En el primer
enfrentamiento armado entre sicarios, policías y efectivos del Ejército, desde
que empezó la narcoguerra por la plaza del narcomenudeo en La Paz, dos matones
fueron abatidos y otro más se debate entre la vida y la muerte. En tanto, los
pistoleros habrían levantado y asesinado a un narcomenudista y pretendían
enterrarlo en unas fosas que fueron descubiertas a un lado del rancho de Raydel
López Uriarte “El Muletas”
La Paz, Baja
California Sur.- Cuando se desató la balacera el miércoles 24 de febrero de
2015, entre sicarios y agentes de la Policía Ministerial, Estatal y soldados,
los pistoleros abatidos habían huido del rancho de Raydel López Uriarte “El
Muletas”, localizado en el Kilómetro 5 de la carretera La Paz-Los Planes.
Las primeras
indagatorias de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) apuntan a
que los sicarios golpeaban y torturaban a un narcomenudista que habían
levantado al filo del mediodía en la colonia Miramar, al sur de La Paz, y
pretendían matarlo y sepultarlo en una fosa clandestina a un costado del rancho
abandonado de López Uriarte, cuando escucharon vía radio que un convoy de
agentes policiacos y militares iban hacia ese rumbo.
Según
investigadores, los sicarios traían consigo un radio con frecuencia de la
Policía Municipal de La Paz, a cargo del comisario Manuel Arce Delgadillo, y
alcanzaron a escuchar el ingreso de un reporte que denunciaba el paso de un
vehículo Mitsubishi de color guinda, polarizado, sin placas de circulación, el
cual había entrado por un camino de terracería rumbo al Club de Caza, Tiro y
Pesca “Los Gavilanes”, quienes aparentemente iban armados con rifles de asalto.
Los pistoleros
mataron a su víctima, de nombre Adrián Leonardo Meza Almaraz, y salieron
rápidamente de la zona de peligro, pero era demasiado tarde porque se toparon
de frente al convoy de policías y soldados, justo en el cruce de carretera Los
Planes y Libramiento Santiago Oceguera.
Al sentirse
descubiertos, doblaron hacia el lado derecho y trataron de emprender la huida a
toda velocidad por el citado libramiento, rumbo a la carretera Pichilingue.
Sin embargo, y para
su mala suerte, sobre esa vía se desplazaba otro convoy de agentes de seguridad
y militares, quienes después de ser alertados, cerraron el paso y se bajaron
armados de sus vehículos para toparlos de frente, cerca de la gasolinera Check
Point.
Tras ver cerrado el
camino, los sicarios bajaron la velocidad y se estacionaron del lado izquierdo
de la acera, cuando se vieron encajonados.
“¡Bajen del
vehículo, están rodeados!”, gritó uno de los policías y conminó hacerlo con las
manos arriba, lentamente y tirarse al piso. No obstante, los matones no
descendieron de la unidad.
De acuerdo a uno de
los agentes policiacos que participó en el operativo, los tres ocupantes del
automóvil se quedaron arriba del vehículo entre tres y cinco minutos, y de
repente abrieron las dos puertas traseras para descender dos de ellos: uno
cargando un rifle AK-47 y apuntando con dirección hacia la Avenida Luis Donaldo
Colosio, y otro portando un rifle R-15, apuntando con dirección hacia
Pichilingue.
Los dos sicarios
refutaron textualmente: “¡Abran el paso o se los va a cargar la verga!”, y como
los policías y soldados respondieron con una negativa, y advirtieron que eran
mejor que se entregaran y tiraran sus armas, los pistoleros comenzaron a
disparar en contra de los oficiales de las fuerzas del orden hacia los dos
puntos, quienes se escudaron en sus vehículos.
Fue entonces que los
oficiales de Policía y militares respondieron al fuego utilizando armamento
como fusiles M3 en contra de los ocupantes del automóvil, disparando desde
ambos lados, en la refriega uno de ellos se metió al vehículo y cerró la puerta
del lado izquierdo.
En tanto, el
pistolero del lado derecho salió corriendo y trató de internarse en el monte,
mientras que, al verse en desventaja, el chofer de la unidad pretendió lanzar
una granada a una distancia de cinco metros sobre los guardianes del orden que
estaban de frente.
Cuando los policías
y soldados se acercaron al automóvil, observaron al primer sicario abatido al
frente del volante del vehículo, tirado sobre los dos asientos delanteros. Aún
traía la granada en su mano derecha, a la cual no tuvo tiempo de quitarle la
espoleta.
El segundo estaba en
el asiento trasero y boca abajo, casi la mitad del cuerpo fuera de la unidad
por el lado derecho, y su rifle de asalto tirado sobre el piso.
