CIUDAD DEL VATICANO.- El hombre que logró reunir poder eclesiástico y
político único en México durante 19 años como representante del Vaticano,
Girolamo Prigione Pozzi, debe rendir cuentas sobre el encubrimiento y el
silencio que guardó por los “crímenes abominables” cometidos por el fundador de
los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel.
Prigione Pozzi, religioso de origen italiano que llegó a México el siete de
febrero de 1978 y que fue el operador del Vaticano para el reconocimiento
jurídico de las Iglesias en 1992, mantuvo una estrecha relación con Maciel
Degollado, y hasta la fecha es un hombre que se ha mantenido al margen del
escándalo de la doble vida del fundador de los Legionarios y de las diversas
denuncias sobre abusos sexuales.
Para el ex nuncio Justo Mullor García, su antecesor en la sede diplomática
del Vaticano en México, Prigione Pozzi, debe “entregar cuentas” porque “él
estuvo muchos años y no puede ser que no se haya dado cuenta del comportamiento
de Maciel”.
Y añade: “Tan sólo en los primeros seis meses de haber llegado a
México me di cuenta de las denuncias en contra del fundador de los
Legionarios... Y yo fui quien le quitó la máscara a Maciel”, puntualiza.
La información que él mismo elaboró y la documentación que daba sustento a
sus investigaciones, las entregó a un “alto jerarca” de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, quien le dio procedimiento.
El cardenal Norberto Rivera, Girolamo Prigione y Marcial
Maciel.
EN LA PLAZA DE SAN PEDRO
Mientras caminaba por la Plaza de San Pedro, en donde se le encontró, Mullor
García, nuncio en México de 1997 al 2000, accedió a opinar para M Semanal
sobre lo que denomina “los crímenes abominables de Marcial Maciel”.
El caso de Maciel, dijo, “marcó parte de mi carrera, porque tuve que
enfrentarlo” en mi estancia en México. Irónico, puntualiza: “Maciel se encontró
conmigo y yo me encontré con Maciel”.
Durante 10 años Mullor guardó silencio y sólo decidió hablar sobre el caso
Maciel con su amiga, la periodista Valentina Alazraki, a quien afirmó que Juan
Pablo II fue engañado por el fundador de los Legionarios de Cristo.
Le comentó que antes de que concluyera 1997, al poco tiempo de haber llegado
a México apareció en las páginas culturales de una conocida revista la síntesis
de un libro que acusaba a Maciel y a otro notorio eclesiástico de graves faltas
morales, aunque de diverso signo.
“Naturalmente, como tantos otros, pensé en una
posible osadía y grave calumnia. Por mi experiencia romana, sabía que no era la
primera vez que ese tipo de calumnias se difundían con la intención de hacer mal
a una obra católica. Y la Legión de Cristo se había extendido sobre todo en
América Latina, España, Irlanda y Estados Unidos. Sabía, igualmente, que era
opinión corriente en Roma, donde Maciel contaba con no pocos amigos y
admiradores, que tales acusaciones eran consideradas absurdas e infundadas, por
lo que no merecían que se les diera peso alguno. De todas formas, como era mi
obligación profesional, informé con precisión a quien debía informar”.
Le recordó que un legionario que trabajaba en la nunciatura como secretario
local, le pidió que defendiera públicamente a su fundador y que también lo
hiciera la Conferencia Episcopal.
“Mi respuesta fue: ‘Lo haría con gusto si su
fundador fuera el primero en tratar de probar la falsedad de las acusaciones que
le son hechas por personas concretas que no ocultan sus nombres’.
En tal
situación, el primer paso debía darlo él”, insistió Mullor.
“El padre Maciel,
como Cristo, no se defendería”, fue la extraña e inesperada respuesta de aquel
legionario.
Mullor agregó que “ante la firme insistencia de aquel legionario de que en su
fundador era atacada la misma Iglesia, comencé a pensar que, por muy fundador
que fuera, podría haber algo de verdad en la pretensión de abstenerse de
afrontar a sus calumniadores”.
