martes, 31 de enero de 2012

MATÓ EMPALMENSE A SU COMPADRE POR "CARRILLUDO" EN EL CARRIZO, SINALOA





Luis Fernando Nájera   
“Mi compa me dio carrilla… y lo maté. Le dije que se calmara, que no siguiera, pero siguió, siguió y siguió, hasta que me sacó de onda. Entonces tome el picahielo y lo piqué. 


No supe lo que había hecho, hasta que dejó de moverse. Entonces me paniqué y escapé”.


Manuel Andrés Villegas Peralta, conocido en Empalme, Sonora como el Villegas 13, explica así la forma en que había acabado con uno de sus amigos ocasionales de la infancia, de la efímera escuela primaria y recientemente de secundaria.

El lunes 12 de diciembre del 2011, apenas un mes atrás, en pleno día de la Virgen María, Manuel Andrés y Humberto Félix Favela, de 15 años, estaban en su barrio, reunidos.

A ambos los unían el mismo barrio, y la carrilla.

“Mi compa siempre me daba carrilla, y siempre aguanté. A veces era calzón chino, a veces sopapos, o carrilla pesada y siempre la aguanté. Pero ese día andaba de malas y no estaba bien.

El Villegas 13 quiere desahogarse, pues confiesa que desde que mató a su amigo no duerme tranquilo. Siempre está en sus sueños o en la vigilia. No llora y demuestra fortaleza callejera.

“Me agarraron por pendejo, compa, porque paniqueado como andaba, siempre veía la cara de mi compa. Pobre de mi compa. No supe lo que hacía, siempre le dije que me dejara en paz, pero siguió chingando: carrilla, carrilla, carrilla. Nunca se callaba, y ese día yo andaba de malas.

“Creo que le echaron pingas a la caguama, porque en cuanto pase el trago me perdí. Me empujó, me dijo chingaderas, mi compa, le dije que se calmara, que no siguiera, pero siguió, siguió y siguió, saque el picahielo y se lo clave, aquí, cerquita del corazón o de los pulmones.

“Luego corrí, sin parar, hasta que me atoraron. Ni pedo, ahora tengo que marcar”.

A sus 14 años, muchos de ellos vividos en las calles, en los barrios bajos de Guaymas y Empalme, Sonora, sin estudios concluidos, que para su edad ya habría terminado la secundaria, pero él a duras penas alcanzó la primaria, Manuel Andrés, mote que le endilgó su primer grupo escolar, ya es un asesino, y lo sabe, y lo reconoce y lo acepta.

“Ni pedo, qué quieres que te diga, compa. Ni pedo, la hice y ni modo. La perdí.

Asegura que no sabe que es el bullying, pero algo ha escuchado. Sabe que es maltrato, pero en su caso no lo considera así. “No, esa cosa no es. Nos damos carrilla todo el tiempo. Unos putazos, a veces, pero de ahí no pasa. Bueno, sí paso, como a mí.

El Villegas 13, explica, mientras un policía le amarra las manos con las esposas, que esa noche del Día de la Virgen el grupo de amigos se reunió. Se dieron carrilla pero él estalló, después que bebió de la caguama que entre todos habían comprado para pasar el rato.

“Saqué el picahielo y se lo hundí”, dice señalando cerca de su tetilla izquierda con el índice de la mano derecha.

“Me fijé que como que se desmayó y traté de levantarlo, pero ya no hablaba. Le busqué sangre, pero no tenía manchas.

“Entonces me paniqué, agarré el picahielo y corrí. Mis compas no hicieron nada y yo seguí corriendo.

“No sé en donde estoy ni porqué, pero aquí me atoraron. Sé que voy a marcar por lo que le hice a mi compa, pero no entendió que debía parar la carrilla, y ni pedo”.

El reporte de la Policía señala que el Villegas 13 fue detenido por escandalizar en la colonia Josefa Ortiz de Domínguez, en El Carrizo.

Tan ondeando como andaba no supo lo que decía ni a quién miraba. Terminó por confesar a los policías preventivos lo que días antes había sucedido en Empalme, Sonora.

Los agentes novatos no creyeron lo que escuchaban, pero uno de los veteranos sí. Llamó a sus superiores, quienes le indicaron que confirmara la versión de lo que suponían era un vago drogado.

Entonces llamaron a sus similares de Sonora, de Empalme, y estos les informaron que andaban en busca de un adolescente que había matado a otro, por causa del bullying.

Cotejaron la información y los lamentos del Villegas resultaron ciertos.

Perseguido por sus propios demonios, terminó por aceptar su responsabilidad en el asesinato de un adolescente.

Ahora deberá enfrentar el proceso especial C-122-11 en Empalme, por homicidio. Estará privado de la libertad al menos cuatro años

Camino a su nuevo encierro, se lamenta: “Le dije que se calmara, pero siguió chingue, chingue y chingue, hasta que lo clavé”.

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