viernes, 30 de septiembre de 2011

DEL VERDE MARIGUANA AL VERDE DOLAR

El pasado miércoles 14 de septiembre, poco después de las 9 de la mañana, un convoy militar integrado por siete camionetas Hummer, un helicóptero y casi un centenar de soldados, atravesaron a gran velocidad la comunidad de Jesús María, con rumbo a la zona serrana del norte de Culiacán, hasta besar las colindancias con el sur de Badiraguato. Armados “hasta los dientes” y con el dedo siempre puesto en el gatillo, los soldados se fueron abriendo paso entre montes, caminos y veredas, llamando la atención de los lugareños, que curiosos miraban cómo los militares pasaban como un huracán.

La meta de las fuerzas castrenses sin embargo, no era cazar a ningún criminal, ni a ningún fugitivo a quien estuvieran siguiéndole los pasos, como tampoco era hacer uno de esos recorridos de rutina que generalmente realizan para destacar su presencia en la región, sino un operativo producto de un trabajo de inteligencia realizado en los días anteriores, que les permitió descubrir al menos 21 plantíos de marihuana que estaban ocultos entre la vegetación de esa parte de la sierra sinaloense.

“Para estas alturas, los dueños de estas plantaciones ya saben que estamos aquí, y saben que no nos vamos a ir hasta que hayamos destruido todo”, comentó el general Moisés Melo García, comandante de la Novena Zona Militar en Culiacán, mientras miraba cómo sus soldados empezaban a desterrar las plantas del enervante.

Pocos minutos después, una densa capa de humo gris comenzó a levantarse sobre el fuego que consumía la hierba, a un lado de los árboles y arbustos que callados se erguían entre las faldas de los primeros cerros que conforman la Sierra Madre Occidental.

Es un operativo exitoso, pero insuficiente. Más allá está el gran macizo montañoso donde cualquier operativo de destrucción de plantíos, por la magnitud de los sembradíos, es sencillamente inútil.


Negocio redondo

De acuerdo con información proporcionada por la Secretaría de la Defensa Nacional, la siembra de marihuana en la sierra descubre un negocio tan injusto como ilegal, donde el que más arriesga, que es el campesino, es curiosamente quien menos gana.

Según los militares, el kilo de mariguana el sembrador lo negocia a 800 pesos, aproximadamente. El narcotraficante que compra el enervante sabe que, una vez que ponga la droga en Culiacán o en cualquier otra ciudad de Sinaloa, su precio se incrementará de manera automática a 2 mil 200 pesos el kilo.

Ese mismo kilo de droga, sin embargo, una vez que es puesto en cualquier ciudad fronteriza con Estados Unidos, aumenta su valor a mil dólares. Es decir, 15 veces más que a como originalmente lo vendió el campesino. Sin embargo, el verdadero negocio empieza cuando la droga es cruzada al vecino país del norte, donde alcanza un costo que llega a oscilar entre los 3 mil y 4 mil dólares, dependiendo del tipo de marihuana y el lugar donde se venda.

“Es un negocio en donde todos ganan, claro, unos más que otros, y que además genera un alto grado de corrupción, y esa situación es dura, porque son tantas las cosas que una persona sería capaz de hacer por dinero”, opinó el general Moisés Melo García, mientras observaba cómo el enervante era consumido por el fuego.

Y entre ese humo gris que era arrastrado por el viento, el general agregó: el 70 por ciento de esa droga se hubiera ido a Estados Unidos mientras que el resto se habría quedado en México o en Sinaloa para su uso doméstico, lo cual significa que el negocio está allá, y por tanto nuestro trabajo es impedir por todos los medios que esa droga llegue al mercado, sea México o sea Estados Unidos.

Causa perdida

De acuerdo con un trabajo de campo realizado por Ríodoce, el costo de la marihuana en California, en la mayor parte de los sitios que legalmente la venden a personas que cuenten con una receta médica, va entre 16 y 20 dólares el gramo, mientras que un cigarrillo de dos gramos en el mercado negro es de 12 dólares.

Y no basta con padecer una enfermedad terminal para poder lograr una receta médica que autorice el consumo de la droga, sino solo basta con que el paciente esté deprimido para que el doctor considere que el paciente consuma la droga, y que posteriormente “el paciente” demuestre que es residente legal de California, y que es mayor de 21 años de edad, según pudo constatar Ríodoce durante un trabajo de investigación realizado en Los Ángeles.