Y mientras recuerda su estancia en México, Mullor comenta que se mantiene
informado de algunos sucesos que ocurren en tierras mexicanas, como el hecho de
que se han presentado varios libros sobre la vida de Maciel.
Pero sobre el reciente libro La voluntad de no saber, presentado en
León, Guanajuato, el sábado 24 de marzo durante la visita del papa Benedicto XVI
a México, y el cual da a conocer documentos del archivo del Vaticano en los que
se denunciaban los abusos de Maciel, dijo no conocerlo, pero sí al grupo que
desde hace varios años hizo públicos los abusos.
Girolamo Prigione y Carlos Salinas de Gortari. Foto:
Especial
DENUNCIAS EN M SEMANAL DESDE 1997
Recordó que él se enteró por la revista M Semanal (ocho de diciembre
de 1997) de las denuncias por abusos sexuales de los ex legionarios en contra de
Marcial Maciel.
Comentó haber recibido después una llamada por parte de uno de
ellos (José Barba), en donde se le informaba de esa carta que dirigían al papa
Juan Pablo II; sin embargo, en ésta comunicación le dijo que no podía ayudarlos
porque la carta ya se había hecho pública y era una forma anómala de
proceder.
Para Mullor, quien guarda un breve silencio y reflexiona, las denuncias de
los ex legionarios “fueron demasiado tarde, tardaron mucho en hablar”, y eso,
consideró, fue utilizado por los amigos de Marcial Maciel “para evitar que se
conociera la verdad”.
Sin embargo, recuerda que a uno de ellos (José Barba) lo recibió en Roma, ya
en su nuevo cargo, pero no acepta haberlo asesorado, como lo mencionó el ex
legionario, para canalizar una carta entregada el seis de noviembre de 2002 por
el fallecido sacerdote Antonio Roqueñí a la sede papal, que consta de cuatro
cuartillas en las que se menciona que, a cuatro años de haber denunciado los
abusos sexuales del padre Maciel, no se había recibido respuesta alguna.
(MILENIO Diario, cuatro de enero de 2011).
Sobre las denuncias donde se responsabiliza a Joseph Ratzinger de no actuar
desde su cargo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, considera
Mullor García que son “falsas”.
Es “injusto que al papa Benedicto XVI se le intente acusar porque él ha
demostrado que tomó cartas en el asunto, no sólo en el caso de Maciel, quien
cometió crímenes a los que se les puede calificar de abominables, sino en otros
casos donde los sacerdotes cometieron abusos”.
Por una “persona como Maciel no se puede responsabilizar a toda la Iglesia
católica. Fue un hombre con una doble vida que hizo mucho daño”, puntualizó el
ex nuncio apostólico en México.
Con firmeza, Mullor García agregó que, pese a la intervención del Papa en la
organización de los Legionarios con el cardenal Velasio de Paolis, la
Congregación de los Legionarios de Cristo debe “desaparecer”.
Esta organización,
reflexionó, sostuvo una estrecha relación con el ex nuncio Girolamo Prigione,
quien tenía la obligación de informar al Vaticano las acciones de Maciel y “no
quiso hacerlo. Nadie le ha preguntado por qué no lo hizo”.
El ex nuncio papal con el arzobispo Emilio Berlié. Foto:
Especial
El fundador de los Legionarios de Cristo. Foto: Guillermo
Baltazar/ AP
EL CLUB DE GINEBRA
Mullor García, quien señala haberse encontrado con Maciel Degollado en tres o
cuatro ocasiones, fue víctima del poder que éste mantenía, e incluso a él se
debe su salida de México, que significó un regocijo para los Legionarios.
Los ataques en contra de su estancia en México se iniciaron por parte de los
Legionarios de Cristo, y a su salida en abril del 2001 hicieron circular un
panfleto titulado “Iglesia Dividida.
