de búsqueda y rescate con las policías municipales de Ahome, Guasave y El Fuerte, con apoyo de la Policía Ministerial acantonada en San Blas.

En un retén que ese grupo de persecución de secuestradores había instalado en la intersección de las carreteras secundarias Los Mochis-El Fuerte-ramal San Blas-Ocoroni, fueron levantados los jóvenes primos Jesús Alberto Pérez Beltrán y Julio César Beltrán Ramos, de 23 y 20 años, respectivamente, ambos residentes del poblado Los Tablones, Sinaloa, y hacia donde se dirigían para recoger un dinero. Fue la última vez que se les vio con vida.

En una denuncia de desaparición forzada interpuesta en la Comisión de Derechos Humanos de Sinaloa Zona Norte, Aracely Sepúlveda Sauceda informó que la familia de ambos contó que de acuerdo con testigos, los primos fueron vistos siendo auxiliados por patrulleros pues la motocicleta en que viajaban se había ponchado.

En informes oficiales, las cuatro corporaciones policiacas involucradas en la operación del rescate del secuestrado negaron haber consumado la detención de los primos, y minimizaron la denuncia.

Una semana después, el miércoles 23 de mayo, los cadáveres de los primos fueron encontrados en las polvorientas calles del poblado Jiquilpan II. Habían sido torturados durante siete días, pues la noche anterior se dejaron oír los rafagazos de fusiles. Sobre los cuerpos, los victimarios dejaron un mensaje: “Esto les pasará a todos los chapulines”.

La familia de los primos desmintió esa imputación y denunciaron que era una maniobra policial para evadir la responsabilidad de la desaparición forzada y ahora asesinato de los muchachos, que trabajaban como choferes de un camión de traslado de estudiantes.

Cinco horas después del hallazgo de los cuerpos de los primos, tres hermanos originarios del mismo poblado, pero residentes de la colonia La chuleta de San Blas, que resultarían ser el padre y dos tíos de Julio César (uno de los primos asesinados). Santos, Enrique y Emigdio Rosalío Beltrán Beltrán, de 48, 32 y 25 años de edad, respectivamente, fueron también perseguidos y privados de la libertad en forma violenta. Acompañado de mujeres, que resultaron ilesas en el atentado, viajaban en una camioneta rumbo a Los Mochis para identificar a los jóvenes asesinados, pero desaparecieron en la sindicatura de Mochicahui.

Hasta ahora, las autoridades no han brindado información sobre los crímenes a los cinco miembros de una sola familia de Los Tablones, Sinaloa.

POLVOS DE AQUELLOS LODOS

Esa comunidad ganó fama en la década de los 80, cuando Francisco Labastida Ochoa gobernaba Sinaloa. Por primera vez en la historia estatal, un gobernador había reestructurado la entonces intocable Policía Judicial del Sinaloa. Las equipó con patrullas Chevrolet Cheyene, descontinuó las viejas carabinas M-1, escopetas calibre 12 y los revólveres, para armarlos con AR-15 largos y pistolas; desechó las añejas radios de comunicación y los dotó de radios que por primera vez encriptaban la señal, y uniformó a los policías. También trajo mandos chilangos.

Los nuevos mandos crearon grupos para cazar a presuntos gavilleros conocidos como los Gamma. Y uno de los comandantes a cargo más sanguinarios era Joel Velazco Flores, un mochitense. Los gavilleros estaban convertidos entonces en los principales delincuentes comunes de la entidad por constantes asaltos bancarios, secuestros de agricultores y atracos a tiendas de raya de empaques.

En la zona norte, sobresalía uno: Miguel Ángel Beltrán Lugo, conocido por los apodos del Ceja Güera, o el Güero, y cuya zona de confort estaba desde San Blas y El Fuerte, pasando por Los Tablones, El Gallo, Ocoroni, Estación Naranjo y la cabecera de Sinaloa, hasta Guasave; y tomó a Mochis como su ciudad de descanso.