El tercer y último
todavía estaba con vida, sobre unas rocas, debajo de un árbol, tenía ocho tiros
en el cuerpo, un rozón de bala en la cabeza y se debatía entre la vida y la
muerte.
Las fuerzas del
orden solicitaron la presencia de una ambulancia y acordonaron el Libramiento
Santiago Oceguera.
En la escena del
crimen, la PGJE levantó un rifle de asalto AK-47, un fusil R-15, dos pistolas
calibre 9 milímetros y una granada de fragmentación.
El levantón
Después de la
balacera, y tras caer la tarde, agentes de investigación de la PGJE fueron en
dirección a la zona de donde vieron salir el vehículo de los sicarios,
inspeccionaron el lugar y encontraron dentro de una caballeriza del rancho
abandonado de Raydel López Uriarte “El Muletas”, el cuerpo sin vida del
narcomenudista.
En la segunda
caballeriza, de izquierda a derecha, y en el lugar en ruinas, la víctima, de
nombre Adrián Leonardo Meza Almaraz “El Leo”, estaba tirado boca abajo. De
entrada exhibía huellas de tortura, en medio de una laguna hemática.
De cabello rapo,
vestía pantalón de mezclilla y camisa tipo polo de color verde con rayas
blancas. En una primera inspección y a simple vista, se notaban huellas de
haber sido “chicoteado” en la espalda, además de que tenía los ojos y la boca
vendados con cinta de color canela.
El narcomenudista de
32 años había sido levantado de una vivienda de la calle Mar Caribe número 320,
entre Miramar y Mar Noruega de Colonia Miramar, al sur de La Paz.
Los vecinos
reportaron que tres sicarios habían entrado por la fuerza y sacado a la víctima
de su casa, huyendo a bordo de un automóvil Mitsubishi de color guinda con cola
de pato, vidrios polarizados, sin placas y marca Mitsubishi.
De acuerdo a los
denunciantes, los pistoleros eran tres hombres jóvenes, armados con pistolas y
armas largas, dos de los cuales se metieron a la casa y otro más esperaba en el
volante, cuando “El Leo” fue sacado entre golpes y empujones por los maleantes.
Mientras que las
primeras indagatorias de los investigadores de la PGJE, apuntaron a que el
vendedor de droga, originario de Ciudad Constitución, estaba al servicio del
jefe de plaza del narcomenudeo de la zona sur, José Francisco Ojeda Torres y/o
José Fernando Torres Montenegro “El Pepillo”, quien libra una batalla contra su
antiguo aliado Felipe Eduardo Guajardo García “El 28” y el sucesor de Rolando
González Moreno “El Comadrón”, Luis Antonio Montoya Beltrán “El Montoya”, “Don
Carlos” o “El Artista”.
Apenas el 24 de mayo
del 2014, el occiso fue detenido e internado en el Centro de Reinserción Social
de La Paz por el delito de robo, pero rápidamente recuperó su libertad y salió
a vender droga.
En base a peritos de
la PGJE, el dictamen médico estableció que las causas de la muerte del
narcomenudista de “El Pepillo” fueron asfixia por estrangulación y un golpe
contuso en la cabeza que provocó sangrado abundante.
Los sicarios
Después de acordonar
la zona y levantar los cartuchos percutidos en la balacera del 24 de febrero,
el herido fue trasladado al área de urgencias del Hospital General “Juan María
de Salvatierra” y los dos pistoleros abatidos, al Anfiteatro de la PGJE.
Cuando los peritos
recogían las evidencias que quedaron dentro y fuera del carro de los sicarios,
el teléfono celular de uno de los abatidos sonó con el tono de “El Corrido del
28”, lo cual terminó por confirmar que los asesinos estaban al servicio del rival
de “El Pepillo”, Felipe Eduardo Guajardo García “El 28”.
La persona que
identificó a los dos pistoleros muertos y al herido fue Eloísa Lizárraga Ríos,
esposa del único sobreviviente, quien dijo que respondían a los siguientes
nombres:
* Adrián Alberto Blanco Osuna, de 24 años, originario
de Culiacán, Sinaloa.
* Mario Castillo Zazueta, de 24, oriundo de Los
Mochis, Sinaloa.
El único
sobreviviente, de 29 años, fue identificado como Juan Manuel Aguilar López “El
Nuevo 27”, sucesor de José Ángel González Portillo “El 27”, abatido a tiros el
primero de noviembre de 2014, en una balacera registrada entre pistoleros de
Los Dámaso y Los Mayitos, en la calle Ramírez, entre Manuel Márquez de León y
Miguel L. Legaspy, Colonia Centro de La Paz.