Gestión del Nuncio Mullor”, en donde se
afirmó que formó El Club de Ginebra, y que desde su nuevo cargo en Roma, en la
Pontificia Academia Eclesiástica, pretendía dirigir la nunciatura en México de
manera virtual.
Además, se dijo que había dejado un Episcopado Mexicano dividido y había
llegado con dos metas: rescatar de su renuncia al cardenal Adolfo Suárez y
salvar el proyecto doctrinal del obispo Samuel Ruiz, efecto que, según el texto,
fue mal calculado.
Sobre este panfleto, Mullor tranquilamente comentó: “Lo crearon para
desprestigiarme. No estuve en México para crear clubes, sino para ser
representante del papa Juan Pablo II. No dividí a los obispos, siempre busqué la
unidad de ellos... Y éste fue tan sólo uno de los ataques que enfrenté no sólo
en México, sino también en Roma por parte de los Legionarios”.
LA DESPEDIDA DE PRIGIONE
El 21 de abril de 1997, en un encuentro privado en la Universidad Anáhuac —al
que sólo permitieron el acceso a tres reporteras: Alma Muñoz (La
Jornada), Claudia Flores (Televisa) y quien esto escribe (entonces
por parte de La Afición)—, Maciel le ofreció una comida de despedida al
nuncio Girolamo Prigione.
Se sirvieron aguacates relleno de cangrejo al eneldo, crema de queso, filete
chambertin e islas flotantes. A la derecha de Prigione estaba el cardenal
Norberto Rivera, y a su izquierda el superior general de los Legionarios de
Cristo, Marcial Maciel.
Ahí se habló de que en estos tiempos “resulta muy fácil criticar sin
fundamento y descalificar el quehacer de alguna autoridad”. Sin mencionarlo, se
hacía referencia a las denuncias públicas en contra del fundador de los
Legionarios.
Durante la comida se destacó el trabajo que Prigione había realizado en
México, y se condenó a “aquellos que con mirada chata buscan impedir los frutos
de su esfuerzo: una Iglesia viva y pujante, con una jerarquía sólida y una
relación propositiva con el gobierno y el Estado”.
En su oportunidad, el aún representante papal Prigione puntualizó: “Nunca me
he preocupado de lo que dice la opinión pública, si critica o alaba, uno tiene
una meta, una función... En fin, yo sigo, trato de alcanzarla con todos los
medios lícitos y posibles para llegar a esta realización. Algunos me dicen que
no soy ‘monedita de oro’ para todos; esto es normal en la vida, pues lo que
cuenta es actuar, sembrar semillas de bien y construir para justificar nuestro
paso por este mundo”.
Mullor García continuó sobre su papel como sustituto de Prigione: “Al final
de este periodo muchos dicen: ‘Termina la era Prigione’. Me parece demasiado
halagador. Yo hice lo que tenía que hacer, lo que pensé que había sido bueno,
ventajoso para la Iglesia y para este gran país que es México... Quedo vinculado
para siempre. Veinte años no pasan en balde en la vida de una persona. Las
raíces de árbol son demasiado profundas para poderlas quitar completamente, de
manera que más que decir adiós, decir hasta luego, hasta siempre”.
El entonces presidente de México, Carlos Salinas de
Gortari, con Juan Pablo II, el seis de mayo de 1990. Foto: Especial
En esa reunión, de las pocas que se hicieron públicas a los medios de
comunicación, participó Maciel, pero no dio ningún mensaje. Una alumna de la
Anáhuac le manifestó: “Pese a todo, lo sigo admirando mucho”.
Dos meses antes, el 23 de febrero de 1997, el periódico estadunidense The
Hartford Courant hizo públicas las acusaciones de abusos sexuales a menores
por parte de Maciel.
En aquella despedida también se le agradeció al nuncio Girolamo Prigione que
el ocho de enero de 1987 la Santa Sede aceptara la propuesta de éste de extender
la sede de los Legionarios de Cristo en Chetumal a una prelatura que integraba
Cancún-Chetumal, y que mantiene al único obispo legionario en México.