Esa situación, en que la droga se torna como un ingrediente legal en Estados Unidos, no parece preocupar al general Melo García, ya que su labor —dice— no radica en hacer las leyes ni de México ni de Estados Unidos, sino detener su producción (de la yerba) y su trasiego, y si para ello hay que usar la fuerza, el Ejército va a tener que hacerlo.

“La siembra de marihuana es un negocio, y si la producen es porque hay quien la compre, y por esa razón la gente de aquí y de muchos otros lugares la siembra, incluso, muchas veces no porque ellos tengan la iniciativa, sino porque llegan narcotraficantes y los contratan para que produzcan el enervante”, observó el general.

Pero más allá de la legalidad y de lo que representa el consumo de la droga, para el general la lucha que mantiene México contra el tráfico de drogas es un proyecto de largo plazo, que bajo ninguna circunstancia es una causa perdida.

“La idea es minar la producción de marihuana y amapola, para que no contamine a los consumidores de México y Estados Unidos, y en un futuro acabar con ella, aunque por el momento sabemos que es duro, y que es mucho el dinero que hay de por medio”, dijo Melo.

La necesidad

La gente siembra marihuana en la sierra porque no hay trabajo y no hay cómo sacar dinero para sobrevivir.

Así lo comentó Manuel, un joven originario de Tameapa, una comunidad ubicada en el municipio de Badiraguato, que vino a Culiacán hace unas semanas a traer a uno de sus primos a quien habrían pegado un balazo en su brazo izquierdo.

El motivo aparente de la herida fue porque la familia de Manuel tenía unas rencillas con otra familia que se dedicaba a la siembra de enervante, y que aparentemente, habrían tenido un desacuerdo.

“A la gente de allá no le gusta que vayan los periodistas a ver quién siembra mariguana o no, pero sí ponga que sembramos marihuana, y ponga que lo hacemos porque no hay trabajo”, dijo Manuel, para luego aclarar que ya no hablaría más del tema.

Ciertamente, la única mina que operaba en esa sindicatura cerró hace poco más de seis meses, y dejó desempleados a más de 200 mineros.

El general Melo García dijo que estaban conscientes de esa situación y de la necesidad de la gente, pero aclaró que ese no era motivo para que los habitantes de la región tuvieran que dedicarse a acciones ilícitas, y menos para atacar los helicópteros de los soldados que sobrevolaban la región en busca de plantíos de marihuana.

“Allá en lo alto de la sierra, nos han atacado con metralletas AK-47, con AR-15, nos han puesto cables para que las naves se enreden y se caigan, incluso, hasta con lanzacohetes nos han atacado, entonces cómo se supone que nosotros vamos a reaccionar”, sostuvo el general.

La guerra no es contra nosotros, sino entre ellos

Aun cuando el Ejército mexicano ha sido blanco de varios ataques por parte de grupos del crimen organizado, el general Melo García, lo mismo que el coronel Ricardo Álvarez Martínez, consideraron que los conflictos que las autoridades mantienen contra integrantes del crimen organizado no es propiamente “una guerra”, sino enfrentamientos que ocurren por la magnitud de la situación que vive el país.

“Una guerra sería un enfrentamiento contra otros grupos uniformados que tuvieran el mismo entrenamiento que tiene el Ejército mexicano, pero en este caso, son grupos que se están matando entre ellos”, consideró Álvarez Martínez.

Y ello, agregó el coronel, es producto de la misma necesidad que tienen nuestros compatriotas, y tal vez ello los hace que encaminen sus actividades a acciones ilícitas, y nosotros lo único que hacemos es hacer que se respete la ley, pero cuando se trata de grupos contrarios es cuando se genera lo que los medios definen como guerra.

No obstante, de enero a la fecha han fallecido dos elementos del Ejército en Sinaloa, mientras que al menos diez soldados han sido heridos por disparos de grupos criminales.

“La guerra es entre ellos, nosotros solo reaccionamos cuando hay una situación”, finalizó Melo García.

El número de homicidios que han ocurrido en el estado de Sinaloa en lo que va del año, según la página de la Procuraduría General de Justicia del Estado, es de mil 315, todavía lejos de 2 mil 251 que ocurrieron en el 2010.