Según los
investigadores del caso, el vehículo de color guinda de los sicarios también
habría participado en el levantón del capitán del barco, Marco Antonio Espinoza
y su acompañante, César Darío Liera Villavicencio, registrado el 11 de febrero,
cuando descansaban en las habitaciones 114 y 116 del hotel La Purísima,
localizado en la calle 16 de Septiembre, entre Revolución y Aquiles Serdán,
Zona Centro de La Paz.
Las características
del vehículo con cola de pato coinciden con el reportado por uno de los
testigos de esa noche, quien describió que el automóvil fue usado en ese
levantón junto con una camioneta tipo vagoneta, donde apareció involucrada la
patrulla número 115 de la Policía Municipal de La Paz, la cual fue asegurada por la PGJE.
Según el dictamen
pericial de la Procuraduría estatal, los abatidos se encontraban en las
siguientes posiciones:
* Adrián Alberto Blanco Osuna, al frente del volante,
y en la parte trasera del carro, Mario Castillo Zazueta; el único
sobreviviente, Juan Manuel Aguilar López, estaba tirado a escasos 10 metros de
la unidad automotriz.
LAS NARCOFOSAS
Después de haber
levantado el cuerpo del narcomenudista Adrián Leonardo Meza Almaraz dentro del
rancho del ex capo Raydel López Uriarte “El Muletas”, los agentes de
investigación del caso comenzaron a indagar por los alrededores, derivado de
que observaron huellas de vehículos y de calzado, además de ramas y arbustos
removidos a escasos 10 metros del lugar.
Lo primero que
encontraron fue arena removida por todos lados, particularmente en dos lugares,
una especie de excavación en un cuadro de 2 x 3 metros, y tapada de tal manera
que no alcanzaron a rellenar el hueco completamente.
Los oficiales
consiguieron algunas varillas y las metieron dentro del cuadro, rápidamente
entraron hasta una profundidad de aproximadamente un metro y 20 centímetros.
Por su experiencia
con el caso de las fosas clandestinas de Simón Guillermo Hernández Peña “El
Simón” o “El Sepultero”, preso desde 2013 en el CERESO de La Paz como presunto
responsable del asesinato de Damaris Karina Márquez Romero “La Damaris”, Abel
Leal González “El Buena Onda” y Carlos Antonio Cota Cervantes “El Sharlie”, de
inmediato se imaginaron que se trataba de narcofosas.
Por la hora -ya
entradas las primeras horas de la madrugada del 25 de febrero-, los agentes
determinaron iniciar excavaciones horas más tarde, alrededor de las diez de la
mañana, y después de un arduo trabajo de la Dirección de Servicios Periciales
de la PGJE, efectivamente encontraron otros dos cuerpos del sexo masculino.
El primero tenía
enterrado entre dos y tres meses, y el segundo, aproximadamente entre dos y
tres semanas, por lo que al cierre de esta edición, intentaban identificarlos.
Según datos
recabados por ZETA, existen aproximadamente diez reportes de personas
desaparecidas en La Paz, cuatro de los cuales son mujeres y seis hombres:
* Edwin Germán Méndez Ramírez y/o Edén Samir Alamea
Méndez “El Sammy”, de 25 años. Fue visto por última vez el 18 de enero, cuando
salió de su domicilio en Calle 16 de Septiembre, entre Ramírez y Altamirano,
Colonia Centro de La Paz.
* Esteban Gerardo Beltrán Díaz “El Geras”, de 23,
desaparecido el 30 de enero, cuando salió de su casa en Calle Blanca número
351, esquina con Magenta en Colonia Arcoíris III de La Paz.
* Jorge Antonio
Riecke Geraldo “El Coquí” o “El Conejo”, de 39, visto por última vez el 27 de
enero, cuando salió de su vivienda en Calle de Zafiro número 144, entre Ópalo y
Progreso, Colonia El Progreso en La Paz.
* Leticia Isabel Verdugo Moreno “La Letty”, a quien se
vio por última vez el 7 de febrero, en la colonia Miramar.
* Citlalli Alejandra Ortiz Masse, de 23, quien fue
sustraída de su domicilio en la colonia Vista Hermosa el 11 de febrero.
* Miguel Ángel Bonilla Marrón, de 31, sustraído de su
vivienda en la colonia Vista Hermosa de La Paz, también el miércoles 11 de
febrero.
* Ángel Valles Delgado “El Negro”, quien desapareció el 7 de febrero en la
colonia Miramar.