En 1988, Velazco Flores incursiona en Los Tablones y asesina a tres muchachos de apellido Beltrán, emparentados con Miguel Ángel Beltrán. Un año después, en la zona de tolerancia de San Blas, un policía municipal mata a sangre fría a otro primo del entonces ya conocido gavillero y éste responde con la misma violencia, y extrae de los grupos policiales a los que consideraba responsables, y termina masacrándolos bajo las torres de alta tensión del poblado Jiquilpan II, el mismo sitio en donde los primos serían encontrados sin vida, 27 años después de aquellas primeros asesinatos masivos.

Después, Velazco y Beltrán se encuentran en La Mojonera, Sinaloa. Se enfrentan a balazos. El policía recibe un tiro en la cara, pero sobrevive.

Ya como lugarteniente de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, fundador del Cártel de Sinaloa, Miguel Ángel Beltrán Lugo es asesinado a balazos en el penal del Altiplano, en Almoloya de Juárez, Estado de México, el 6 de octubre de 2004, en tanto que Joel Velazco Flores muere de un tiro en un negocio de renta de videos, en Guamúchil.

No son todas las muertes masivas que sacudieron a Los Tablones, pues en el 2005, cuatro mujeres, una de ellas embarazada, fueron asesinadas a balazos en una emboscada, que entonces fue ligada a una venganza por un homicidio anterior.

Quienes cayeron abatidas por ráfagas de rifle de asalto AK-47 cuerno de chivo, fueron identificadas como Marina Román Sauceda, de 52 años, Blanca Gallardo, de 40 años; Claudia Román Gallardo, de 18; y Claudia Pérez Beltrán, de 26, esta última aparentemente hermana de Jesús Alberto Pérez Beltrán, uno de los primos asesinados recientemente.

GUASAVE, ZONA DE MIEDO

La población de este norteño municipio se encuentra bajo zozobra constante debido a macabras decapitaciones, desaparición de personas y la tortura a funcionarios municipales, ante un ayuntamiento pasivo y la falta de respuesta policial.

Lo más reciente fue la privación de la libertad, golpiza y liberación del adolescente Juan Alfonso, “N”, de 16 años, en la comunidad de Pueblo Viejo, y la ausencia de Obed Aarón Meza Miranda, de 26 años, quien vive en el poblado Ruiz Cortines número 2. Ambos fueron capturados por hombres armados, señalan escuetos informes policiales.

A estos dos casos se suma la desaparición, tortura y posterior liberación del comisario municipal del campo pesquero el Huitusi, Isidro Acosta Sepúlveda, de 39 años; la ausencia forzada del biólogo pesquero Alejandro Nolasco Orta, desde el 6 de mayo en el campo pesquero La Pitahaya, y el abandono de una cabeza humana dentro de una hielera, en la calle Japaraqui, entre Uno y Dos, en Juan José Ríos.

Aunado a todo, el dirigente estatal del Partido Sinaloense, Héctor Melesio Cuen Ojeda, denunció que miembros de la delincuencia organizada le impiden realizar campaña electoral en Batamote, Guasave, y en el municipio de Sinaloa.

POLICÍA ENREDADA

—Los primos Jesús Alberto Pérez Beltrán y Julio César Beltrán Ramos, de 23 y 20 años, respectivamente, desaparecieron en mayo. La familia culpa a las policías de Ahome, Guasave y El Fuerte.

—En febrero, después de ser perseguidos por policías de Ahome, desaparece en Juan José Ríos la pareja de Zumiko Lizbeth Félix Ortega y Eduardo González Rodríguez.

—En diciembre del 2015, los culichis Sergio Ernesto Ceballos López, Carlos Omar Pérez Rodríguez, Jesús Ceballos López y Francisco Antonio Ceballos Jiménez, desaparecen después de ser detenidos por la Policía de Ahome.

—En junio del 2015, los jóvenes David Mendoza Marín, Margarita Marín Yan y Alfredo Elías Marín Bustos, desaparecen después de un chequeo de rutina de la policía de Ahome.

Mirna Nereyda Medina Quiñónez, líder de “las Rastreadoras” asegura que en el 90 por ciento de los 200 desaparecidos en el norte de la entidad hay involucrado al menos un policía.


(RIODOCE/ Luis Fernando Nájera/ Los Mochis en 29 mayo, 2016)