* Dos mujeres de nombre Mónica y Angélica -cuyos
apellidos se desconocen-, sustraídas de su casa en las calles Regidores y
Vicente Guerrero, Colonia Lázaro Cárdenas de La Paz.
* Luis Alberto Martínez Cosío “El Luis”, sustraído el
11 de febrero, cuando estaba en el negocio de su padre -denominado Carnitas
Abraham- en San José del Cabo.
LAS EXTORSIONES
Un día después de la
balacera entre sicarios, policías y soldados, los tres órdenes de gobierno,
iniciaron la persecución de dos narcomenudistas, cuando el 25 de febrero
circulaban por el Libramiento Daniel Roldán, a bordo de un vehículo Seat Toledo
2015 de color verde, placas de circulación CZP-34-64.
Tras notar la
persecución, los delincuentes emprendieron la huida ingresando a la colonia Las
Américas, al sur de La Paz. En el trayecto arrojaron por la ventana una granada
de fragmentación y una pistola 9 milímetros que cayeron dentro de la jardinera
de una vivienda; cuando pensaban que escaparían, fueron detenidos en la esquina
de la calle Perú y Marco Polo.
De inmediato se
bajaron con las manos en alto cuando policías ministeriales y estatales
apuntaron sus armas, se tiraron al piso y, llorando, gritaban “¡No disparen!”.
Los narcomenudistas
fueron identificados como Óscar Humberto Pérez Ibarra, de 23 años, y Roberto
Samuel Castro Navarro, de 30, originarios de Costa Rica, Sinaloa y La Paz, Baja
California Sur, respectivamente. Se les remitió a los separos del Agente del
Ministerio Público de la Federación de la Procuraduría General de la República
y, según el parte informativo de la PGR, traían en su poder una pistola calibre
9 milímetros, una granada de fragmentación y 23 envoltorios con cristal, además
de equipo de comunicación con frecuencia de la Policía Municipal de La Paz.
Los agentes de
investigación revisaron el celular de uno de los narcomenudistas, el cual traía
mensajes del presidiario Simón Guillermo Hernández Peña “El Simón”, recluido
desde 2013 por su responsabilidad en el asesinato de Damaris Karina Márquez
Romero “La Damaris”, Abel Leal González “El Buena Onda” y Carlos Antonio Cota
Cervantes “El Sharlie”, quienes estaban enterrados en tres de las siete
narcofosas descubiertas en aquel entonces por la PGJE.
Los oficiales se
extrañaron en virtud de que “El Simón” o “El Sepultero” están en el Centro de
Reinserción Social de La Paz, quien según el detenido, desde la cárcel opera
extorsiones a familiares de presos y algunos comerciantes, junto con Jesús
Alberto Cabanillas Guerrero “El Papi”. Ambos enfrentan procesos penales:
* Simón Guillermo Hernández Peña “El Sepultero”
actualmente está internado por el delito de homicidio calificado en grado de
tentativa y privación ilegal de la libertad en agravio de los narcomenudistas
Christian Enrique Romero Altamirano “El Kike”, Leydy Isabel Álvarez Amador,
Arturo Ernesto Gómez Espinoza “El Conry” o “El Sonrics”, Jesús Loreto Chávez
Ortega “El Kicho” y Roberto Hirales Avilés “El Comix”, bajo el número de
proceso 149/2013.
Asimismo, enfrenta un proceso por el crimen de Damaris
Karina Márquez Romero “La Damaris”, Abel Leal González “El Buena Onda” y Carlos
Antonio Cota Cervantes “El Sharlie”, asesinados y sepultados en 2013.
* Jesús Alberto Cabanillas Guerrero “El Papi” fue detenido
el 21 de agosto de 2008 por los delitos de secuestro, robo de vehículo y
extorsión. Enfrenta el proceso 231/2008.
De acuerdo con el
detenido, los dos internos operan con el
visto bueno del director del penal, Raymundo Flores Aguilar, y del subdirector
José Enrique Hernández Guadarrama, “quienes usan numero telefónicos de La Paz y
de otros estados para despistar a las autoridades”.
El caso sería
investigado por las autoridades competentes, por lo pronto, se solicitará la
separación y el cambio de penal de ambos delincuentes, quienes viven en la zona
más cómoda de la prisión conocida como “Almoloyita” y, según uno de los
integrantes del llamado Grupo de Coordinación de Seguridad Pública, tienen el
control absoluto de esa cárcel en la venta de drogas, alcohol y protección a
reos.
(SEMANARIO ZETA BCS/ Investigaciones ZETA/ 03 de Marzo del 2015 a las 12:00:00)